"Esto ha sido una tortura permanente, pero no me voy a rendir"
Comenzó militando en las Juventudes Comunistas, trabajó para la campaña de Allende y cuando llegó la dictadura pasó a la clandestinidad. Así conoció a su compañero Alfonso Araya, con quien se casó y tuvo una hija, que él no pudo conocer porque desapareció el 9 de septiembre de 1976. Desde ese momento, Ester Araneda (75) inició una incansable búsqueda que se ha extendido por más de 40 años, donde también ha luchado por la preservación de la memoria y los Derechos Humanos.
Por Lesly Zurita Arriagada / lesly.zurita@diarioelsur.cl
"Nunca me imaginé esto. Porque uno siempre quiere tener una vida tranquila, un matrimonio feliz, criar bien a sus hijos, uno desea tantas cosas... La clandestinidad fue tremenda, después buscar a mi compañero tantos años en tiempos de dictadura, salir a la calle a denunciar, que nos tomaban detenidas, no subían a esos carros, nos metían a esos calabozos hediondos. Yo fui 33 años dirigente de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y estuve luchando en la calle porque no nos podíamos quedar en nuestras casas, teníamos que seguir adelante. Y esa lucha que algunos pensaron que iba a ser corta, nos duró 17 años. Diecisiete años de incertidumbre, de no tener una vida tranquila. Y vamos a seguir adelante, porque la memoria es muy frágil, tenemos que seguir denunciando ya no por nosotras, sino para dejar un país mejor y tengo la esperanza de que van a ser los jóvenes los que van a tomar nuestras banderas de lucha para seguir denunciando y haciendo memoria de lo que ocurrió".
El acercamiento a la política
"Vivíamos en Corral con mi familia y nos vinimos a Talcahuano después del maremoto en el año 65. Mi padre era comunista y recuerdo que en esos años en Corral, que era un pueblo muy chiquitito, en las noches de invierno teníamos una estufa y mi papá nos sentaba alrededor y nos conversaba de las luchas sociales porque él fue dirigente sindical de los Altos Hornos, que era como un Huachipato de ahora. Éramos cinco hermanos, yo soy la cuarta, y fui la que me ligué más a la vida política.
Cuando llegamos a Talcahuano, empecé a militar inmediatamente en las Juventudes Comunistas. Ya soy Medalla Luis Emilio Recabarren por mi militancia de más de 50 años. De ahí en adelante fui dirigenta comunal, regional de la 'J', me fui a Concepción y empecé a ser dirigenta nacional. Llegué a ser miembro del Comité Central de las Juventudes Comunistas, hasta el año 73.
Estuve muy ligada a la campaña de Salvador Allende, que llegara a la Presidencia era nuestra meta. Yo me entregué por entero al trabajo político, en el fulgor de mi juventud. Fue la época más linda que he vivido dentro de mi vida, que fue cuando salió Salvador Allende, porque veíamos otro futuro, todo lo que se logró hacer en esos tres años fue una cuestión que nadie se esperaba que pudiéramos avanzar tan rápidamente y la verdad no nos dimos ni cuenta cuando llegó el 11 de septiembre".
El golpe militar
"Yo vivía con mis papás y mis hermanas. Ese día yo tenía una reunión de las Juventudes Comunistas en el local que teníamos en Serrano 683 y me levanté temprano. Mi padre me dice 'hija, hay un golpe de Estado', yo le dije, ¿pero un golpe de Estado? Sí, me dijo, 'esto va a ser terrible'. Cuando él me dice esas palabras, yo como que cambié, me fui al local de las juventudes, no había movilización, estaba lleno de militares, yo a pesar de ser una mujer de cabeza bien fría me dio pánico ver tanta gente en la calle, todos caminaban, nadie conversaba. Cuando llegué al local de la 'J', unos compañeros estaban quemando documentos con nombres, direcciones, por todo lo que significaba tenerlos y que los encontrara la policía. Ellos se sorprendieron mucho de verme llegar y me dijeron que me fuera inmediatamente. Me fui, caminé hacia Freire, veo que un carro de policía detuvo a unos compañeros y llegué a mi casa a buscar ropa y no de ahí no pude ir nunca más porque comprometía a mi familia.
Alojaba en distintos lugares, empecé a formarme para lo que se venía. Nunca pensé que iba a ser una represión tan grande.
La primera declaración del Partido Comunista en Concepción la hizo un compañero que ya falleció, Carlos Fuchslocher. Yo tenía que ir a buscar el documento a Pedro de Valdivia donde él vivía y me vine en micro. Llego a donde estaba la cárcel, en Chacabuco 70, y nos para la policía. Ahí no sé si perdí el conocimiento, no sé qué pasó en mí, estaba con sangre fría con la declaración en mi cartera, no sabía si botarla, no me la podía comer, no podía hacer ningún movimiento porque los militares estaban arriba del taxibús. En ese momento, el militar de más rango dice 'todos los hombres abajo. Las mujeres que sigan'. Yo, en ese momento, nunca había agradecido tanto el ser mujer, porque me hubieran pillado con esa declaración, ese día y a esa hora, yo no estoy dándote esta declaración".
La clandestinidad
"Empecé a vivir mi clandestinidad desde el mismo día 11. No sabíamos qué hacer, cómo organizarnos, muchos compañeros ya estaban detenidos, otros habían arrancado de sus casas. Empezamos a tener una orgánica porque no podíamos dejar que esto pasara y la verdad es que yo creo que lo hice - no sé si lo haría ahora - con harta valentía, pero también con mucho temor a que me detuvieran.
El primer impacto lo viví cuando estábamos en una casa en calle Rengo, cerca del Cerro Amarillo, junto con el secretario de la 'J' Alfonso Padilla. Golpean la puerta y nos avisan que llegó la policía. Era 5 de octubre. Yo salgo por una puerta y caminé, Alfonso salió por la otra y lo patearon antes de subirlo al carro policial. No sabía si devolverme y seguí, corriendo avisé al Comité Central que había sido detenido. Lo andaban buscando a él, porque a mí ni me hicieron nada.
Estuve clandestina tres años. Fueron años terriblemente difíciles, creo que es lo peor que le puede pasar a un ser humano, andarse cuidando todo el día, pensando en que te pueden detener, en que te puede pasar cualquier cosa.
En diciembre del 73 me tuve que ir a Santiago, porque se supo que ya andaban preguntando por mí y era muy inseguro quedarme, se hacía insostenible mi vida en Concepción. Me fui unos días antes de Navidad, me dio mucha pena porque dejé todo botado lo que es mi familia, no sabían dónde vivía, nada de mí. Y en Santiago, fue aún más duro".
Su compañero alfonso
"Estaba encargada de recibir a los compañeros que llegaban de provincia y me tocó atender a mi compañero Alfonso Araya. Él venía de La Serena y yo tuve que atenderlo, decirle dónde se podía quedar a alojar, en qué parte de la organización iba a trabajar, todo eso. Ese día no lo pude atender y tuvimos que juntarnos hasta una tercera vez. Le digo 'yo hasta aquí llego, no nos vemos más'. Porque así era la clandestinidad, él no tenía idea de cómo me llamaba, yo tenía una chapa, de dónde era, absolutamente nada. Y él me dice 'te invito un jugo'. Yo no podía ir a tomarme un jugo, no sé qué pasó que se lo acepté. Cuando nos tomamos el jugo, me vuelvo a despedir para siempre y él me dice 'no, quiero decirte algo. No sé cómo te lo vas a tomar'. Ahí me dijo que se había enamorado desde el primer día en que me vio. Mi corazón para qué te cuento, la verdad es que me sorprendió mucho porque mi mente y mi corazón estaban en otra.
Nos enamoramos. Yo no me quería casar por la iglesia ni por el civil y él siempre quiso casarse. Le decía que era muy riesgoso, pero un día ya tenía la hora reservada. Llegamos con dos testigos, a las 8 de la mañana y éramos los primeros. Entramos y la oficial dice '¿cuál es la novia? ¿y las flores?'. Entra el fotógrafo y le dijimos que no queríamos fotos. 'Pero qué extraño este matrimonio' nos respondió la oficial, 'la novia no trae flores, no viene más gente y no quieren fotos. Aquí mando yo, sáquenle fotos'. Y nos sacó la foto. Gracias a la oficial, porque son las únicas fotos que tengo con mi compañero".
La búsqueda interminable
"Quedé embarazada y nos fuimos a vivir a una casa que nos pasaron unos compañeros. Él salió un 9 de septiembre de 1976 a juntarse con Aníbal Riquelme y Juan González, muy amigos míos, no los he olvidado. Me dice como as las 6.30 espérame aquí, te voy a venir a buscar para que vayamos a comprarle las cosas a la guagua. Eran las 7 y era extraño, él no podía demorarse, teníamos que ser estrictos. Cuando llegaron las 8, me empecé a preocupar y esa noche no dormí. Fui a un negocio, donde había un teléfonos con monedas y llamé a cada casa donde podía haber ido. Al otro día recorrí todo Santiago buscándolo, en ninguna parte lo encontré. Y ahí empezó mi calvario. Hasta la fecha nunca he dejado de buscarlo. Los tres están desaparecidos.
Con el paso de los días hablé con José Manuel Parada - el compañero que degollaron - para saber si seguía clandestina o me integraba a la agrupación ( de detenidos). Y ese día me fui con siete meses de embarazo. Cuando llego a la Vicaría de la Solidaridad, donde funcionaba la agrupación, ninguna de mis compañeras me preguntó nada, lo único que hicieron fue abrazarme, todos sabíamos a lo que íbamos".
La agrupación de familiares de detenidos desaparecidos
"Es una tortura permanente lo que nosotros tenemos. No han sido fáciles nuestras vidas, para nada, y hemos tenido que criar solas a nuestros hijos. Nosotras nos vamos a morir con este pesar, de qué le pasó a nuestros familiares. Cuántos hijos se han suicidado, cuántos ya mayores de 50 años tienen que estar todavía con psicólogos, psiquiatras, porque su vida ha sido tan difícil. Mi hija, por ejemplo, no conoció a su papá, no sabe quién es su papá, lo conoce por fotos y por lo que yo le cuento. No cualquiera puede entender lo que a nosotros nos ha tocado vivir, esto de buscar a un familiar no es cuestión de días, meses ni de años, no sabemos cuánto más vamos a seguir buscándolos. Yo tengo la esperanza de que nuestra agrupación nunca va a morir, que siempre va a haber una persona que le va a dar vida esto.
Si no hubiera sido por la agrupación, no sé qué habría sido de mi vida, yo fui una de las fundadoras en Concepción. Nos damos ánimo, yo conocí la vida de mis compañeras al revés y al derecho, es tanto que yo -sin conocer a sus compañeros - sabía cómo eran, qué les gustaba, cómo se vestían, que música oían. Uno entró buscando a su compañero, pero luego comenzamos a buscarlos a todos, y siempre lo hemos hecho.
De todas maneras, lo que nunca he perdido son las esperanzas, a pesar de los años, yo jamás me voy a rendir. ¿Sabes por qué lo hago? Porque yo debería estar cómodamente con una estufa en mi casa, pero lo hago por los jóvenes, porque no quiero que el día de mañana le toque a ellos o te toque a ti, lo que a mí me tocó vivir. Eso sí que sería terrible. Y que estos jóvenes puedan vivir una vida tranquila y no la incertidumbre tan grande que me tocó a mí. Tenemos que ser firmes en nuestra defensa de la memoria, porque hoy, el negacionismo está muy fuerte".