Sobre Los genios de Jaime Bayly
Por José Manuel Rodríguez Profesor de Literatura UFRO
La novela del autor peruano consiste en una aproximación fascinante a la vida y obra de dos excelentes narradores de la narrativa del continente, ambos galardonados con el Premio Nobel. Tal fascinación se funda en las diversas avenidas de sentido que el texto contiene (avenida de sentido es el nombre técnico dado a significados que se despliegan en el texto literario).
La principal de ellas es la que hurga en un suceso absolutamente real: en 1976, en el marco de una premiere realizada en un cine de la capital de México estaban invitados Vargas Llosa y García Márquez.
El problema se desató en el momento en que este último se acercó con los brazos abiertos al, hasta ahí, su amigo Varguitas, pero en vez de un abrazo recibió "un derechazo fulminante, una trompada brutal, un iracundo puñete… un golpe que derribó a García Márquez y lo dejó inconsciente, los anteojos rotos, la nariz sangrando… el ojo izquierdo amoratado."
Luego, y cuando estaba en el piso, Varguitas le espetó "esto es por lo que hiciste a Patricia", su esposa en la época. Esta historia marca un cisma, el fin de una larga amistad y, también, del boom latinoamericano. El punto está en que se han tejido innumerables "cahuines", como diríamos en Chile, que intentan explicar un hecho que escapa a toda lógica.
Pero pareciera que el temible incidente sólo fuese un pretexto de Bayly para hablarnos de otra cosa y así aparece una siguiente avenida: la forma en que Los genios designa una época dorada de nuestra narrativa, y, de paso a nuestra literatura, sin complejos de ninguna especie y en un tono de exégesis, es decir, de respetuoso elogio.
De hecho, ya en el título se observa esto, pues la novela se llama Los genios en honor a Varguitas y Gabo. Genialidad que el texto recuerda a cada instante: habla de los jóvenes maestros, autores de novelas notables; de Cien años de soledad afirma que su inventor debe haber tenido dos cerebros, como mínimo, para componer esa obra magnífica, fastuosa; de Vargas Llosa anota que antes de los 40 años ya tenía tres obras maestras a su haber: Conversación en la catedral, La casa verde y La ciudad y los perros.
Y como decíamos, la exégesis no se agota en los dos monstruos, sino que también recuerda a sus compañeros del boom: Cortázar, el escritor de cuentos magníficos; el gran José Donoso, el innovador Carlos Fuentes.
Es decir, se sacude de un complejo muy propio de nuestra América, la imposibilidad de reconocer nuestras cumbres. El clásico chaqueteo. Bayly no sufre de esa enfermedad, claramente.
Baste pensar que de Neruda sostiene: "Es el mayor poeta del siglo XX en todas las lenguas" (y eso sin olvidar el terrible abandono que hizo de su hija). Es decir, el narrador peruano da una verdadera lección a todas y todos aquellos que se agotan en la crítica resentida, en el desprecio, en la infamia; esa multitud seudo intelectual que desprecia a Varguitas porque es de derecha o a Neruda, porque es de izquierda.
O que basurea a toda literatura que no sea panfletaria y que no denuncie las injusticias sociales. Contra ello escribe Bayly, pues nos recuerda que la literatura antes de todo es un arte, es decir, esa maravilla que desde siempre han intentado alcanzar los seres humanos.
Ahora, y en relación a los diversos chismes que han derivado del puñetazo famoso, el autor peruano también construye su propia explicación. La que hurga abiertamente en asuntos sexuales, políticos, sociales, sin freno alguno.
Y eso es propio también del arte, pues este siempre será comprometido, siempre será transgresivo. Una cuestión que claramente ignora la escuela del resentimiento. Y de retorno a las razones que imagina sobre el porqué del pugilato, conocerlas ya es tarea de los lectores que se animen con el estupendo libro que hoy comentamos.