Coordinador Ediciones UFRO
Juan Rulfo, México: 1917-1986, es uno de los mayores autores de la lengua española y eso que sólo publicó un poco más de 400 páginas. Allí están la novela "Pedro Páramo", el volumen de cuentos "El llano en llamas" y una historia escrita para el cine, "El gallo de oro". La primera es una obra enorme, una de las cumbres literarias de la humanidad. Transcurre en un pueblo donde todos están muertos. Veamos el siguiente diálogo: "Siento como si alguien caminara sobre nosotros. Ya déjate de miedos... Haz por pensar en cosas agradables porque vamos a estar mucho tiempo enterrados" (56). Tremendas líneas, gran novela. Pero recomendarla como lectura veraniega es arriesgado (escribimos este comentario pensando en proponer algunas lecturas para este tiempo en que el sistema nos da un respiro y nos deja espacios para leer y pensar). Pero una obra tan compleja pareciera no ser la adecuada. Nos explicamos: está compuesta por una suma de historias relativamente cortas que se van entrelazando y que, para mayor dificultad, ocurren en tiempos distintos. Esta complejidad estructural responde a un imperativo de todo gran autor: innovar en el arte literario. Esa necesidad de innovación hace que este se encuentre en constante cambio. De ahí que se sucedan movimientos, tendencias, influencias, etc. Todo escritor mayor se sitúa en un punto que Octavio Paz denomina tradición y ruptura. Es decir, recupera algunos elementos de la tradición, pero rompe radicalmente con la literatura predominante en su época. Y eso es lo que precisamente hace Rulfo, sus personajes parecieran pertenecer al más hondo criollismo. Tendencia que hablaba del campesino y de los espacios rurales, pero escribe de una manera radicalmente distinta al modo en que lo hacen los criollistas. Para explicarnos recurrimos a la pintura, veamos: hoy nadie pinta como Miguel Ángel por varios motivos. El primero es bien simple, es imposible igualarlo porque pinta como los dioses, otro, muy concreto, es que ha cambiado la forma de representar el mundo en el cuadro, gracias a las vanguardias fundamentalmente. Baste pensar en Picasso quien pintó mujeres cuadradas. En la narrativa sucede lo mismo. Hemos pasado del narrador omnisciente, ese que todo lo sabe, a una suma de voces que cuentan fragmentos de la historia. Tal y como ocurre en Pedro Páramo, varias de esas historias cortas de las que hablábamos están contadas por sujetos distintos. Gran libro, pero no para el verano, insistimos, pero nos importa Rulfo, de ahí que busquemos en otras zonas en su obra. Recordemos entonces los cuentos de el Llano en llamas. Lo primero que destacamos, ya lo habíamos anunciado, en que en ellos se crea una forma maravillosa de representar el mundo rural de los pequeños pueblos de México. Y eso se hace con tal maestría que los personajes que viven en esos lugares perdidos se transforman en cifra de la condición humana. Y eso ocurre porque las temáticas a todos nos competen, entre ellas el fracaso, la traición, la mala suerte, el deseo, la soledad, la pobreza, la religión. Veamos que sucede con ese elevado sentimiento en el cuento "Anacleto Morones". Nombre que llevaba un santón, un hombre amado por Dios y que hace milagros. Poco a poco el relato nos revela que el pretendido santo no era tal, al contrario, fungía como ladrón, pedófilo y sus milagros eran engañifas muy básicas. Ahora lo interesante es la forma en que nos enteramos del verdadero carácter de Morones: ocurre en un largo diálogo entre Lucas Lucatero, un apóstol desengañado del elegido, con unas viejas fanáticas, y lascivas, que andaban buscando evidencias de la santidad de ese impostor. Ahora hay un factor esencial, el cuento tiene un final extraordinario, es de esos relatos que ganan por KO como decía Cortázar (y esta es una característica de toda la serie incluida en "El llano en llamas"). Otro de los relatos se titula "Es que somos muy pobres". En el cuento una niña, casi adolescente, busca una vaca que arrastró la inundación. El animal es el único tesoro que posee su familia. Y de ella depende que la joven no siga el camino de sus hermanas, la prostitución, pues "no hubiera faltado quién se hiciera el ánimo de casarse con ella, sólo por llevarse también aquella vaca tan bonita" (35). Notamos que un asunto ciertamente espantoso es contado de una forma limpia, directa, inocente. Y así ocurrirá con todos los textos del volumen. Y, si el lector se interesa, recordemos la última obra de Rulfo: "El gallo de oro", importa destacar una de sus páginas iniciales: El protagonista es un hombre muy pobre. Fallece su madre y no tiene dinero ni siquiera para hacerle un cajón. Entonces le "ajuerea", de ajuar, un ataúd con una pocas tablas y trozos de alambre. Al pasar cargándolo camino del cementerio con su madre ya dentro, la gente del pueblo pensó que llevaba un animal y se burlaron cruelmente de él. Entonces se marchó de allí "pa nunca" (6). Claramente habla un campesino, pero la temática es absoluta. No hay duda de que Rulfo sigue una vieja sentencia de la literatura: "Escribe de tu aldea y serás universal".
Comentario