El método de la Escuela Javiera Carrera para incluir a niños y niñas migrantes
El establecimiento municipal vivió con profundo pesar la tragedia que enlutó al campamento Los Pirquenes, pues ocho de sus estudiantes fallecieron en el incendio hace casi un mes. Su directora, Georgina Vinet, y parte de la comunidad abordan sistema que se diferencia del resto de colegios.
Por Nicolás Álvarez Arrau / nicolas.alvarez@diarioelsur.cl
Ocho niños venezolanos murieron el 6 de noviembre pasado junto a otras seis personas pertenecientes al campamento Los Pirquenes de Coronel. Ocho niños de una misma escuela municipal, la "Javiera Carrera" de Villa Mora. Su directora, Georgina Vinet, recuerda que aquella jornada representó una situación extremadamente compleja y devastadora para toda la comunidad educativa que lidera. "Apoderados, profesoras y asistentes quedaron muy choqueados por cómo se dio todo. De hecho, nosotros fuimos ese día al incendio y a la toma, bien tarde en la noche, y de verdad que fue muy lamentable para todos la pérdida de nuestros estudiantes", relata, hoy con un poco más de fuerza y brío para continuar la vida y el quehacer directivo.
Tras la tragedia que enlutó a la Región, y que volvió a exponer la precariedad que sufren parte de los migrantes que arriban a la zona, Vinet precisa que aquellos niños no llegaron a su colegio por mera casualidad. Al contrario, desde 2018 el establecimiento empuja en la comuna un proyecto que trasciende lo educativo -como respuesta a una orientación del Ministerio de Educación- y que se enfoca en el bienestar de los y las estudiantes de origen extranjero, de pre kínder a octavo básico, sobre todo quienes están más propensos a escenarios de vulnerabilidad. Ese sello les lleva a la fecha a incluir 64 estudiantes de países como Venezuela, Haití, Perú, Colombia o Argentina, de un total de 292 que componen la matrícula.
"Tenemos un proyecto de migrantes que en créole se llama 'You lékol pou nou tout', pero que en español significa 'una escuela para todos'. Esto surge en 2018 cuando llego al establecimiento, ya que teníamos dos estudiantes haitianas que no manejaban el español. Comenzamos con ellas, se letró toda la escuela y su papá fue facilitador del lenguaje y contratado por la Subvención Escolar Preferencial (SEP); nos enseñó a todos cómo poder comunicarnos y así partimos con la iniciativa", cuenta la directora. Luego, se sumó la celebración del Día del Migrante en diciembre, hasta que en 2019 comenzaron a llegar niños y niñas de las demás nacionalidades.
Esa integración les ha permitido generar actividades junto a todas las familias migrantes para que puedan explicar su cultura a los distintos cursos, dando a conocer sus modismos, sus monedas o bailes, algo que se realizó incluso en período de pandemia vía online, hasta la implementación de una feria en donde cada curso representó a un país distinto. "Vinieron las familias y nos expusieron sus canciones, folklor, y fue una jornada de una semana súper enriquecedora con la decoración de salas de acuerdo a la temática de cada nación", recuerda.
Historias de vida, historias de carencias
Cada niño o niña migrante que ingresa a la escuela trae sobre su espalda una historia de precariedad. Georgina Vinet dice que eso fue lo que los motivó a profundizar la orientación del Ministerio, de tal manera de apoyarlos a ellos y a sus familias. Al momento de presentarse, muchos están bajo una condición irregular, pero con el equipo del colegio inician un proceso para que logren conseguir su identificador provisorio, instrumento que abre la puerta a la matrícula.
"Cuando son de segundo año hacia arriba, luego les hacemos la validación de estudios y les ayudamos en todo ese proceso. Además, como ellos no tienen ficha de protección social, tampoco son catalogados para recibir beneficios. Al contrario, aparecen como que si tuvieran una buena situación", dice.
Dentro de las carencias advertidas, la directora revela que "no traen nada, ni mochila". Por lo mismo, han impulsado proyectos como el denominado "Ropero escolar", plan con el que tratan de instaurar una política de reutilización de ropa escolar y de casa. A través de la SEP también solicitan uniformes, buzos y poleras, lo que les ha posibilitado contar hoy con un stock suficiente que incluye lápices, cuadernos y otros útiles escolares. Desde su experiencia, reconoce que todo lo que ha sido solicitado "siempre me ha llegado" y que eso se ve potenciado con otro plan, el "Kilo de amor", que consiste en el envío mensual de un kilo de alimentos no perecibles mediante canastas por parte de las familias, las que son entregadas a otros grupos más necesitados, ya sea extranjeros o chilenos.
"Tenemos estudiantes y apoderados que viven en situaciones muy precarias. Tenemos muchos alumnos de la toma en donde fue el incendio. Otros son de las tomas La Berta, Yobilo, La Peña, entonces nuestras trabajadoras sociales están permanentemente en terreno para que vean en qué condiciones están los estudiantes, pero hay muchos bajo esos escenarios", reconoce, a la vez que recalca que la problemática asociada a la migración es un tema que depende del Estado, a través de las autoridades que deben legislar.
Ve también necesario, tanto a nivel regional como nacional, abrir más proyectos educacionales como el que lidera Javiera Carrera en Coronel. Desde su punto de vista, buena parte de los establecimientos educacionales ve este rol social como un trabajo extra, en especial a la hora de tener que obtener el identificador provisorio del estudiante o generar la validación de estudios. "Todo eso conlleva realizar trabajo extra, aplicar las pruebas de validación, entonces muchas veces a estos niños no se les abren las puertas, pero yo creo que sería bueno que se proyecte un trabajo más articulado con los migrantes", enfatiza.
La obtención del identificador provisorio puede demorar hasta cinco días hábiles, mientras que en el proceso de validación de estudios tienen hasta 90 días para enviar las pruebas.
Además de la directora, detrás de esta labor social están presentes un jefe de UTP, una evaluadora, un inspector y una encargada de Convivencia, así como asistentes de la educación, docentes, un equipo de gestión y el Centro de Padres.
Experiencia positiva que sigue con deudas
Para el alcalde Boris Chamorro, el trabajo que ejecuta la Escuela Javiera Carrera es fundamental, en el sentido de proyectar un espacio a niños migrantes y reforzar un derecho fundamental, "por lo que no vamos a cerrar las puertas de nuestros establecimientos educacionales para atender a niños y niñas, no importando si son chilenos o extranjeros".
Pese a que hoy se ha logrado una apertura por medio de este plan y las iniciativas descritas por la directora Vinet, el jefe comunal advierte que siguen existiendo complejidades, principalmente a la hora de proporcionar la alimentación a alumnos extranjeros en situación de vulnerabilidad, pero también en la entrega de útiles o ropa escolar, "porque los niños hoy no están enrolados en el Registro Civil, por eso se requiere una política especial que reconozca a estos estudiantes para establecer igualdad de condiciones".
La apoderada Magdelis Carruyo, ciudadana venezolana que hoy tiene a su hijo en la escuela, destaca que siempre se les brindó apoyo, en especial en el nivel de involucramiento con los demás alumnos. "Además, cuando yo estaba sin trabajo, nos ayudaron con mercadería, igual en el proceso de la pandemia", relata.
Finalmente, subraya que "la experiencia ha sido muy positiva. Incluso, hay muchas personas que se asombran, ya que hay bastantes colegios que ponen un poco más de trabas, porque inscriben a los estudiantes migrantes, pero no buscan que ellos se sientan bien o den a conocer su cultura. Acá, en cambio, mi hijo ha sido un chileno más y se le respeta su cultura y sus palabras".