Italia se queda sin taxis entre reclamos de turistas y anuncios de autoridades
Grandes ciudades sufren por deficiente sistema de transporte público.
Son las once de la noche en Termini, la estación central de Roma, y una inmensa fila de viajeros espera ansiosa por montarse en alguno de los taxis estacionados. El metro está cerrado y apenas hay buses, pero los conductores solo aceptan a turistas dispuestos a pagar el doble o el triple de lo que marcaría el taxímetro, que no piensan activar.
La escena se repite a diario en otras ciudades de Italia como Milán o Nápoles, donde un deficiente sistema de transporte público y la negativa de los taxistas a ampliar su propia flota han llevado al borde del colapso la movilidad urbana, incapaz de asumir las multitudes de turistas que llegan en una temporada récord de visitantes.
Aunque es ilegal, en muchas ciudades italianas es habitual que los conductores rechacen a viajeros porque sus trayectos son cortos o vayan directamente a buscar a turistas que, entre engaño y necesidad, pactan un precio mayor.
"La demanda es mayor que la oferta. Todo se debe al excesivo poder del 'lobby' taxista, que siempre ha obstaculizado la competencia y doblegado a su voluntad al Gobierno y las administraciones municipales, impidiendo la expedición de nuevas licencias", denuncia Carlo Rienzi, presidente de la asociación de consumidores Codacons.
Menos de 8 mil taxis
Según explica Rienzi, el problema se sufre especialmente en Roma, donde no se asignan licencias desde 2006 y el número de taxis se mantiene por debajo de los 8.000, a pesar de que el turismo se disparó 40% solo en los últimos cinco años.
El visitante que aterriza en la capital italiana tampoco puede reservar de inmediato un vehículo con conductor a través de su teléfono, porque a diferencia de otras ciudades como París o Madrid, la rígida regulación ha impedido que estas empresas tengan una presencia destacada.
Básicamente estas nuevas aplicaciones, como Uber, enlazan a los usuarios con el servicio de taxis y la espera para lograr un coche puede superar incluso una hora.
"Desgraciadamente en Italia los servicios alternativos como Uber son muy limitados, tanto por una legislación obsoleta que no se adapta a las posibilidades que ofrece la tecnología moderna, como por el obstruccionismo de los sindicatos de taxistas", señalan desde la asociación de consumidores.
En Milán tampoco se licitan nuevas licencias desde 2006 y en Nápoles el caos en las estaciones es tal que hay policías controlando que se respeten los turnos en las filas, donde algunos usuarios denuncian que se les ha llegado a pedir miles de euros por transportarlos a localidades costeras.
Por todo ello, la autoridad antimonopolio de Italia lanzó una auditoría en el sector del taxi por los problemas que crean "graves perjuicios para los usuarios", como los tiempos de espera, la manipulación del taxímetro o el rechazo de los pagos con tarjeta para evadir impuestos.
Las protestas de viajeros en redes sociales son especialmente dañinas para la imagen de un país donde el 5% de su producto interno bruto depende directamente del turismo, según el Banco de Italia, por lo que el Ejecutivo de la ultraderechista Giorgia Meloni ya tomó cartas en el asunto.
"En los próximos días, el Gobierno abordará el problema del servicio de taxi con una solución basada en la eficiencia y transparencia hacia el ciudadano, equidad para los taxistas y respeto a las reglas del mercado", adelantó, aunque para Rienzi cualquier esfuerzo llega tarde: "En Italia estamos decenas de años por detrás de otras realidades europeas e internacionales, donde los usuarios tienen una enorme variedad de opciones que mejoran la calidad del servicio y la competitividad de precios".