Frente a las recientes inundaciones, resulta repetitivo decir y escuchar lo mismo todos los inviernos; que los fundamentos del urbanismo bioclimático, que la resiliencia urbana, que las soluciones basadas en la naturaleza, que la infraestructura verde, que se necesita actualizar y ampliar los sistemas de drenaje urbano, que debemos frenar la impermeabilización del suelo y proteger los lechos de ríos, humedales y quebradas, piezas fundamentales en la generación de urbes que funcionen como verdaderas esponjas. Sin embargo, mientras siga siendo posible, más barato y genere mayores ganancias el rellenar lechos de ríos, humedales y quebradas, que urbanizar áreas altas y seguras, esta situación no va a cambiar, sino empeorar, profundizando las inequidades en la distribución social del riesgo.

Pensemos que, cada vez que se rellenan y urbanizan este tipo de espacios es un proceso de acumulación por desposesión, donde, en tanto habitantes de la ciudad, se nos despoja de sumideros y reguladores hídricos naturales. Entonces, mientras no superemos la idea de un suelo único y exclusivamente definido para la generación y acumulación de capital y no valoricemos los potenciales servicios ecosistémicos que nos otorgan, no avanzaremos.

Y, a contrapelo de ser repetitivo, sugiero siete medidas urbanas y una territorial para disminuir la devastación de las lluvias: (i) Promover el uso de pavimentos infiltrantes, (ii) Diseñar y construir parques de canalización y absorción en los pies de laderas e inundables en lechos de ríos, (iii) Conservar y restaurar, humedales urbanos, periurbanos y quebradas, (iv) Comprar y traspasar a administración pública estos suelos, (v) Fiscalizar y aumentar estándares a sanitarias e inmobiliarias, (vi) Prohibir relleno y urbanización de lechos de ríos, esteros y quebradas, (vii) En caso de su inevitable urbanización, establecer exigencias de información y seguritización de riesgos, que sean gestionadas para que las inmobiliarias se informen y traspasen a los adquirientes, y (viii) Reactivar el sistema de concesiones para construir y administrar embalses para regadío, consumo humano e hidroenergía con centrales de pasada.

¿Cómo financiar estas medidas? Sé que no resulta popular, pero, en conjunto con recursos asignados desde los fondos generales de la nación, sería plausible pensar en una complementación estructural, a partir de un cobro, que diferenciado y con subsidios focalizados, se aplique por concepto de servicios ecosistémicos, lo que permitiría adquirir, conservar y gestionar estos suelos. Si hoy ya pagamos por gestionar nuestros residuos líquidos y sólidos, ¿Por qué no hacerlo para mantener y cuidar humedales, lechos de cauce y quebradas?, que no solo nos mantengan lejos de inundaciones y pérdidas, sino también sean lugares de amenidades, disfrute y encuentro comunitario. El camino parece largo y nada simple, pero la puesta en rigor de la Ley 21.202, que posibilita la protección de humedales urbanos, da esperanza.

Actualmente, en la Región Policial del Biobío contamos con aproximadamente 900 funcionarios en los distintos escalafones, de ellos alrededor de 600 corresponden a oficiales y casi la mitad a mujeres; estas últimas, a lo largo de nuestros 91 años, fueron, son y serán un pilar fundamental en el crecimiento y desarrollo de la PDI.

Fuimos pioneros en la incorporación de la mujer en labores estrictamente operativas, esto se remonta al año 1934, un año después de nuestra creación, cuando ingresaron las primeras mujeres detectives

Hoy, cuando nos encontramos ad portas de un nuevo aniversario institucional, podemos señalar que las mujeres cada vez somos más protagonistas en la historia de la PDI, ya que tenemos una mayor participación, la cual no sólo es necesaria, sino fundamental para la toma de decisiones, puesto que nuestros conocimientos y experiencias permiten una mirada distinta.

Actualmente, contamos con un Estado más inclusivo, que permite roles más complementarios entre hombres y mujeres, lo que se traduce en una sociedad más equilibrada y justa. Ejemplo de esto es nuestro Alto Mando, que asienta ilusiones de éxito en la responsabilidad de la mujer en la alta dirección.

Esta decisión de nuestro Director General, Eduardo Cerna Lozano, cimenta la representación femenina en posiciones de liderazgo, ya que hoy somos 5 mujeres en nuestro cuadro directivo, una Prefecta General y 4 Prefectas Inspectoras, todas en cargos en áreas o zonas de alta relevancia.

A partir del 19 de junio de 2019, la Policía de Investigaciones adoptó la denominación, en femenino, de los diferentes cargos para todas sus plantas, acto que significó un paso gigante en la visualización de las capacidades y el talento de la mujer, encontrando en este Alto Mando, trayectorias femeninas de gran desempeño, carreras destacadas, amplia experiencia, lo que pone en relieve que el talento de las mujeres es un atributo comprobable, y que definitivamente, debe ser considerado como un tremendo aporte, que además brinda diversidad y una mirada diferente, aportando a mayores consensos y diálogos más transversales.

Los 91 años de la Policía de Investigaciones comienzan con una potente equidad de género y la fuerte inclusión de las mujeres en altos cargos institucionales, trayendo consigo una ampliación de horizontes en el desarrollo profesional, foco en la excelencia, mejor asertividad en la toma de decisiones, mayor compromiso, retención del talento, trabajo en equipo, así como énfasis en la formación de futuras líderes para nuestra PDI.

Hoy, el desafío es continuar por esta senda, potenciando la instalación del Enfoque de Género en cualquier ámbito y nivel del quehacer institucional.

El sistema frontal vivido estos días en el centro sur del país nos deja varios aprendizajes. Como ya sabemos, el cambio climático se debe en gran parte a acciones humanas, que alteran profundamente nuestros hábitats e impactan nuestra vida cotidiana. La sobreexplotación de la naturaleza con fines productivos; la alta dependencia de combustibles fósiles; el desequilibrio entre áreas enriquecidas y zonas empobrecidas del planeta; y lo que Brenner, en 2013, llamó la "urbanización planetaria" , son algunas de las más notorias.

En Chile, la urbanización alcanza niveles históricos, con más del 80% de la población viviendo en ciudades o áreas urbanizadas, y un enfoque basado en el crecimiento. Nuestros "Instrumentos de Planificación Territorial" son laxos, con escaza visión de futuro y herederos de los ideales modernizadores, que veían la ciudad como un triunfo sobre el campo y la naturaleza. Nuestras ciudades fueron pensadas primero como espacios estratégicos, para el dominio del territorio, y luego para el enriquecimiento y el desarrollo del capital, privilegiando funciones económicas, productivas, y competitivas. Así llegamos a tener ciudades y urbanizaciones que constriñen cuerpos de agua -humedales, bordes de lagunas, riberas de ríos y esteros-; ocupan suelos frágiles como campos dunares, napas freáticas, laderas de cerros, bosques nativos; y sus calles privilegian la movilidad motorizada a alta velocidad, que atemoriza a caminantes y contamina con ruido y polución.

Hoy sabemos que este enfoque contiene errores multidimensionales y multiescalares, y que existen alternativas, entre las que destacada el urbanismo con enfoque de género. Este promueve el modelo de ciudades cuidadoras, que nos permitan poner a las personas por sobre el capital en el centro de las decisiones de planificación; y a las tareas de cuidado de la vida en equilibrio con las tareas productivas. Estas ciudades cuidan sus ríos, protegen los humedales y a la avifauna que en ellos habita. Promueven la mezcla de funciones, sumando a las comerciales y financieras, las sociales, culturales, de salud y bienestar, de diversión y ocio. Sus calles cuidan la movilidad de todas las personas, y en todos los modos de transporte. Son silenciosas y tienen aire puro. Cuentan con anchas veredas para el encuentro de las personas. Cuidan la vegetación nativa para mitigar los efectos del calentamiento global y actuar con resiliencia ante eventos climáticos. Regulan el tamaño de los edificios para asegurar sol y ventilación. En estas ciudades las personas se conocen y trabajan colaborativamente para el desarrollo integral de sus comunidades. Estas ciudades cuidan el agua, el cielo, el suelo, porque han entendido que no deben conquistar, sino convivir con la naturaleza.

Si queremos alcanzar este modelo, podemos partir cambiando la forma como nos explicamos la realidad. Pasar de decir "el rio se desbordó inundando viviendas", a "viviendas construidas en el cauce del río, se inundaron"; o "socavón bajo edificio amenaza a vecinos", por "habitantes de edificio construido sobre escorrentía natural, sufre las consecuencias de la inadecuada planificación urbana". Desde allí, podemos avanzar para lograr vivir en ciudades que nos cuiden, en armonía con la naturaleza.