Los asentamientos informales son un fenómeno urbano mundial. Existen en todo el mundo, en varias formas y tipologías, dimensiones, ubicaciones y con diversos nombres: asentamientos ilegales, favelas, poblaciones, barriadas, campamentos, entre otros. Son áreas residenciales marginales que se caracterizan por la pobreza y por grandes aglomeraciones de viviendas en mal estado; por estar situadas en zonas de conflicto político, entornos ecológicamente sensibles y lugares vulnerables a fenómenos meteorológicos extremos y eventos naturales.
Las causas son factores interrelacionados, que incluyen el crecimiento de la población y la migración, la falta de vivienda asequible para la población pobre, una gobernanza deficiente (en especial en los ámbitos referentes a políticas, urbanismo, uso de la tierra y gestión urbana, lo que se traduce en especulación y la ocupación), la vulnerabilidad económica y el trabajo mal remunerado, la discriminación y marginalización, y los desplazamientos causados por los conflictos, los desastres naturales y el cambio climático.
Se ha ido demostrando que existe un nexo intrínseco entre la ubicación y la persistencia de la pobreza intergeneracional y la desigualdad económica. Las áreas urbanas que presentan una alta prevalencia de barrios marginales pagan un alto "costo" social, económico y ambiental.
En Chile, un asentamiento informal o irregular también se puede entender como estrategia política frente a causas estructurales que limitan el acceso a la vivienda, incluyendo la obsolescencia de programas y políticas habitacionales; las limitaciones del registro de hogares; la forma de definir pobreza; los elevados costos de arriendo, subarriendo o compra de un inmueble; así como las restricciones de acceso a la banca para familias de ingresos bajos y medios bajos (Contreras et al, 2019).
Este fenómeno urbano no es nuevo y se ha visto agudizado en los últimos años configurando una realidad compleja y persistente en las ciudades chilenas. De acuerdo con el último catastro de campamentos (2022), destacan como principales causas los bajos ingresos, el alto costo de los arriendos y el vivir en condiciones de allegamiento, entre otras. El 84,6% de los campamentos se encuentran en zona de alto riesgo socionatural, enfrentando amenazas de origen hidrometeorológicos (lluvias intensas), geológicos (terremotos y tsunamis) e incendios. Sumado a que los actuales instrumentos urbanos con que cuenta Chile (planes reguladores), con su lógica de expansión urbana de crecimiento horizontal, resultan poco efectivos ante este fenómeno: el 70% de los planes reguladores de comunas con campamentos llevan más de 10 años sin revisar y el 26,2% supera los 30 años de antigüedad. Alrededor del 90% de la expansión urbana se realiza sobre áreas propensas a amenazas y se construye a través de asentamientos no planificados y geográficamente apartados de los sistemas urbanos, suscitando una exclusión a las principales oportunidades urbanas y un incremento al costo de vida de sus habitantes
Se está ante un gran desafío y las respuestas no son simples. Muchos enfoques actualizados siguen adoptando soluciones de otros contextos de forma inapropiada, incapaces de desarrollar nuevas respuestas a medida de cada realidad urbana territorial. El sector de la vivienda, desde hace mucho, ha sido susceptible a fuerzas especulativas que tienden a beneficiar más a los residentes más acaudalados. ¿Cómo proveer vivienda asequible a los habitantes pobres de nuestras ciudades? ¿Quién asume ese rol?