Cuando Einstein, Juan Pablo II y Kennedy entraron al quirófano
En el libro "El arte del bisturí", recién traducido al español, el cirujano y escritor holandés Arnold van de Laar diseccionó en 29 operaciones célebres la historia de la medicina.
Por Andrea Lagos G.
"Es viernes, poco después del mediodía. Un hombre de cuarenta y cinco años acaba de ingresar en el servicio de Urgencias del Park Memorial Hospital de Dallas, con una herida abierta de bala en la cabeza; salen sangre y materia gris por el agujero. En seguida sacan de allí a los demás pacientes. Junto con el herido llega mucha gente e impiden el paso a los periodistas. Su esposa camina al lado de la camilla con la cara llena de salpicaduras de sangre. Una vez en la sala de trauma, la puerta se cierra y el paciente queda a solas con su médico, residente de guardia", es la escena con que parte el segundo capítulo de "El arte del bisturí" del médico del hospital Slotervaart de Amsterdam y escritor de 56 años, Arnold van de Laar.
Quien se desangra en la sala de urgencias es John F. Kennedy, luego de ser baleado desde una ventana abierta del sexto piso de un depósito de libros escolares de Texas.
Después de él, otras personajes históricos entran a pabellón en este libro que recién fue traducido al español. Por ejemplo Albert Einstein, el creador de la Teoría de la relatividad, quien "sufría una afección de la aorta en el abdomen potencialmente mortal"; o Juan Pablo II, que recibió una bala en la Plaza San Pedro mientras saludaba a los feligreses, y la Reina Victoria, una monarca a la que se le aplicó cloroformo para que "pariera sin dolor". En el tomo de van Laar hay otras intervenciones célebres de la antigüedad y de estos tiempos, narradas como si se tratara de una serie de televisión cuyo protagonista tiene una cuchilla en la mano y un cuerpo en la otra.
¿De dónde saco van de Laar el detalle de todas estas historias?
Él lo cuenta así: "Algunas eran bien conocidas entre los cirujanos: el bazo del Sha, el aneurisma de Einstein y la fístula de Luis XIV. Otras ideas me las trajeron colegas: la herida de Bassini y la amputación del seno de una dama inglesa en París. La muerte de la emperatriz Sissi, la de la reina Carolina y del presidente JFK las leí en sus biografías. Y, por ejemplo, la historia del astronauta Alan Shepard salió de un documental que vi en la televisión (allí mencionaban el tipo de operación, pero inmediatamente supe que era una operación placebo). También me enteré de la fractura de tobillo del rey persa Darío, al leer a Herodoto", resume desde Holanda donde trabaja, vive y anda en bicicleta.
-¿Qué tipo de personas son los cirujanos?
-La cirugía no es una profesión fácil. No sólo porque es técnicamente exigente, sino también mentalmente. Me asombran los cirujanos de la historia que tuvieron que realizar operaciones sin anestesia. Yo personalmente no habría sido capaz de cortar a un paciente que grita y está despierto. Los cirujanos de la historia eran gente sencilla con necesidad de ayudar a los pacientes o de ganar dinero. Siempre que no hubo anestesia involucrada, la cirugía se limitó a operaciones estandarizadas, principalmente en brazos y piernas. Esto prueba que no había mucha curiosidad por explorar el interior del cuerpo humano.
-¿Cómo se supera la muerte de un paciente?
-El cirujano continúa con el siguiente paciente que necesita tratamiento. Es aconsejable comprobar los propios resultados de vez en cuando. En los Países Bajos, esto es obligatorio. Cada cirujano debe conocer sus porcentajes de muertes y complicaciones y esto ayuda a relativizar su resultado.
-En su libro usted habla de Sherlock Holmes. ¿La enfermedad deja pistas a seguir?
-Holmes, el personaje de ficción que creó Arthur Conan Doyle, era un hombre solitario e inteligente, con la cabeza llena de conocimientos triviales que lo ayudaron a resolver misterios en la brumosa Londres. Se compara con la forma tradicional de búsqueda de soluciones a problemas médicos por parte de los cirujanos. Los médicos modernos actúan de manera diferente. Basan su búsqueda en todas las causas posibles y trabajan con esa lista para finalmente encontrar la única solución verdadera. Estas diferencias todavía se reflejan en las diferentes formas de tratar a los pacientes y sus enfermedades por parte de los médicos quirúrgicos y los médicos no quirúrgicos, lo que a veces puede generar cierta falta de comunicación.
-¿Qué cirugía realizada por usted mismo le dejó una huella?
-La cirugía del cáncer es muy exigente técnicamente, pero también (por supuesto) emocionalmente.
-¿Qué transformación médica le parece interesante?
-El mayor cambio que vi en los últimos 25 años en cirugía es la forma en que dejamos que los pacientes se recuperen después de la cirugía. No tienen que permanecer días o semanas en el hospital, como antes, sino que se recuperan mucho mejor cuando son dados de alta poco después de la operación. Esto revolucionó la cirugía y la atención hospitalaria.
-¿Cómo imagina a los cirujanos del futuro?
-Cada vez hay más enfermedades que no necesitan cirujanos, la cantidad de cirugías de bypass coronarias se ha reducido drásticamente en los últimos 20 años. Cada vez más operaciones quedarán obsoletas. Desafortunadamente, todavía se están realizando una gran cantidad de operaciones debido al uso de tabaco y alcohol. Si todo el mundo dejara de fumar y beber, muchos cirujanos podrían dejar sus bisturíes.