Por Sebastián Grant Del Río / sebastian.grant@diarioelsur.cl
En días en que mucho del cine que se está viendo está disponible en las carteleras comerciales, con las limitaciones de estrenos que ello implica, o plataformas streaming, como ventanas abiertas a diferentes gustos, estilos y propuestas; se agradecen que en el horizonte de la mirada todavía vivan (¿o sobrevivan?) los alguna vez imperdibles ciclos de cine.
Eran esas propuesta donde las películas se daban una vez a la semana, cuatro en el mes, sobre algún género, director o temática. "Proyecto Vermut" es una de las instancias que hace ya una década busca recrear en nuestra ciudad el ver una producción "in situ". Esto, aunque lo más cercano sea -actualmente- estar dispuesto a tomar asiento en una de las galerías, donde otrora funcionaron salas emblemáticas de nuestra ciudad: Regina, Romano, Plaza y Cervantes.
Tiempo pasado, que no debe significar nostalgia, simplemente, era la forma que hace unos 30 años permitía acceder al cine, salas que actualmente no existen, y que el proyecto liderado por Isabella Cichero busca hacer desde una instancia de tipo patrimonial. Finalmente, permite darle valor al hecho básico y que significa ver una película en "pantalla grande".
Sin ir más lejos, la selección de este año trajo a la capital penquista títulos como "Brujería" o "1976" que, con suerte, alcanzaron a estar una semana en cartelera, es decir, en las salas numéricas y sin nombre con que contamos actualmente. Pero se vieron, llegaron, alcanzaron a pasar por los ojos de aquellos aún interesados en ir al cine, para ver títulos que ya no se ven con tanta regularidad en ésta, por lo demás, una ciudad metropolitana.
Una buena historia
Por lo anterior, es que los llamados "Lunes cinematográficos", semanalmente proyectados en el telón del Teatro Concepción, sean tan convenientes y saludables en una ciudad de carácter universitario. O sea, supuestamente interesada por expresiones de un cine más autoral o con mirada si se quiere.
Pero no por eso, más complejo en términos narrativos, al contrario, permiten apreciar expresiones de un lenguaje que actualmente habla mucho por las imágenes, allí donde la composición es una herramienta fundante para el séptimo arte. y frente a la cual el espectador está atento. Ello sin contar con tantas explicaciones de una literalidad propia de muchas de las producciones que se están viendo hoy en día en varios de los diferentes accesos.
Disponible cada lunes en una sola función- 19 horas- el promedio de asistencia bordea entre las 150 y 200 personas, cifra más que saludable para los derroteros presentes, allí donde las salas de un cine no comercial se disminuyen en el caminar del presente.
Uno que, sin duda, se buscara recobrar, en el decir de Raúl Ruiz, a través de los clásicos "Miércoles cinematográficos", antecedente a lo que el Teatro UdeC desarrolla desde más o menos 1998.
Igualmente, son muchos los que harían mandas por volver a ver ciclos de Claude Chabrol, Truffaut o Godard en la Alianza Francesa (Colo Colo 1), o una retrospectiva del cine mudo alemán en el Goethe, cuando estaba en Chacabuco, y las películas de Wenders, Herzog o Murnau eran cita semanal.
En esos años tampoco era masivo el público que acudía por las películas que se proyectaban en 16 milímetros. Entre 15 y 50 personas era el promedio, cifra menor a la que hoy lleva el Teatro UdeC. Por ahí, alguna de Alan Parker ("Birdy", "Pink Floyd: The Wall") o "El amanecer de los muertos vivos" (George A. Romero) llenaba hasta los pasillos del Cine Romano con tal de tener la posibilidad de ver una de zombie en pantalla grande.
En aquella citada función para ver la segunda entrega de la trilogía zombie del realizador norteamericano, conseguir una entrada era un verdadero triunfo en la segunda mitad de los años 80, y donde pocas veces se sintió a una platea gritar desde el alma frente a las imágenes que sorprendían desde su inesperada y explícita naturaleza. Esto, cuando todavía el mall -principal locación de la cinta- era para muchos penquistas un mero argumento para ver en películas.
Clásicos, posiblemente, o sea modelos a seguir, de las muchas obras que relataron buenas historias. De paso, también explica por qué el ciclo "Clásicos de Cinemark" agote entradas en un puro día y horario de función, contando al frente con Kubrick o William Friedkin, el director que supo tomarse el tiempo y el ritmo para plantear una obra superior como "El Exorcista", en 1973.
Cinta que estará en cartelera este año, mejor que varias y que merece estar más de un día. Por lo mismo, y cuando algunos plantean que todos los argumentos se han contado, siempre habrán lugares o ciclo como éste en cadena o los "Lunes cinematográficos", que jugarán sus cartas por ese público siempre acotado que goza con las buenas historias.