"Esa satisfacción queda perdurable para siempre en el corazón"
A sus casi 100 años, el único mexicano vivo de los autores del mural "Presencia de América Latina" conversó con El Sur a 60 años de la inauguración de la obra.
De hablar lento y detallado, la figura de Manuel Guillén es casi desconocida para los penquistas. Sin embargo, una de las obras que ayudó a crear es uno de los grandes símbolos de la capital regional.
Y es que el mexicano, de 99 años, es el único artista azteca vivo de los pintores que dieron vida al mural "Presencia de América Latina", obra de su compatriota Jorge González Camarena.
Con este último fallecido en 1980, Javier Arévalo en 2020 y Salvador Almaraz en 2022, Guillén es -junto al chileno Albino Echeverría- los únicos sobrevivientes de ese trabajo, ya que el otro nacional, Eugenio Brito, también falleció tempranamente en 1984.
Al conversar sobre esto, el mexicano no titubea en dirigirse a su antiguo compañero de pincel. "Le envío un saludo al señor Echeverría, que es un gran pintor y personaje. Se le quiere, de verdad, entrañablemente. Le mando mis saludos, cariños y un abrazo muy fuerte", comenta.
Terminado en abril de 1965, el mural fue recién inaugurado en septiembre del mismo año. Guillén junto a sus compañeros vivos se reunieron, por última vez, al cumplirse cuatro décadas del hito.
Recordando al maestro González como el pintor mexicano que más murales realizó, superando a maestros como Rivera o Siqueiros, Guillén aún recuerda al "pequeño gigante".
Según rememora, "aquí en México teníamos conocimiento de Jorge González Camarena y de los grandes pintores que ya estaban en la cima. A mí me recomendó con él, precisamente, Salvador Almaraz. Cuando conoció mi trabajo, Jorge expresó que yo le estaba copiando, y yo le contesté que no conocía su trabajo. Y me dijo '¿no conoces mi trabajo? No puede ser'".
"Así como lo ves, le dije, no te estoy copiando. Estaba pintando y me pidió enseñarle algo, mi octavo o noveno mural, y le enseñé. Tuvimos un parecido en el trabajo, eso le encantó y me invitó a participar con él en el mural de Chile. Allá fuimos encantados de la vida", agrega.
Un feliz recuerdo
Destacando siempre lo feliz que se sintió en Chile, siendo recibido siempre "con los brazos abiertos", el mexicano -siempre de forma colectiva- puntualiza que "estamos, todavía, sumamente agradecidos del trato que nos dieron".
En medio de la conversación, Guillén también se tomó el tiempo de desmentir algunas cosas que recuerda. Y es que siempre se dijo que González Camarena les dio cierta "libertad" a los pintores que lo acompañaron en su trabajo.
Sin embargo, el muralista recuerda que "ese es -precisamente- un error de opinión. Jorge creó toda la configuración muralística, la idea y lo que iba a hacer él por su cuenta. Nosotros intervenimos pintando lo que él nos sugirió, de manera que estuvimos sujetos a la orden de él. Lo que si podíamos hacer era interpretar lo mejor que podíamos, dentro de nuestro conocimiento, para que quedara satisfecho".
"Voy a confesar algo, yo tuve la fortuna de que nunca me hizo repetir algo. Al contrario, inclusive, retoqué muchas cosas que todos los demás pintaron. Jorge me decía, 'por favor, échale una manito, termina esto o aquello'. Tuve esa fortuna", recuerda.
Con una superficie pintada de 250 metros cuadrados, incluida la escalera, el mural fue pintado en noviembre de 1964 y abril de 1965. Tiempo en el cual los cuatro mexicanos permanecieron en Concepción.
"Encantadora ciudad. Estuvimos ahí muy contento, sobre todo por los mariscos y pescados. Son los mejores del mundo, además del vino. En una ocasión, nos invitaron a una fiesta y había nueve botellas de medio litro de vino. Pues me tomé las nueve, de las siete de la noche a las siete de la mañana. Increíble, pero cierto", rememora entre risas el casi centenario pintor.
Y es que, precisamente, su risa es algo constante en esta entrevista, ya que -según comenta- "es para mí es una cosa fantástica, no lo puedo creer".
-¿Qué sintió cuando vio el mural terminado?
-Sinceramente, una enorme satisfacción de participar en un regalo de México a Chile. Esa satisfacción queda perdurable para siempre en el corazón. Por la sencilla razón que esta anfitrionía entre los dos países hermanos del mismo idioma, mismo sentido de vivir, hacer y aceptar la filosofía de la vida, nos pone en una hermandad absoluta. Al terminar el mural comentamos -Jorge, Salvador, yo, Eugenio, Javier y Albino- la satisfacción que sentimos al terminar nuestro trabajo en Chile.
-¿Cuál crees usted que el gran valor de este mural?
-Que dos culturas se unen para producir arte plástico en el mundo. Este mural ya tiene la fama que ha proyectado, mundialmente hablando, de manera que nos presenta en el mundo esa asociación que se funde entre estos dos países, encantadoramente y culturalmente sobre todo.
-Es una relación que se sigue profundizando.
-Así es y esperemos que perdure. En la pintura, por ejemplo, no somos responsables de que vaya a durar muchos siglos. Simplemente, el óleo tiene la garantía de durar 12 siglos, pero esa pintura -con la cual está trabajado el mural- es acrílico. Gracias al acrilato, que es un plástico, puede durar. Pero tampoco somos responsables del color, el color es una cosa y el material es otra. Pero, bueno, ¿ustedes cómo lo ven? Sigue fresco.
-¿Hay algo del mural, que recuerde, le haya llamado la atención?
-Voy a decir algo, no es un absurdo, pero es todo el mural. Es la integración total del mural, es toda la pintura. Una cosa es complemente de la otra, de manera que no podemos separar. Una opinión sería el dibujo, el color y la fusión de las culturas. Está el copihue y el nopal México enlazados, de manera que es un detalle muy bonito.
60 años cumple este 2025 el mural, terminado en abril de 1965 e inaugurado en septiembre del mismo año.