Solidaridad, el desafío de siempre
Agosto ha sido declarado el Mes de la Solidaridad, en reconocimiento a Alberto Hurtado, quien murió el 18 de agosto de 1952, dejando como legado el Hogar de Cristo, organización social y de sensibilización solidaria que tiene 255 programas que atienden casi 43 mil personas en si tuación de calle.
También el 31 de este mes se festeja el Día Internacional de la Solidaridad por la Declaración del Milenio de la ONU, al ser considerado un valor esencial para las relaciones internacionales. Ambas fechas buscan concientizar acerca de la importancia que tiene el altruismo en nuestra sociedad, y aunque en nuestro país existan varias organizaciones sin fines de lucro comprometidas por causas sociales, animalistas y de protección al medio ambiente, la mayoría sufre el mismo problema, la falta de recursos.
El recuerdo de Alberto Hurtado sigue vivo gracias a su legado e inspirador mensaje en el ámbito social y espiritual para los chilenos. Para el santo, la preocupación por la situación social de Chile fue urgente, definitiva y corpórea, como deben ser estas cosas y definiciones. Trabajó con la juventud universitaria y poco a poco su interés lo fue llevando a acercarse al mundo de "los más pobres entre los pobres". Hombres y mujeres enfermos, ancianos y niños abandonados que deambulaban bajo los puentes del río Mapocho fueron su foco.
El compromiso con los más necesitados debe ser permanente, como lo hacen muchas personas que buscan el bien de la sociedad. Es indispensable que el dolor ajeno nos conmueva y nos movilice para construir una patria más justa y mejor para todos. Lo mismo en nuestras ciudades: si actuamos como cuerpo, todo será mucho mejor. En realidad, se trata de una actitud que debiera estar siempre entre nuestros objetivos, pues nos hace más grandes y mejores personas. La solidaridad, entendida como la adhesión o apoyo incondicional a causas o intereses ajenos, especialmente en situaciones difíciles, nos distingue para bien en un mundo donde prima el individualismo y la ceguera ante la diferencia y los problemas del otro.
San Alberto Hurtado tiene un legado inspirador al respecto. Una de sus frases sostiene: "Mi misión no puede ser solamente consolarlos con hermosas palabras y dejarlos en su miseria, mientras yo como tranquilamente y mientras nada me falta. Su dolor debe hacerme mal: la falta de higiene de sus casas, su alimentación deficiente, la falta de educación de sus hijos, la tragedia de sus hijas. Que todo lo que los disminuye me desgarre a mí también."
El santo decía que "El sentido social es aquella cualidad que nos mueve a interesarnos por los demás, (…) aquella aptitud para percibir y ejecutar prontamente, como por instinto, en las situaciones concretas en que nos encontramos, aquello que sirve mejor al bien común". Agregaba que "quien tiene sentido social comprende perfectamente que todas sus acciones repercuten en los demás, que les producen alegría y dolor y comprende, por tanto, el valor solemne del menor de sus actos".
Su mensaje llama incluso al necesario dolor que debe provocarnos la tragedia de nuestros hermanos. Ello debe inspirarnos en lo social y espiritual para bien de miles de chilenos que lo pasan mal. Por lo anterior, la solidaridad no puede ser sólo un concepto o uno más de los elementos de una sociedad que busca expiar sus responsabilidades de alguna forma. La solidaridad es entender el dolor de los demás y ayudarles a hacer la vida mejor, lo que debe estar presente de manera permanente.
Es importante destacar el trabajo y el compromiso desarrollado en nuestra ciudad por distintos líderes locales, especialmente jóvenes, comprometidos con el mensaje solidario del santo católico que debe remecernos.
El compromiso con los más necesitados debe ser permanente, como lo hacen muchas personas que buscan el bien de la sociedad. Es indispensable que el dolor ajeno nos conmueva y nos movilice.