El inminente cierre de Huachipato ha calado hondo en la Región, amenazando con dejar sin empleo a más de 22 mil personas y poniendo fin a una historia iniciada en 1939, cuando el Estado decide crear la Corfo y a través de ella planificar la industrialización y modernización del país. Tarea para la que el abastecimiento de acero resultaba fundamental. Por este motivo, en 1946, se funda la Compañía de Aceros del Pacífico (CAP), con capitales públicos y privados, comenzando la construcción de la siderúrgica al año siguiente.
Este impulso modernizador se expresaría a nivel urbano en la construcción de al menos siete conjuntos habitacionales para empleados y obreros, en cuatro comunas diferentes. Entre ellos destacan el conjunto Plaza Perú en Concepción, que albergaría a profesionales que llegaron a construir la siderúrgica, o la Villa presidente Ríos en Talcahuano, diseñada por Sergio Larraín y Emilio Duhart para albergar a 30 mil habitantes, introduciendo en Chile el concepto de Unidad Vecinal, que luego sería replicado en otros lugares.
Las instalaciones productivas de Huachipato se alzaban como un símbolo de progreso. Los altos hornos, chimeneas, gasómetros y otros equipamientos pasarían a constituir íconos del paisaje local, simbolizando la memoria obrera de este territorio. Una memoria vinculada al paternalismo industrial de la época, que otorgaba a los trabajadores y sus familias una serie de "beneficios": asignaciones de vivienda, almuerzo, estudio, matrimonios o nacimientos. Así surgió la imagen de la "familia acerera", que sería atendida en el Hospital Las Higueras y gozaría de modernas instalaciones deportivas del Club Deportivo Huachipato para sus hijos. Incluso, formaría un club de fútbol profesional que llegaría a ser campeón de Chile en tres oportunidades (1974, 2012 y 2023).
Huachipato daría lugar también a destacadas obras de arquitectura: el Casino de Huachipato, obra de la oficina Bresciani, Valdés, Castillo, Huidobro, o la Acería Conox, de Christian De Groote. De todo lo anterior se desprende que, junto con la innegable importancia económica y social de Huachipato, resulta fundamental considerar su relevancia patrimonial.
Con el cierre de Huachipato se clausura el período de mayor prosperidad, expansión productiva y cultural experimentado por nuestra zona. Representa la materialización de un modelo nacional de desarrollo que, por medio de la industrialización, buscaba lograr nuestra independencia económica y conducirnos al progreso. Constituyendo un elemento central de la identidad industrial del Gran Concepción, pues contribuiría a construir un entero paisaje cultural de carácter industrial, promoviendo la llegada de nuevas fábricas y atrayendo a miles de personas de otras zonas del país.
Simultáneamente, esta coyuntura nos impone desafíos propios del siglo XXI: la crisis climática y la descarbonización de la economía. ¿Cómo reutilizar la enorme superficie comprometida por actividades industriales, descontaminando y restaurando humedales y playas?, ¿qué hacer con las instalaciones que quedan en desuso, tutelando el patrimonio construido? Ejemplos en el mundo hay muchos, si aprendemos de los errores del pasado, si elaboramos una estrategia compartida, con la participación de las comunidades y, por una vez, ponemos el énfasis en el bienestar y no en la rentabilidad, tal vez lo que hoy parece una tragedia se convierta en oportunidad.