En el reciente Congreso Futuro expusieron más de 100 investigadores sus reflexiones para ayudar a la política pública a construir un futuro posible y, ante todo, deseado. La inteligencia artificial acaparó gran parte de la discusión frente al inminente desafío que eso representa para la ética, el medioambiente y la humanidad en su conjunto. Pero también en este Congreso se habló sobre las ciudades. En efecto, la ciudad ha sido uno de los inventos más extraordinarios de la evolución humana, luego del descubrimiento del fuego. Ella ha permitido que el homínido creara una sociedad organizada, creativa y más justa, aunque esto último nos resulte muchas veces difícil de creer. La pregunta entonces es: ¿seguirán las ciudades siendo los motores de la humanidad y su evolución en el futuro?
Las Naciones Unidas estimó en 2022 que el 70% de la población mundial vivirá en ciudades para el año 2050, 15% más que en la actualidad. Sólo el año 2021 más de 110 millones de personas migraron en el mundo por la hambruna, las guerras y el cambio climático, encontrando refugio en las ciudades para salvar sus vidas y tener nuevas oportunidades. Todo indica que el futuro del planeta será mucho más urbanizado y gran parte del devenir de nuestra evolución dependerá de ellas. Para quienes se resisten a esta afirmación, es necesario decir que pareciera ser demasiado tarde para cambiar nuestra forma esencialmente urbana de organización social.
Las ciudades deberán entonces ser como algunos invertebrados que han sobrevivido más de 500 millones de años en la Tierra: con inteligencia redistributiva, es decir, más descentraliza; más adaptable, sensible y flexible para integrarse al entorno ambiental; más inteligente, integrando las capacidades colectivas de sus habitantes; sin brechas, reduciendo las desigualdades en el acceso a las oportunidades y a los servicios de la ciudad. Todo ello es un enorme desafío para la planificación urbana, que debe comprender que la ciudad es el motor de futuro para la humanidad y al mismo tiempo el principal servicio público de nuestra sociedad.
Pero algo más. Todo ello es pura teoría y voluntarismo sin la política, esa de Aristóteles que dicta "asuntos de la ciudad". La ciudad necesita hoy más que nunca esa buena política, con autoridades que tengan convicción de un futuro posible, que estén dispuestas a liderar procesos transformadores, aun cuando esto requiera de su grandeza para renunciar al rédito político inmediato y piensen en la ciudad del futuro en el largo plazo. La retribución para los líderes que piensen y actúen de esta manera será la propia historia, que registrará un imborrable legado en las generaciones futuras. En este año de elecciones invito a tener presente, al momento de elegir a nuestras autoridades, el futuro de la ciudad.
