Lebu nació como fuerte a inicios del siglo XVII, cuando Alonso de Ribera ordenó la fundación de Santa Margarita de Austria, unos 4,8 kilómetros al interior del río Lebu. El fuerte no duró mucho, y salvo misiones religiosas, la presencia hispana no fue de importancia, y el protagonismo del sector tampoco aparece en los cronistas, sólo que fue refugio de las tropas leales a Vicente Benavides en la Guerra a Muerte (1819-1824).

Sólo en la década de 1850, a raíz del descubrimiento de carbón en la costa, en los cerros que se sitúan a espaldas del actual poblado, es que las autoridades pusieron sus ojos en el sector. Matías Rioseco, Martín Figueroa y Juan Mackay fueron algunos de los pioneros que incentivaron al Estado a hacerse presente en dichas playas, acompañados por Cornelio Saavedra, responsable de la construcción del fuerte y ciudad de Lebu en 1862. Así, y al igual que Coronel y Lota, la urbe se convirtió en un importante poblado minero y portuario.

Su crecimiento urbano y demográfico fue excepcional: entre 1865 y 1875 sus habitantes pasaron de ser poco más de 500 a más de 5.000 almas por la actividad carbonífera y portuaria. Su río, parte de su identidad, sirvió como medio de navegación hacia el interior del territorio, comunicándolo con lugares que comenzaron a figurar a inicios del siglo XX, tales como Los Álamos y Curanilahue.

Lebu ha sido también puerto de cabotaje y de exportación, tuvo astilleros y muelle fiscal, el que fue afectado por el terremoto del 2010, al igual que el curso del río.

Al alero de su plaza de armas, donde estaban los cañones que hoy están en el patio de los cañones de La Moneda (dos de los cuatro), nacieron los edificios institucionales como la municipalidad, cuartel, cárcel y una capilla, la que en 1869 se transformó en parroquia bajo la advocación de Santa Rosa de Lima.

Es indudable que su desarrollo se debió al carbón. Por ello se construyó un ferrocarril (1911-1927) que conectaba al puerto con Los Sauces. Nunca llegó a conectarse con las minas de Curanilahue, como había sido el plan original.

En el ámbito portuario, el fisco financió y construyó un muelle fluvial, el cual ayudó a la comunidad a enfrentar la demanda de carbón y otros productos agroganaderos. Sin embargo, el paulatino cierre de las minas (que concluyó en 2008) y el terremoto de 2010 trajeron una crisis económica, que ha podido ser en parte subsanada gracias al turismo, comercio y actividad silvícola (forestal).

Aún quedan huellas de ese pasado glorioso, ligado fundamentalmente a la minería. La casa Ebensperger, en una de las esquinas de la plaza de armas, es testimonio de esos antiguos comerciantes, así como viviendas de madera ubicadas en el centro de la ciudad. Acompañan la plaza el edificio de la Ilustre Municipalidad, dos escuelas ("Rebeca Castro" y "José Joaquín Pérez"), el templo y el edificio de la gobernación provincial de Arauco.

No puede obviarse la plazoleta de ingreso a la ciudad por la ruta 160, donde un "Bienvenido a Lebu" recibe al visitante, recordándole que ha sido tierra minera, mapuche, mestiza y de poetas.

El turismo ha ido tomando mayor protagonismo. Algunos atractivos son la cueva de Benavides, la cueva de Toro, el festival de cine, las áreas reservadas a la pesca deportiva, sus hermosas vistas, el mar ideal para deportes náuticos, y ser la cuna del poeta Gonzalo Rojas (1916-2011). Asimismo, el extenso muelle fluvial, uno de los pocos que existen en Chile. Estos elementos le han abierto oportunidades a una ciudad que puede y debe proyectarse como una de las zonas importantes de desarrollo turístico nacional, en una comuna que hoy cuenta con poco más de 25.000 lebuenses orgullosos de su pasado, y comprometidos con su futuro.