Exposición infantil a las pantallas en vacaciones
Las vacaciones de verano permiten descansar, disfrutar y salir de la rutina. Sin embargo, también representan desafíos para las familias, especialmente cuando se trata de mantener entretenidos a los niños y limitar la exposición excesiva a las pantallas, como es el caso del televisor, el computador y los teléfonos celulares.
Según un informe de Unicef, los niños y adolescentes pasan en promedio siete horas diarias frente a la pantalla de su celular o computador; un tiempo prolongado que, de acuerdo con los especialistas, puede generar consecuencias como las alteraciones en el ciclo sueño-vigilia, afectando la calidad del descanso; aumento de los cuadros de ansiedad y una reducción del 40% en la empatía. Incluso hay estudios que relacionan el notable incremento en las tasas de obesidad infantil, con la permanencia excesiva de los menores a las pantallas, aparejado de la ingesta de comida rápida y golosinas.
Es cierto que Internet se ha transformado en un punto de inflexión para el ser humano, especialmente en términos de comunicaciones y relaciones con su entorno. Los cambios han sido tan profundos como vertiginosos, ya que el mundo virtual se ha instalado paralelamente a la vida real y cotidiana, tal como la conocemos. Hoy, los teléfonos inteligentes, las tablets y computadoras se han vuelto esenciales para la vida de los niños, especialmente. Un informe de la empresa de seguridad informática Kaspersky, dice que en Chile el 52% de los padres adquieren estos dispositivos con el objetivo de que puedan ser una herramienta de estudio. Sin embargo, esos dispositivos no siempre cumplen únicamente con los propósitos por los cuales fueron adquiridos, por lo que hay un crecimiento en la adopción de aplicaciones de control parental, para prevenir que los niños accedan a sitios inconvenientes. Por ello, algunos hacen uso de estas herramientas para controlar los videos que ven los niños, las páginas que visitan y los videos que consumen.
Un estudio internacional realizado por la Universidad de la Frontera, el Instituto Nacional de Salud Pública de México y la Universidad de Washington en San Luis, de EE.UU., reveló que los niños menores de cinco años duplicaron el tiempo de exposición a las pantallas de televisión, celulares y tablets, durante la pandemia. En forma paralela, la actividad física, principalmente en forma de juego, se redujo en un 20%, mientras que la calidad de sueño bajó en 15%.
La Organización Mundial de la Salud recomienda que los niños de 0 a 2 años no se expongan en ningún caso a pantallas; y para los de 2 a 5 años sugiere que la exposición no sea más de una hora diaria. A partir de los 5 años, su uso debería ser como máximo de dos horas al día, e idealmente menos, por lo que el desafío de los padres en vacaciones debe ser idear actividades o juegos participativos para entretener a los hijos.
Dicen los especialistas que esta sobreexposición provoca un aumento en los niveles de la sustancia química cerebral dopamina, lo que genera una sensación de recompensa inmediata que dificulta la capacidad de autorregulación, incluso en los adultos. El uso excesivo de pantallas está llegando de forma preocupante en etapas muy tempranas del desarrollo, lo que se asocia no solo con dificultades motoras, sino que también del lenguaje y emocionales. En ocasiones la falta de espacios adecuados para jugar afecta el desarrollo integral de los niños, por lo que las políticas y normas de edificación y planificación urbana deben considerar el juego como un derecho.
Los menores ahora comienzan a utilizar estos dispositivos a una edad más temprana. En Chile, el 11% de los niños que ya emplea algún dispositivo tiene menos de 5 años y a esa edad es imposible que ellos mismos mantengan buenos hábitos digitales al navegar en Internet. Pero resulta preocupante que los niños se queden por horas en las pantallas, muchas veces sin tener la supervisión de sus padres para filtrar mensajes que puedan ser inconvenientes.
Según Unicef, los niños pasan en promedio siete horas diarias frente a las pantallas, lo que genera alteraciones en el ciclo sueño-vigilia, aumento de cuadros de ansiedad y una reducción en la empatía.