Sebastián Edwards relata la historia de los Chicago Boys
El economista publicó "El proyecto Chile" (Ediciones UDP), que reconstruye la trayectoria de un graduados chilenos que se especializaron en Chicago y que trajeron las ideas del neoliberalisto. Este es un extracto del segundo capítulo de la obra.
Sebastián Edwards
En agosto de 1962 estalló una importante controversia entre Sergio de Castro, quien había emergido como líder de los Chicago Boys, y la administración del presidente conservador Jorge Alessandri. En un artículo de investigación, De Castro planteaba que el intento del gobierno por controlar la inflación fijando el tipo de cambio estaba condenado a fallar. Sus cálculos, basados en la metodología de paridad de poder adquisitivo, que compara la inflación acumulada en el país local y en sus socios comerciales, indicaban que la moneda -el escudo, en ese tiempo- debía ser devaluada en al menos un 50% para restablecer el equilibrio externo. De Castro señalaba que un tipo de cambio sobrevaluado incitaba la especulación, lo que provocaba un enorme incremento en la deuda externa, desalentaba la exportación y amplificaba otras distorsiones. Él sostenía que la mejor política era devaluar el escudo y, al mismo tiempo, reducir las tarifas de importación y otros controles comerciales para mejorar la eficiencia y la distribución de recursos. Sus opiniones estaban claramente influidas por las investigaciones hechas por algunos miembros de la facultad de la Universidad de Chicago, incluyendo a Milton Friedman, Al Harberger y Harry Johnson. El análisis de De Castro fue resumido en un artículo de dos páginas en el número del 15 de agosto de 1962 de la revista semanal Ercilla. El reportero Rubén Corvalán escribió que, según el joven académico, "un cambio realista arrojaría ventajas netas para nuestro país [...]. Hay que mantener como cosa permanente una política cambiaria de este tipo".
Las autoridades de gobierno estaban indignadas por lo que consideraron "fuego amigo". Después de todo, se suponía que la Católica estaba a favor de las políticas pronegocio, y eso era precisamente lo que la administración de Alessandri estaba intentando aplicar. El ministro de Hacienda se aproximó al monseñor Alfredo Silva Santiago, el rector de la Católica, y le pidió que mantuviera a sus economistas bajo control. La izquierda también era crítica del reportaje, pero por una razón diferente. Aníbal Pinto afirmó (otra vez) que los Chicago Boys no entendían Chile o América Latina, y que liberar el comercio impediría la industrialización y la sustitución de importaciones, dos de las políticas más importantes que sacarían a Chile del subdesarrollo. En este tema, Pinto seguía al economista sueco Gunnar Myrdal y a otros expertos en desarrollo progresivo que creían que las devaluaciones no eran efectivas en la mayor parte de las circunstancias debido a las elasticidades de muy bajo costo de las importaciones y exportaciones (la hipótesis del "pesimismo de la elasticidad").
El decano Chaná Cariola también estaba furioso. Había pedido permiso en la universidad para servir en el gabinete de Alessandri y se tomó la crítica como una afrenta personal. Luego de reunirse con el monseñor, decidió que, en el futuro, los artículos de investigación tenían que ser aprobados por él antes de circular en público. Los profesores de inmediato alegaron censura y declararon que la libertad académica era esencial. Tras acaloradas discusiones, H. Gregg Lewis, Al Harberger y Ted Schultz fueron llamados a mediar entre los profesores y la administración de la universidad. Para Schultz este era un asunto particularmente serio, ya que en 1943 él y un grupo de colegas habían dejado la Universidad Estatal de Iowa porque las autoridades habían intentado censurar un artículo en que planteaban que, durante la guerra, era recomendable sustituir la margarina por mantequilla. Al final, y después de una larga mediación por parte de los profesores de Chicago, se llegó a una especie de acuerdo en la Católica. Un comité interno de revisión de pares determinaría si los artículos estaban listos para circular en el mundo exterior. Sin embargo, esto no fue del todo satisfactorio para ninguno de los lados, y el conflicto se alargó hasta 1965, cuando Julio Chaná Cariola fue reemplazado como decano por nada menos que Sergio de Castro.
Lo que hace especialmente irónica la controversia de tipo de cambio/devaluación de 1962 es que quince años más tarde, mientras era ministro de Hacienda de Pinochet, Sergio de Castro implementó un programa de estabilización con un tipo de cambio fijo muy similar al plan de Alessandri de 1959 -un plan que él había atacado en su controvertido informe-. Ambos programas desembocaron en crisis severas; en algún punto, los desequilibrios externos generados por el tipo de cambio sobrevaluado se volvieron insostenibles, y la moneda tuvo que ser devaluada masiva y abruptamente. En el primer episodio (durante el gobierno de Alessandri), el valor del dólar dio un salto un 75% en un año. En el segundo (durante la dictadura de Pinochet), un año después de la crisis, el precio del dólar había aumentado en un 92%.
Investigación y doctrina
En septiembre de 1963, se publicó el primer número de Cuadernos de Economía, una revista académica de la Católica. Los editores iniciales fueron Pablo Baraona, quien años después sería designado por Pinochet co-mo presidente del Banco Central de Chile y ministro de Economía, y Ricardo Ffrench-Davis, el graduado de la Universidad de Chicago que era crítico de los mercados, la globalización y el monetarismo. La idea de fundar la revista vino de Lewis, que había sido miembro de los comités de tesis de Ffrench-Davis y De Castro en Chicago.
En el número inaugural, el decano Chaná Cariola indicaba que el único criterio para publicación era que los artículos reflejaran investigaciones científicas y que cualquier otro propósito era ajeno a la revista. Esta era una crítica velada hacia Panorama Económico, la publicación de economía dominante en ese tiempo, que era editada por Aníbal Pinto, el prolífico economista que, con su colega Osvaldo Sunkel, eran las mayores fuerzas detrás del enfoque estructuralista sobre la inflación y dos de los críticos más severos de los Chicago Boys.
Entre 1963 y 1970 -el año en que el socialista Salvador Allende fue elegido presidente- Cuadernos de Economía publicó setenta y cuatro artículos. Cuatro futuros miembros del gabinete de Pinochet eran autores frecuentes -Jorge Cauas, Sergio de Castro, Sergio de la Cuadra y Rolf Lüders-, al igual que algunos miembros de la facultad de Chicago con vínculos cercanos con Chile: Harberger, Lewis, Johnson y Schultz. Los artículos de los primeros números eran principalmente pedagógicos e incluían tópicos como de qué modo interpretar los coeficientes de regresión o cómo establecer un modelo de programación lineal simple. Con el tiempo, sin embargo, se publicaron varios estudios empíricos detallados y en profundidad sobre la economía chilena. Muchos lidiaban con el sector agrícola y mostraban la enorme influencia de Schultz entre los profesores de la Católica.
En sus rememoraciones, Pablo Baraona, el primer editor de Cuadernos de Economia, indica que pese a la importancia del sector agrícola -tanto política como económica-, en Chile nadie sabía realmente cómo analizarlo desde una perspectiva rigurosa y orientada al mercado. Como había tomado la serie de cursos sobre economía agrícola -dictados por Ted Schultz, D. Gale Johnson y más tarde por George Tolley en la Universidad de Chicago-, él era considerado un experto en el tema, y algunos políticos de derecha le consultaron si podía dirigir una serie de proyectos de investigación. El experto agrícola más prominente del otro lado de la división académica era Jorge Ahumada, un especialista en desarrollo que en 1958 publicó un libro muy influyente titulado En vez de la miseria, en que planteaba que la productividad del sector agrícola solo podría incrementar si había una profunda reforma agraria a través de la que grandes porciones de tierra -los así llamados latifundios- fueran expropiadas, divididas en parcelas más pequeñas y distribuidas a los campesinos. Esta no era la política que apoyaban los expertos de la Católica. Aunque reconocían que la ausencia de dominio iba en detrimento del crecimiento en productividad, creían que el principal impedimento para rápidas mejoras en eficiencia era la falta de inversión en capital humano, un tema que estaba en el centro de las investigaciones de Schultz. En ese tiempo, las diferencias de nivel educativo entre los trabajadores rurales y urbanos era abismal -de hecho, una amplia porción de campesinos (conocidos como inquilinos) eran analfabetos. Los economistas de la Católica también pensaban que la moneda perennemente sobrevaluada perjudicaba la agricultura al desalentar las exportaciones. Otros impedimentos para el crecimiento de la agricultura eran la ausencia de un mercado de derechos de agua y las altas tarifas de importación en insumos clave, como maquinaria y fertilizantes. La reforma agraria se convertiría en un tema político importante en los años por venir y generaría profundos conflictos políticos durante los gobiernos de Frei y Allende.
Durante la primera década de Cuadernos de Economía se publicaron varios artículos detallados sobre la inflación, uno de los problemas más serios de Chile desde los años cuarenta. Aunque los estudios diferían en metodología y detalles, todos enfatizaban el origen monetario de la inflación, y la relacionaban con el permanente desequilibrio fiscal en el país. Rolf Lüders publicó un análisis detallado de los programas de estabilización fallidos desde mediados de los cincuenta, al igual que una investigación sobre cómo la inflación erosionaba el ingreso de impuestos. Ricardo Morán cuestionó los méritos de los programas de estabilización abrupta y Ernesto Fontaine abordó la conexión entre devaluaciones e inflación, o lo que llegó a ser conocido como el problema del efecto transmisión en economía internacional.
Estas investigaciones no fueron bien recibidas fuera de la Católica. Los críticos, incluyendo a representantes del sector privado, planteaban que los Chicago Boys desconocían la realidad del país. Flavián Levine, el vicepresidente de la siderúrgica más grande, la Compañía de Aceros del Pacífico, se enfrascó en un animado debate con Martin J. Bailey sobre las causas y dinámicas de la inflación, la que había promediado un 40% anual durante los años 1953-57. Levine, que había sido un temprano partidario de la visión keynesiana y amigo personal de políticos de derecha e izquierda, no negaba que el crecimiento monetario jugaba un papel, pero sostenía que era uno secundario, mucho menos importante que algunas consideraciones de gasto estructural. Cuando se trataba de inflación, Levine y otros líderes de la industria se inclinaban por la perspectiva estructuralista y pensaban que los Chicago Boys estaban completamente perdidos al exagerar el papel del crecimiento monetario.
Entre 1963 y 1973 Sergio de Castro publicó cuatro artículos en Cuadernos de Economía. En el número de enero de 1965, publicó un trabajo titulado "Política cambiaria: ¿Libertad o controles?", en que usaba muchas de las ideas presentadas por Milton Friedman en su famoso ensayo "Defensa de los tipos de cambio flexibles" para opinar a favor de un valor de moneda determinado por el mercado en Chile. En esos años, la posición de la mayoría de los economistas de desarrollo era que los ajustes de tipo de cambio no funcionaban en las naciones pobres. Esta idea había sido impulsada por el economista sueco y futuro ganador del Premio Nobel Gunnar Myrdal, quien en su libro Asian Drama escribió: "La devaluación no es una alternativa a los controles de importación [...]. Se debe reconocer francamente que el concepto [devaluación] no es aplicable a estos países". Esto era exactamente lo opuesto de lo que Friedman había afirmado en su ensayo y en un libro corto que resumía una serie de conferencias que dio en la India en 1963. Sorpresivamente, Sergio de Castro no citó el trabajo de Friedman sobre tipos de cambio flexibles en su artículo.
En el número de abril de 1969 de la revista, Sergio de Castro publicó un extenso ensayo sobre "política de precios" en que proponía dos puntos que en ese momento eran muy controvertidos y que se volverían centrales para las políticas del régimen militar tras el golpe de Estado de 1973: el control de precios no era una herramienta efectiva para redistribuir ingresos, y liberar las tasas de interés y permitirles encontrar su equilibrio tendría un efecto general positivo en la eficiencia y el desarrollo económicos. En ese tiempo, este mensaje sonaba como una versión chilena de Capitalismo y libertad de Friedman. El último artículo de De Castro como académico en la revista fue publicado en diciembre de 1972. Examinaba la experiencia de Chile en 1961, cuando se suspendieron los ajustes salariales en relación a la inflación pasada. La mayoría de los analistas creían que una pausa en la indexación salarial resultaría en una baja en los sueldos y salarios reales. Pero un análisis cuidadoso de los datos mostraba que en varias industrias los salarios reales aumentaron significativamente. En opinión de De Castro, esto mostraba, claramente, que cuando no había intervención estatal, los mercados funcionaban apropiadamente y los sueldos se ajustaban según las fuerzas de la oferta y la demanda. El mensaje principal de este trabajo también se incorporó en el menú de políticas implementadas durante el régimen de Pinochet.
SebastiánEdwards es economista, tiene un doctorado en la Universidad de Chicago, es profesor distinguido Henry Ford II de Economía Internacional en la UCLAy fue jefe para America Latina y el Caribe en el Banco Mundial entre 1993 y 1996.