Innovación: motor del desarrollo humano
Roger Sepúlveda Carrasco, Rector Universidad Santo Tomás,
Recientemente recibimos en Concepción la visita de representantes de Tknika, centro impulsado por la Viceconsejería de Formación Profesional del Departamento de Educación del Gobierno Vasco, cuyo eje fundamental son la investigación y la innovación aplicada. En la ocasión, pudieron conocer experiencias locales en torno a la innovación, la cual es el motor de su trabajo y, sobre todo, como estrategia de desarrollo que los mantiene a la vanguardia en la formación profesional europea. Pero ¿qué tanto sabemos o qué tan relevante es la innovación?
La innovación ha sido durante siglos el motor que ha impulsado el desarrollo en comunidades y países. Desde los inicios de la civilización, la humanidad ha demostrado una capacidad innata para crear, mejorar y adaptar soluciones a los desafíos que enfrenta. La innovación no solo ha revolucionado industrias enteras, sino que también desempeña un papel vital en la mejora de la calidad de vida y el progreso económico.
A nivel comunitario, la innovación puede tener un impacto transformador. La capacidad de encontrar soluciones locales a problemas específicos crea un sentido de empoderamiento entre sus habitantes. Los proyectos innovadores pueden abordar cuestiones como el acceso a servicios básicos, la salud, la educación, el transporte y la energía, mejorando así la vida de las personas. Cuando las comunidades se convierten en incubadoras de ideas y tecnologías, el desarrollo sostenible se vuelve una posibilidad más realista y, sobre todo, co-construido.
Un ejemplo destacado es el de las tecnologías de energía renovable implementadas en áreas rurales con dificultades de acceso a la electricidad. Los sistemas solares y eólicos descentralizados han proporcionado una fuente confiable de energía a comunidades antes desatendidas, impulsando actividades económicas y mejorando las condiciones de vida de sus habitantes.
Para impulsar el desarrollo a través de la innovación, es esencial si fomentar una cultura que valore y recompense la creatividad y el pensamiento disruptivo. Esto implica promover la colaboración entre instituciones educativas, centros de investigación y empresas, ya que la sinergia entre estos actores puede desencadenar soluciones innovadoras nunca antes pensadas ni menos propuestas.
Además, los gobiernos deben crear un entorno favorable para la innovación, mediante la implementación de políticas que faciliten la protección de la propiedad intelectual, el acceso al financiamiento para proyectos innovadores y la eliminación de barreras burocráticas que dificulten el emprendimiento.
El futuro del desarrollo de la humanidad depende en gran medida de la capacidad de abrazar la innovación. La tecnología continúa avanzando a un ritmo vertiginoso y aquellos que se resisten al cambio corren el riesgo de quedarse atrás. Por ello, es fundamental que las comunidades y los países hagan propio el desafío de la innovación y lo utilicen como una poderosa herramienta para mejorar la calidad de vida de sus comunidades, proteger el medio ambiente y promover un crecimiento económico sostenible.