El sentido de destacar los determinantes sociales de la salud y las enfermedades
Patricio Ramírez, Facultad de Psicología UDD, sede Concepción y Ecosistema de Bienestar Integral UDD, María Isabel Rivera, Académica Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Geografía UdeC e investigadora CEDEUS,
El 7 de abril de 2024 fue definido por las Organizaciones Mundial y Panamericana de la Salud como el Día Mundial de la Salud, con el lema "Mi salud, mi derecho". Este año destacan estas organizaciones, el tema se eligió para defender el derecho de todos a servicios de salud, educación e información de calidad, así como a agua potable, aire limpio, buena nutrición, vivienda de calidad, condiciones ambientales y de trabajo decentes y libres de discriminación.
En ese contexto, podemos destacar una parte significativa de las condiciones que llevan a que las personas se mantengan sanas, o bien, se enfermen. Son los determinantes sociales de la salud y que corresponden a las circunstancias en que las personas nacen crecen, trabajan, viven y envejecen, incluido el conjunto más amplio de fuerzas y sistemas que influyen sobre las condiciones de la vida cotidiana (OMS).
¿Por qué poner el acento en estas circunstancias? Porque la evidencia ha mostrado una y otra vez que los sistemas de salud y las políticas públicas intersectoriales debían pasar de estar centradas en los factores de riesgo individual, a más bien dirigir los esfuerzos a los modelos sociales y las estructuras que determinan las posibilidades de una persona de ser saludable. Es decir, hacer que las políticas públicas busquen modificar determinantes sociales de la salud susceptibles de modificarse.
¿Y qué evidencia hay sobre los determinantes sociales de la salud? Por ejemplo, que las personas aisladas de su comunidad, que habitan en barrios más pobres, con condiciones de trabajo más precarias, que alcanzaron bajos niveles educacionales, que tienen menos acceso a los servicios sociales y de salud, que tienen menos información sobre cómo tener cuidados de salud y que tienen condiciones de vida más adversas, ven aumentado significativamente su riesgo a enfermarse, de mantenerse en un estado deteriorado de salud y a que eso traerá efectos negativos que empeoren más su situación de vida y de quienes los rodean.
Tomemos como ejemplo la esperanza de vida en Chile. En promedio, y agrupando a hombres y mujeres, los chilenos alcanzamos los 81 años. Pero, si vemos el promedio cuando desagregamos por comunas, encontramos que en algunas de altos ingresos como Providencia o Vitacura la esperanza de vida alcanza 82 años, mientras que, en comunas como Molina o Lota, este indicador alcanza un promedio en torno a los 74 años.
En tiempos donde tanto se discute respecto de la igualdad y la desigualdad social, al menos en el ámbito de la salud, es claro que no somos todos iguales. De ahí que tiene sentido abogar para que la salud sea un derecho.