Una vez más destacamos la importancia en nuestro país de la Educación Técnico Profesional. Desde la instauración de este día, hace 81 años, se han logrado importantes avances, pero aún parece necesario potenciar sus cualidades en el actual escenario de desarrollo educativo, aunque ya es innegable su gran aporte al progreso económico y social.

En los últimos años se ha reforzado la educación técnico profesional con la implementación de un sistema de acceso centralizado a la educación superior técnica o la puesta en marcha del Marco de Cualificaciones Técnico Profesional (MCTP), que buscan disminuir brechas existentes en la educación superior. A esto, se suma la nueva política pública "Innova TP", presentada por la Subsecretaría de Educación Superior, que busca transformar la educación TP en una herramienta para el desarrollo humano sostenible, mediante el robustecimiento de su participación en ecosistemas innovadores regionales.

Esto abre una oportunidad para realzar la importancia estratégica que tiene la educación técnico profesional en el ecosistema de desarrollo económico del país, no sólo por ser una ventana en donde se pueda aportar con soluciones innovadoras que potencien el crecimiento de las regiones y mejore la calidad de vida de las personas, sino, por permitir y facilitar más oportunidades de acceso a la educación superior.

Así queda demostrado al revisar las cifras de matrícula de primer año en la educación superior donde, de acuerdo a los datos entregados por el Servicio de Información de Educación Superior, SIES, 2022, un 58% corresponde a la formación técnico profesional, completando esta ecuación el déficit de técnicos profesionales que registra el país.

Cabe preguntarnos ¿qué es lo que falta para comprender la magnitud de su importancia? Quizás, alzar las voces para comunicar el amplio trabajo desplegado por las instituciones que la imparten para asegurar la calidad formativa técnico profesional; o destacar los altos niveles de especialización y la rigurosidad en el desempeño de quienes son el sostén de la empresas y organizaciones que levantan a las regiones y al país, entregando respuesta a las necesidades del entorno socio productivo.

Esta nueva oportunidad que se abre con la propuesta de la Subsecretaría es acorde a la que como Instituto Profesional planteamos, pues sabemos que debemos mantener y acrecentar el compromiso irrestricto con la calidad en la formación académica que entregamos y abogar para que se continúen implementando las políticas de Estado que vayan en pos de su crecimiento y vinculación con el mundo productivo y de servicios, tanto público como privado.

Como entidad de educación superior sabemos que las necesidades de desarrollo se están transformando, colocando en el centro no sólo la innovación social, sino también la sustentabilidad, la equidad, el medioambiente y la formación a lo largo de la vida y estamos comprometidos, a través de nuestro plan estratégico, a dar respuesta a esos cambios a través de la excelencia en la formación.

Hay camino por recorrer para que nuestro país alcance su potencial de desarrollo, pero no olvidemos que una gran parte de esos cimientos están en la formación técnico profesional.

Según la Organización de Naciones Unidas, cada año, millones de personas son arrastradas a la pobreza por diversos desastres. Por tanto, abordar la reducción del riesgo de inundaciones no es solo una cuestión de números, implica también una lucha contra la pobreza.

Las recientes inundaciones afectaron a sectores urbanos y rurales, con pérdidas y daños en infraestructura vial y turística, áreas agrícolas, puestos de trabajo y viviendas. Es fundamental comprender que la ocupación de terrenos poco aptos como llanuras de ríos y humedales creará nuevas zonas de riesgo.

En materia de vivienda, la Planificación Territorial debería ser la encargada de zonificar aquellos sectores que son más propensos a inundarse, lamentablemente su efectividad ha quedado en duda después del desastre. Los estudios de riesgos son los encargados de determinar las áreas de inundación, pese a ello, la incorporación real de dichas áreas no ha sido efectiva en muchas comunas.

En el caso de las inundaciones en área urbanas, lo habitual es restringir la ocupación en aquellas áreas afectadas por desbordes frecuentes, mientras que aquellos sectores sometidos a inundaciones poco frecuentes se condiciona el desarrollo habitacional regulando la densidad o con normas de construcción específicas.

Pero en última instancia, es fundamental que las personas que adquieren una vivienda o una propiedad en una zona susceptible a inundarse, sean informadas al momento de la compra, aceptando voluntariamente convivir con esos riesgos.

En el plano normativos e institucional, Chile ha ido avanzando a una mirada integral del riesgo, desde un foco de atención y respuesta a la emergencia a una mayor consideración en prevención y preparación. Sin embargo, los frutos de dichos cambios no son rápidos y aún faltan barreras que abordar.

Una de ellos se asocia a la falta de recursos económicos y humanos. Los municipios más pequeños no cuentan con un presupuesto suficiente para los nuevos departamentos de riesgo. Algo similar ocurre en servicios públicos que elaborar los mapas de inundación y que no cuentan con el personal suficiente.

En un país con recursos limitados, es fundamental sumar y coordinar a diversos actores del sector público, privado y sociedad civil, bajo un principio de complementariedad. Por ejemplo, las universidades pueden contribuir a generar mapas de inundación o analizar problemas que sean identificados por municipios u organismos del Estado.

Ello nos permitirá avanzar en la tan anhelada resiliencia frente al riesgo de desastres, para disminuir los costos de los procesos de reconstrucción y los efectos de los desastres, que afectan la curva de crecimiento y desarrollo de cientos de familias y de la sociedad chilena.

La región del Biobío es la tercera región con más inversión de investigación y desarrollo de parte de nuestro Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación. Posee universidades destacadas a nivel nacional e internacional, así como centros de investigación en diversas áreas del conocimiento. Destaca también, por ser la segunda región con programas de postgrado a nivel nacional, lo que se ha traducido en que cuente con un alto número de profesionales con postgrado, quienes trabajan principalmente en universidades, pero también se encuentra en el sector productivo y público.

Una de las áreas en las que existe una fortaleza en investigación y desarrollo del Biobío es el área de océanos, reconocida internacionalmente, dado el alto número y calidad de publicaciones científicas, así como la calidad de profesionales de pre y postgrado formados en la región en este ámbito. Es destacable que contemos con cuatro centros de excelencia, INCAR, COPAS-Coastal, IMO y SECOS, que abarcan acuicultura, oceanografía, ecosistemas costeros, biodiversidad y sostenibilidad. Estas capacidades se han generado luego de más de cinco décadas de formación, investigación, al alero en una primera etapa de la Universidad de Concepción, a la que se han ido sumando la Universidad Católica de la Santísima Concepción, la Universidad del Biobío, así como otras universidades e institutos profesionales.

La Armada de Chile, tiene en nuestra región un polo tecnológico de alto nivel, con ASMAR hemos visto cómo en poco tiempo se han llevado a cabo iniciativas de alto valor, el último desafío la construcción de un nuevo rompehielos, el Almirante Óscar Viel, que estará prontamente navegando las costas australes de Chile, con excelentes capacidades de investigación y desarrollo para los científicos/as de nuestro país. A esto, se suma el sector productivo, la pesca de pequeños, medianos y grandes, quienes poseen conocimiento valioso y pocas veces conocido acerca de nuestras costas. Todas estas capacidades están en una sola región, Biobío. A ello, sumemos los municipios de zonas costeras, capacidades estatales como SERNAPESCA, Subpesca, y las Seremi de Medioambiente, Economía, por mencionar algunas.

Por tanto, tenemos una enorme oportunidad de ser una región que siga aportando conocimiento azul, para Chile y el mundo. Para ello, desde la Seremi de Ciencia, en colaboración con universidades, la Armada de Chile, iniciamos un ciclo de seminarios "El futuro de la Región del Biobío como un polo de desarrollo basado en el océano". En éstos, hemos abordado temáticas con una mirada del impacto del cambio climático al océano, su biodiversidad, los desafíos para la investigación así como la mejor articulación para la comunicación y trabajo con comunidades.

Hoy más que nunca requerimos de iniciativas colaborativas, que den respuestas a problemas complejos a los que nos estamos y seguiremos viendo enfrentados como sociedad. Solo recordemos que en pocos meses nuestra región se vio impactada por incendios forestales y dos eventos de inundaciones, todos, sin duda, han tenido y tendrán impacto en nuestras costas y el mar. A su vez, nos permite seguir avanzando en la descentralización, producción sustentable, colaboración, investigación transdisciplinaria, así como formar a más profesionales con mirada territorial, en especial a investigadoras, que aún son pocas en esta área. Todos ejes relevantes de nuestro presidente Gabriel Boric, por lo que desde el Ministerio de Ciencia, invitamos a seguir remando por un Biobío azul.