La travesía de Mike Wilson por un Viejo Oeste cósmico y salvaje
El novelista habla de su nuevo libro, "Dios duerme en la piedra", y de la obsolescencia que presagia la IA.
En su nueva novela, "Dios duerme en la piedra", Mike Wilson nos deja acompañar a un vaquero parco, eficaz y atormentado, que cabalga por territorio navajo, con un rifle y una libreta donde anota no sabemos qué, quizás las contraseñas y acertijos de un desierto plagado de criaturas del delirio.
Innombrado y silencioso, el cowboy avanza hacia las montañas nevadas matando y dejando vivir, acampando frente a fogatas, comiendo como espartano y ensoñando con los remotos trozos de una pasada vida feliz, con risas y verdes valles.
Misticismo
"Dios duerme en la piedra, sueña en las plantas, se agita en el animal y se despierta en el hombre". Ese es el epígrafe del poeta y místico Ibn Arabi que sirve de nombre a la novela, publicada por la editorial argentina Fiordo. Por cierto, hay resonancias místicas y religiosas en este Viejo Oeste que dibuja el escritor, donde pululan viejos, hombres, mujeres y niños pagando culpas, atentos a la lepra que consume a hordas que deambulan hasta volverse cal.
En algún aciago momento el jinete contrae el mal y su viaje se vuelve un galopar sin mirar hacia atrás, rápido avanza por gargantas de quebradas y angostos desfiladeros, vigilado por los cenobitas y sus antorchas. Todo se precipita, como en muchas de las narraciones de Wilson, escritor argentino nacido en EE.UU. y radicado en nuestro país, hacia una disolución donde el bien y el mal ya no atañen a lo humano y el paisaje empieza a tronar con su fuerza, todo se vuelve fósil y eternidad.
- ¿Cómo empezó a asomar esta historia en tu mente, te acuerdas cuál fue el punto de inicio?
- La idea la tenía pensada hace muchos años. Estaba arraigada en un recorrido que solía hacer con frecuencia por el Oeste gringo. Hay un corredor que se extiende desde el desierto de Arizona hasta Montana. Parte en Monument Valley, un paisaje rojo, muy marciano, ubicado en una reserva navajo. También fue la locación en la que se rodaron muchos westerns clásicos. La ruta cruza distintos paisajes, salares, montañas, y muchos pueblos fantasma, hasta llegar a Livingstone, Montana.
A la pregunta de si allí se filmó "The searchers", el clásico western de John Ford que protagoniza John Wayne y Natalie Wood, Wilson dice que sí, que le fascina el filme sobre la búsqueda que emprende Ethan Edwards, el mítico personaje de Wayne, que busca a su sobrina que ha sido raptada por los navajos hace muchos años. Un pináculo del género que tiene un momento climático en aquel paisaje desolado y magnífico de los cañones y las planicies. Explica que la foto que hay al final del libro es una que tomó del norte de Arizona, cerca de un pueblo que se llama Kayenta.
- ¿Y cómo la pasaste escribiendo?
- La escribí casi entera antes de la pandemia, durante un año sabático que tomé en 2018, y que aproveché para regresar al Oeste. Me gustó mucho ese proceso, poder estar en el lugar sobre el cual escribía. Para cuando llegó la pandemia, solo le faltaba el final. Dejé la novela en pausa mientras escribía otros libros, hasta retomarla a fines del año pasado.
- ¿Y cambió mucho desde la idea original?
- No, casi nada, tenía el mapa trazado y la sensación de la novela clara. Eso le daba rumbo. Cuando escribo el final está ahí, pero desdibujado, cobra nitidez cuando arribo.
- ¿Qué vibra tienes con el personaje del vaquero?
- Creo que en eso, el paisaje fue determinante, el Old West, atemporal y salvaje, y sentí que solo un western podría entenderlo, y solo un vaquero podría franquearlo.
- ¿Y con los cenobitas?
- Lo de los cenobitas y sectas es una referencia a la multitud de sectas y cultos y subsectas que brotaron en los desiertos del Oeste en el siglo XIX. Eran teologías imaginadas por pobladores abandonados, aislados del mundo, y el paisaje y el asedio de los elementos podía ser bastante infernal. Lugares así son fértiles para el horror cósmico.
- ¿Qué resonancia tiene para ti el simbolismo de la lepra?
- Es una afección sumamente bíblica, me gusta el relieve sobre esto entre el Antiguo y Nuevo Testamento. En el primero la lepra es un signo de inmundicia espiritual, un castigo del dios vengativo, mientras que en el segundo pareciera ser un símbolo de la redención porque viene pareada con el milagro curativo. Me interesa más el primer significado.
- ¿Qué hay de las referencias bíblicas, el epígrafe del Levítico, "el dios del Levítico"?
- Levítico es un libro literariamente interesante, hay temor en la obediencia, es un libro reinado por una deidad severa, una suerte de demiurgo gnóstico. También me interesa la idea que los devotos no solo le ofrecían holocausto a su dios sino que también le enviaban una ofrenda al demonio del desierto, Azazel. Esa escena me hace pensar en "Los niños del maíz" de Stephen King.
- ¿Crees que con la inteligencia artificial puede pasar algo como lo que ocurrió a partir de la oveja Dolly, primer mamífero clonado a partir de una célula adulta?
- No creo. Si no se habla del tema IA es porque lo vamos normalizando de manera instantánea. Ya estamos programados por los algoritmos de casi todo lo que consumimos y esto hace que el avance de IA se sienta como algo cotidiano, sea porque opera de manera disimulada y pensamos que seguimos en control o porque no somos capaces de dimensionarlo. Abunda el negacionismo en cuanto a esto, mayormente por un afán de idealizar al ser humano, que somos distintos, especiales, etc. Creo que la IA, cuando de verdad exploramos lo que hace y el potencial que tiene, desafía aquellas cosas que nos distinguen de otras especies, lo que nos hace humanos, sea el arte, la filosofía, teología, etc. Me inquieta la obsolescencia que presagia, cuando haga todo mejor que uno, y lo hará, se nos presentará un vacío existencial que tendremos que sortear. Pero lo peor que nos podría pasar es no darnos cuenta, simplemente entrar en un estado de no-ser, porque nos acomoda. Las redes sociales ya han hecho su parte en el advenimiento de esto.