El rol de la educación como motor de desarrollo económico y crecimiento de los países es innegable. En ese contexto, cada uno de los esfuerzos que se realicen por entregar una educación de calidad en la formación académica de técnicos y profesionales impactan directamente en el potencial no sólo de cada ser humano, sino también, en el logro de un mayor bienestar social, ya que, las personas que cuentan con mayores competencias tendrán más capacidades para impulsar, de manera significativa, el crecimiento económico y social de un país.

Bajo esa premisa, hace 35 años, se dio origen al Instituto Profesional Virginio Gómez de la Universidad de Concepción; con el objetivo y la misión de aportar al desarrollo del país, desde una mirada regional, a través de la formación de técnicos y profesionales altamente especializados que pudieran responder a las necesidades de los distintos sectores socio productivos a nivel nacional. A lo largo de nuestra trayectoria, hemos logrado satisfacer esos requerimientos adaptándonos a los nuevos desafíos que el desarrollo de los territorios nos ha ido planteando.

En este continuo caminar nos hemos ido desafiado, día a día, para mantener y potenciar nuestras ventajas competitivas, creando un valor de carácter sostenible en el ámbito de la educación superior técnico profesional, que valide la experiencia de nuestros y nuestras estudiantes. Hoy, y en base a esa experiencia, estamos convencidos que una de las vías para alcanzar las nuevas metas es a través de la incorporación de la innovación, la transferencia tecnológica y el emprendimiento en nuestro modelo educativo. Con esta implementación queremos diferenciar a nuestros estudiantes, entregándoles herramientas tan potentes y necesarias para el sector socio productivo, como lo son estas tres antes mencionadas.

Además de fortalecer nuestro modelo educativo, estos elementos diferenciadores nos permitirán robustecer nuestras acciones de vinculación con los diferentes territorios, tanto aquellos en los que estamos insertos como a los que llegamos a través de nuestros tituladas y titulados, permitiéndonos, al mismo tiempo, posicionarles a nivel local y nacional como agentes de cambio relevantes con las capacidades para seguir construyendo nuestra sociedad.

Esa es la contribución que buscamos hacer, desde nuestros inicios hace 35 años, por medio de una Educación Superior Técnica Profesional pertinente e integrada, que promueva el aprendizaje continuo a lo largo de la vida, que facilite la inclusión social, potenciando la equidad y el crecimiento sustentable, vinculándose constantemente con el aporte al desarrollo productivo.

Este es el camino que nos hemos trazado para avanzar en la formación de excelencia de las y los técnicos y profesionales del mañana, demostrando en ello nuestro compromiso irrestricto con la educación de excelencia que constantemente buscamos entregar a quienes nos han elegido, junto a sus familias, vinculándolos de manera temprana con el entorno, completando así la que es nuestra misión, promover el desarrollo sustentable del país, contribuyendo a su crecimiento y siempre valorando el mejorar la calidad de la vida de las personas.

Recientemente se publicó la primera Radiografía de Indicadores de Género en el Biobío, iniciativa impulsada por el Comité de Género y Liderazgo de la CPC Biobío y la Facultad de Comunicaciones de la Universidad del Desarrollo, actividad que nos impulsa a pensar en qué camino debemos seguir al hablar de género en las organizaciones.

La medición fue interesante desde la gran convocatoria de organizaciones que se midieron y los resultados: en materia de participación laboral en altos puestos directivos y gerencias, las mujeres alcanzaron un 24,2% en directorios y un 23,8% en cargos gerenciales, realidad que no se separan de las cifras nacionales, pero que están muy por debajo de países OCDE.

Al hablar de brechas salariales, el estudio evidencia avances, sin embargo sorprende la cantidad de organizaciones que no miden este indicador a nivel de gerencias (42%) y jefaturas (48%). En cuanto a buenas prácticas, aunque se ejecutan acciones con diversos enfoques, estas requieren una medición efectiva y sistemática que permita vincular las tácticas a una estrategia de las organizaciones en la materia.

Con el diagnóstico en mano, es legítimo preguntarnos ¿cómo seguimos? El primer paso, como en toda transformación cultural es asegurar y comunicar el compromiso de la alta dirección, instalando la equidad, diversidad e inclusión como ejes centrales de la gestión organizacional.

De acuerdo, con los últimos datos de la Herramienta Empresarial de Género WEP este 2023, a nivel latinoamericano el 77% de las empresas tienen un compromiso de liderazgo y apoyo con la igualdad de género. Pero solo el 38% cuenta con una estrategia y un 36% tiene metas y objetivos medibles con plazos determinados. Porcentajes que refuerzan la necesidad de avanzar más que en ejecutar acciones, sino instalar una mirada estratégica del tema.

El desafío entonces es pasar de las acciones aisladas a planes estratégicos de gestión con métricas adaptadas a cada organización. En esto es crucial enfocarse en la formación y capacitación de líderes, sólo así las organizaciones podrán comprender la importancia de identificar, medir, diseñar y comunicar indicadores de género, trascendiendo a la equidad para abordar también los requisitos normativos.

¿Por qué hacerlo? Incorporar políticas de equidad de género tiene diversos beneficios: reducción de riesgos, mejora en la retención y atracción de talento, mejor comprensión del mercado, aporta al clima laboral y productividad, fortalecimiento de la responsabilidad social corporativa y liderazgo en el sector, y una mejora en la reputación y la marca, lo que abre puertas a nuevos mercados y oportunidades de financiamiento.

Ya dimos el primer paso, medirnos, ¿ahora qué? Instalemos el tema y abramos la discusión.

En agosto de 2022 en Fundación Trabajo Para un Hermano, TPH Concepción, comenzamos el programa de inclusión económica y social de mujeres del Gran Concepción con un desafío: desarrollar un proceso de formación en oficios a 225 mujeres de la provincia de Concepción. Así comenzamos con nuestra impronta en el corazón y los oficios se transformaban, una vez más, en un medio para el encuentro humano de mujeres, orientadas a conseguir una meta personal e individual en el ámbito laboral. Para algunas de ellas, se trató de la oportunidad para conseguir un empleo con conocimientos nuevos, actualizados y certificados y en otros casos, no menos desafiante, mejorar o hacer crecer sus emprendimientos.

El desafío no es menor. Hacemos lo que hacemos para que las mujeres sean protagonistas de sus vidas, mejoren sus condiciones y más específicamente, para disminuir brechas que afectan a las mujeres en el ámbito laboral. En nuestro país los principales desafios en el mercado laboral respecto de las mujeres son: aumentar la participación laboral de las mujeres, promover el trabajo decente, asegurar la igualdad salarial y generar las condiciones para que asuman roles de liderazgo. Según el Reporte OCEC 2022, las mujeres en Chile perciben ingresos 21,7% inferiores a los hombres, brecha que disminuye a 18,8% en los empleos formales y se eleva al 30,1% en los informales (Cuarto Reporte de Indicadores de Género en las Empresas en Chile 2022).

Pero, ¿cómo llegar a ello? Como bien sabemos, no existe desarrollo ni crecimiento en solitario, siempre es en conexión con otras personas. Desde tiempos inmemoriales las y los seres humanos hemos requerido y necesitado de otros y otras para mantener nuestra vida, para lo que se ha ido formando un entramado, a veces invisible, de colaboración y apoyo mutuo, para forjar una sociedad que se vincule desde la confianza, respeto, sororidad y solidaridad con otras y otros.

Con estas premisas, cada día, junto con la entrega de los elementos técnicos propios de cada oficio, nos desafiamos a humanizar el espacio formativo con propuestas transversales, poniendo atención a las interacciones grupales, promoviendo el desarrollo de las personas en comunidad, de manera amorosa, superando conflictos, creando vínculos y espacios de contención que posibilitan la generación de mayor contacto, contribuyendo a la creación de redes de colaboración, asociaciones y relaciones virtuosas entre las mujeres y la red institucional.

Todo lo anterior junto al proceso formativo que deliberadamente es intencionado hacia la creación de la comunidad-curso, permite fraguar este reencontrarse no sólo a partir de lo que se necesita sino también desde los bienes y recursos presentes, lo que traen para compartir, la diversidad y los nuevos aprendizajes a disposición de su desarrollo, bienestar individual y grupal. En este ecosistema las mujeres observan oportunidades de trabajo en conjunto o alianzas estratégicas, por ejemplo: para comprar o comercializar sus productos en el caso de las emprendedoras, y en el traspaso de oportunidades de empleo para aquellas que se orientan en el trabajo dependiente. Todo esto, actualmente, también sostenido por las redes sociales que les permite estar conectadas con un mundo de posibilidades de manera ágil e instantánea.

Esta complementariedad, con base en la creación de la comunidad, causa un impacto potente en la autonomía de las participantes. El establecer estas nuevas redes relacionales permite a las mujeres contar con información y oportunidades para toma de decisiones, en diferentes ámbitos de su vida, donde también ocurre un enriquecimiento personal por el intercambio de conocimientos y saberes, abriéndose un abanico de posibilidades nuevas, en vivencias nuevas. También reviste importancia el desarrollo afectivo como una impronta de nuestro quehacer, que es muy valorado por las participantes y que ayuda a la creación de conexiones o redes entre ellas, más duraderas en el tiempo y que trascienden al momento formativo.

En un sentido más amplio del quehacer, desde este espacio formativo contribuir a una sociedad justa, inclusiva e igualitaria es un imperativo ético y moral, que podemos alcanzar con compromiso y responsabilidad en la gestión, con base en principios y valores éticos institucionales y poniendo siempre a las mujeres en el primer lugar.