Por Sebastián Grant Del Río
Estando vivo, Alfred Hitchcock fue destacado y convertido en un autor cinematográfico, con miradas y mundos propios propuestos en pantalla. Siempre asociados al suspenso, y a lo que el cineasta inglés definió tan bien como "McGufin": la motivación argumental que, sin gran trascendencia, lleva el desarrollo de la historia por los derroteros del suspenso, lo no develado para los personajes, pero sí para el público.
En su momento, Claude Chabrol, en Francia, y Brian Palma, en Estados Unidos, fueron dos alumnos aventajados. a partir de los años 60 y 70, respectivamente. En lo particular creadores de obras que supieron poner las tramas del director de "Psicosis" (1960) en los tiempos en que ambos realizaron sus piezas más interesantes. De hecho, una cinta como "Doble de cuerpo" es abiertamente un homenaje realizado por De Palma, en 1984, cuatro años después de la muerte de Hitchcock.
No es original plantear, que han sido varios los cineastas -David Fincher es uno- que han vuelto a él. Especialmente, sobre los laberintos narrativos que parecen no tener salida en las pesadillas de paisajes urbanos ("Vertigo") o ambientes de locaciones limitadas ("La Soga", "Los Pájaros" o "Psicosis") que el "Señor Hitchcock" planteó con efectividad y sentido de la entretención.
En eso Ryan Murphy es de los alumnos con buen promedio, desde que en los 2000 iniciara su carrera como director y, sobre todo, productor de un puñado de series de caóticos desarrollos, frontales situaciones y fuertes sensaciones. Esto en acciones emprendidas por personajes complejos, desde el rol y la ficción, y que empatizan con el espectador desde la vereda del frente. Allí donde se construyen los aspectos políticamente incorrectos motivados por deseos vampirizados sin temor a los resultados.
Desde la absorbente "Nip/Tuk", serie al aire entre 2003 y 2010; Murphy dio cuenta de sus intereses dramáticos/narrativos en dos cirujanos plásticos representantes del bien y del mal, que caminaban por el lado oscuro, motivados por los hedonismos, las simulaciones y las superficialidades tan propias del inicio de siglo 21: la imagen se cuida a cualquier precio y se paga en el infierno de la existencia terrenal.
Suerte de axioma, éste último, que el productor actualiza con conocimiento de causa desde lo temático y una industria que describe en la realidad de la ficción en otra propuesta tan barroca como excesiva: "Hollywood", miniserie estrenada en Netflix una década después.
Verdadera caja de pandora de sensaciones ocultas y acciones manifiestas, lleva a la pantalla chica una libre adaptación del libro de Scotty Bowers, "Servicio completo: la secreta vida sexual de las estrellas de Hollywood". Un agudo y frontal acercamiento a la industria del cine entre los años 40 y 60 con los debidos excesos del showrunner de 57 años.
Su pase a la pantalla, colmado de colores fuertes y luminosos, parte de la estética de Murphy de características saturadas; con personajes bordes en todo momento -otra señal del productor- se torna en una ficción lejos de posturas morales, para hacer del acto un encuentro con el atractivo que produce el interdicto al cruzar la línea de lo prohibido.
La pesadilla
Es en esa línea tan frágil donde se sitúa Ryan Murphy, junto a Ian Brennan, con quien viene trabajando desde los días de "Glee" (2009); para proponer tipos de relatos en series o miniseries provocadores desde sus fundamentos.
Encuentra en apuestas como la recién citada "Hollywood", "Ratched", "Dahmer" y "Vigilante", todas realizadas entre 2020 y 2022; una excusa para hacer del ingrediente dramático un puente para mirar (con sentido voyeurista en la tradición de Hitchcock) y dejarse llevar por tramas donde la oscuridad, lo kafkiano y las sensaciones provocan y seducen en el más estético sentido.
"El Vigilante" (2022), con una primera temporada de siete capítulos en Netflix, saca a relucir aquello en un tono de suspenso, terror y comedia negra, en este caso, afectando a los Brannock. Nora y Dean, los padres de familia, son quienes sufrirán esta pesadilla "murphyana" en pleno día.
Ésta se canaliza, a través de actos y paranoias, a raíz de la llegada de unas misteriosas cartas por parte de este "vigilante". Los observa y amenaza desde la intimidad, para hacer que dejen su casa (de los sueños), adquirida a un alto costo en un suburbio acomodado, lejos de la claustrofóbica Nueva York.
Las misivas comienzan a sacar a la luz los típicos secretos del vecindario, de personajes cada vez más siniestros, y que comienzan a llevar a esta familia por un torbellino de sensaciones y un camino sin salida.
Basada en una historia real, en su primera temporada la serie se construye sobre una espiral de actos, diálogos y acciones que no sólo incomodan a los protagonistas, también al espectador que se involucra con ellos en su drama.
Suertes de "gatos y ratones" que no se reconocen y retuercen sus roles, dudas que cuestionan la confiabilidad entre los propios involucrados, incluso el matrimonio, hacen de esta propuesta una atractiva y entretenida forma de asumir lo que podría estar haciendo Alfred Hitchcock en este agobiado siglo.
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