"La Iglesia asumía esto como su tarea misionera, de acompañar a los perseguidos de la Dictadura"
La labor de apoyo no estuvo exenta de problemas: tantos los funcionarios como los sacerdotes tuvieron que trabajar en la confianza de las víctimas junto con convivir con ataques y amedrentamientos.
Durante la dictadura militar fueron múltiples las voces que surgieron para defender los Derechos Humanos, pero hay una institución que cumplió un rol no solo desde el ámbito judicial, sino que también desde la acogida y el acompañamiento a quienes eran víctimas y sus familiares: la Iglesia Católica. La primera acción llegó con la creación del Comité Pro Paz por parte del cardenal Raúl Silva Henríquez, que integraba a otras religiones, y con el pasar de los años se crearon distintas instancias en Santiago y en regiones que dieron respuesta a los efectos que dejó el Golpe de Estado.
En Concepción esto vino de la mano de la Pastoral de Derechos Humanos. Allí llegó a trabajar en el año 85 la periodista María Eliana Vega como encargada de Comunicaciones. "Se sentía que había una visión unilateral respecto de lo que pasaba, había mucho flujo informativo oficial, pero no había un contrapeso en relación a lo que estaba pasando desde el punto de vista de las víctimas", dice la profesional respecto al trabajo que llegó a realizar.
Y si bien durante los 17 años que duró la dictadura, la Iglesia Católica tuvo un rol preponderante, Vega reconoce que a 50 años del golpe, la institución no tiene la relevancia social que en aquella época. Cree que se volcó hacia adentro, pero que aún se están haciendo acciones para volver a ser un actor relevante en la contingencia.
-¿Cómo se involucra la Iglesia en la defensa de los DD.HH. como institución? Porque se podría decir que era tomar una postura política.
-Fue una labor controversial en el sentido de que, obviamente, hubo personas que no aceptaron esto y también dentro de la misma Iglesia habían voces de rechazo. Decían que esto, aparentemente, no tenía que con la labor pastoral, pero con el correr del tiempo se empezó a comprender que la Iglesia asumía esto como su tarea misionera, de acompañar a los perseguidos, de estar, visitar a los presos, ver en qué condiciones estaban, preocuparse de sus familias.
-¿Cómo se desarrolla este trabajo en Concepción?
-Se fueron armando equipos de profesionales: abogados, asistentes sociales y otras personas que apoyaban esta labor hasta fines del año 85. Ahí Pinochet le ordena al cardenal (Silva Henríquez) que termine con el Comité Pro Paz, se acepta y se crea en Santiago la Vicaría de la Solidaridad. Pero en Concepción se arma un Departamento de Servicio Social, porque se pensó que ponerle el mismo nombre iba a generar más rechazo que aceptación, pero en el fondo se sigue cumpliendo la misma función solo que mucho más organizado, esto de la mano del arzobispo Manuel Sánchez.
-¿Quienes estaban liderando la institución a nivel local en esa época?
-Fue destacable la labor que hizo el arzobispo Manuel Sánchez, que llega el año 83 a esta zona, junto con el arzobispo auxiliar Alejandro Goic que había llegado antes, el 70, porque además a la Iglesia le tocó enfrentar casos muy dramáticos de violación a los DD.HH. El año 79 se produce el hallazgo de la osamentas de los 19 detenidos desaparecidos de Laja-San Rosendo, en un fosa ilegal en el cementerio de Yumbel, pero eso lo lleva la Iglesia, el propio arzobispo auxiliar Goic encabeza la misa, acompaña a los familiares.
-En ese contexto de miedo y desconfianza, ¿cómo se logró que las víctimas de violaciones a los DD.HH. y sus familiares llegaran y pudieran contar sus testimonios en la Pastoral?
-Esa dinámica fue bastante especial. La mayoría de las personas se informaban voz a voz y en los mismos lugares donde ellos buscaban a sus familiares. En los primeros meses del Golpe, la gente iba a preguntar a las comisarías, al Estadio Ester roa, a los regimientos, a la Base Naval de Talcahuano, y entre ellos se empezaron a pasar el dato. A decir que hay un lugar donde acogen a las personas, donde escuchan, donde se puede hacer la denuncia; y llegaron de a poquito. Por supuesto que los primeros meses la gente llegaba con harta desconfianza, porque no tenían ninguna certeza de que esto fuera algo real y no peor, pero era tanta la necesidad de que alguien los acogiera, los escuchara, de que alguien hiciera algo por ellos, que acudían.
-¿Cómo era el funcionamiento de la Pastoral?
-Se registraban en una ficha a mano, bastante rudimentaria, se recogían los datos principales de la situación que se denunciaba, todo lo que se sabía, pero había información que nunca se preguntaba, como la afiliación política, por si en algún momento la ficha era robada o el lugar allanado, eran datos sensibles. Al padre Camilo Vial, que es de los pocos que sobrevive y está en Santiago, era quien iba a los lugares de detención y también generaba desconfianza porque se creía que era un hombre de derecha, conservador. Él llegaba al Estadio, se encontraba con gente afuera y poco a poco iban sabiendo quién era él y preguntaban por su familiar cuando entraba, él averiguaba si estaba adentro y luego contaba. Por supuesto él hacia eso súper vigilado. De a pocos los prisioneros le empezaron a tener confianza, a tal nivel que muchos hoy lo visitan y lo recuerdan.
-Todo este trabajo, ¿se realizaba con resguardo o igualmente tenían temor de que existieran represalías o algún ataque en su contra?
-No había ninguna protección. Sentíamos el apoyo de nuestros pastores, pero estábamos todo expuestos. Recuerdo que cuando llegué a trabajar, Martina Wörner (directora ejecutiva de la Pastoral) y el padre Carlos Puentes me dijeron algo así como que iba a entrar al mundo de los que iban a ser perseguidos, como que de alguna manera iba a estar marcada por este trabajo, y de verdad que era así. Teníamos amenazas cada cierto tiempo, rayaban la casa de los DD.HH., hubo allanamientos extrañísimos que se camuflaban como intentos de robo, pero que sabíamos que eran amedrentamientos, muchos rayados en los ingresos a las parroquias. Al padre Carlos le quemaron su camioneta ahí mismo en la Parroquia Santa Cecilia el año anterior al Plebiscito, hubo accione directas en contra de sacerdotes.