Hace exactamente 30 años, en 1994, bajo el mandato del expresidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle, se dio inicio a uno de los proyectos más ambiciosos de la historia de la ciudad de Concepción: el proyecto de recuperación urbana de la ribera norte del río Biobío. Este plan propuso un nuevo imaginario para proyectar la ciudad hacia el río, que significó resolver múltiples desafíos, como el problema habitacional de más de 1.800 familias, trasladar la maestranza de ferrocarriles, construir defensas fluviales, extender la red vial, construir un nuevo puente (Llacolén) y superar la barrera de la línea férrea. El plan fue más allá y proyectó un gran teatro regional, un centro cívico y una extensa red de parques urbanos, la más grande de la ciudad.
Muchos de estos objetivos son hoy una realidad que a veces pasa inadvertida para miles de personas que transitan por la avenida Costanera, para quienes cruzan el puente Llacolén, para quienes asisten al Teatro Regional del Biobío, para quienes trabajan o se reúnen frente al Gobierno Regional y para los cientos de miles de asistentes al magnífico REC, que se realiza en el parque Bicentenario. Muchas de estas personas no imaginan que todo ello fue posible gracias a un plan, que con liderazgo y determinación cambió positivamente esta parte de la ciudad. No obstante, el plan no está terminado, ya que falta concretar el soterramiento de la línea férrea, que permitiría alcanzar plenamente los objetivos urbanísticos. Sin embargo, cada día se habla menos de este proyecto y pareciera que incomoda a las autoridades, que deben salir a justificar su postergación por el alto costo del proyecto, por la urgencia de otras iniciativas sociales, o por su complejidad técnica. Todos estos argumentos se desvanecen, cuando constatamos que no fueron impedimento para soterrar el ferrocarril de Viña del Mar -Valparaíso hace ya 18 años o para extender imparablemente la red de Metro de Santiago.
Mientras tanto en Concepción seguimos viviendo con una ciudad a "medias", desvinculada de su magnífico río Biobío, asfixiada por un cinturón de hierro que no quiere ser soterrado. Entonces, si hay tantas razones para no soterrar la línea férrea, ¿cuál sería la alternativa? Una opción sería seguir esperando 10 o 20 años más, hasta que esto repentinamente ocurra, pero otra sería reimaginar la conectividad, es decir, resolver parte del problema ahora, sin renunciar al soterramiento futuro de la línea. Por ejemplo, unir la plaza Bicentenario con el parque del mismo nombre a través de un parque elevado, que permita el acceso peatonal por sobre la actual línea férrea, uniendo ambos costados de la ciudad. Un parque elevado podría ser tan emblemático en su diseño como el puente de Calatrava en Buenos Aires, o tan atractivo como el High Line Park de Nueva York, ambas estructuras elevadas. Una opción de esta naturaleza no debería enfrentar cuestionamientos presupuestarios o técnicos y en ningún caso compromete el soterramiento de la línea férrea en el futuro. En el intertanto, la ciudad contaría con una verdadera conexión peatonal de sus parques y el río, y su diseño podría convocar a un concurso internacional de arquitectura que permita elegir la mejor obra para la ciudad.
Es momento de pensar en un plan "B" para unir la ciudad con el río, un parque elevado puede ser una gran opción, tal vez hay otras, pero lo importante es que la ciudad no siga esperando un proyecto de soterramiento de la línea férrea, que pareciera que ninguna autoridad quiere concretar.