Esta exposición nos invita a reconocer una serie de características de nuestra sociedad. El título alude a que tanto la selección de trabajos, como la organización de la exposición, fueron realizadas y curatoriadas sólo por mujeres. En nombre de ninguna refleja el desconocimiento que por décadas se ha mantenido respecto del trabajo artístico de mujeres chilenas, casi ausentes en libros de historia del arte, con excepciones en los últimos años (Modernas, de Gloria Cortés Aliaga).
Han pasado 58 años desde que se inauguró la Casa del Arte, creada para resguardar, restaurar, exponer y enseñar el arte, y me parece imprescindible mencionar que por primera vez se exponen SÓLO obras de mujeres, tapando esculturas de varones, acentuando la carencia de exposiciones como ésta.
El trabajo artístico de las mujeres cuesta nombrarlo porque, como bien lo expresan Parker y Pollock (2021), no existe un nombre que diferencie a sus creadores (hombres, mujeres, trans, etc.) y, como históricamente en occidente, nos han enseñado que "artistas" se refiere a hombres (libros de Historia del arte). Es necesario distinguirnos con algún sustantivo o artículo para saber que estamos hablando de mujeres. En el mismo texto, las autoras citan a Nochlin y Sutherland, quienes en 1976 realizaron una gran exposición de obras de mujeres artistas, en Estados Unidos, aspirando a que por fin se rompieran las barreras de exclusión para el trabajo de las mujeres en el ámbito de las artes (Parker; Pollock, 2021:71). La presente exposición "Nosotras. En nombre de ninguna" nos dice que estamos avanzando.
En esta exposición decidieron no dejar fuera a ninguna de las artistas que tenga trabajos en la colección de la Pinacoteca. Esto implica un ejercicio bastante complejo del que aplaudo el resultado. Maestras artistas que, desde el siglo XIX, han trabajado en dibujo, pintura, grabado, esculturas, tapices, fotografía e instalaciones, muchas de las cuales nunca había visto, en más de 30 años visitando esta Pinacoteca. Estaban ahí, pero no expuestas, por lo que para muchos no existían.
No sólo por lo excepcional del ejercicio curatorial es un imperativo visitarla, sino porque se sorprenderán del maravilloso y diverso trabajo de las artistas: retratos, escenas cotidianas, vínculos con el territorio, maravillosos mundos imaginarios, con excepcional dominio técnico y muy buen dibujo, nos sumergen en un viaje por nuestra historia, nos espeja quienes somos, hemos sido y nos permite comprendernos en tiempos tan caóticos como los que vivimos. Parafraseando a Heidegger, si la obra de arte puede ser un objeto-para-el conocimiento, tenemos aquí un magnífico lugar para ir a visitarnos, para identificar cómo, a pesar de las limitantes impuestas a las mujeres para estudiar la figura humana desnuda y sobrellevando las dificultades que los grupos hegemónicos masculinos pusieron a las artistas, ellas se las arreglaron para encontrar espacios en los que desarrollar su trabajo y se conservara para ver la luz ahora. Por eso, mientras más personas visiten la exposición, mayor será la existencia de cada una de las obras expuestas.
No supongo o espero que con una exposición en 60 años se subsane la exclusión y eliminemos los sesgos de género en el trabajo artístico local o nacional. Muy por el contrario, creo que es un acto reparatorio, necesario e inicial, que no debe quedar sólo en esta exposición sino que debe repetirse y expandirse para darnos el lugar que nos corresponde.