"Hoy es más la gente que escribe que la que lee"
"La vuelta al perro" (Overol) de Cynthia Rimsky nos trae su vida de campo y pueblo chico en Argentina.
Por Cristóbal Gaete
En un pueblo de Argentina vive Cynthia Rimsky. Un pueblo que nos es familiar, en tanto los problemas de agua que allí se viven, las dificultades de la naturaleza y el crisol de personajes que allí habitan. A todo ello le da cabida la escritora en "La vuelta al perro" (Overol).
Rimsky viene publicando desde inicios de este siglo narrativa, la que combina con sus clases de escritura en universidades y talleres de Chile y Argentina, país donde reside desde el año 2012. El año pasado publicó la novela "Yomurí" (Random House Mondadori), apreciada por la crítica como es habitual en su obra. Ha recibido dos veces el Premio Municipal de Literatura y una vez el Mejores Obras Literarias del MINCAP.
Justamente desde sus escritos en medios, de sus contraportadas en el desaparecido suplemento literario La Palabra Quebrada, que circulaba inserto en el periódico El Ciudadano, nace parte del material de "La vuelta al perro", que en esta edición cuenta con imágenes de María Aramburú.
"Primero que todo esto nunca fue un libro, nunca tuve la idea mientras escribía las columnas de la 'Santa patrona' (el nombre que recibía su sección). De hecho, no me gusta esa gente que llega y agrupa las columnas tan rápidamente", afirma sobre el trabajo y sus textos publicados.
Sobre el proceso de marcada reelaboración de los textos, la escritora asegura que "me gusta más reescribir que escribir, que quede muy perfecto. Por lo que releí las columnas y se me ocurrió el título. A partir de ahí me dieron ganas de hacer un libro que fuera muy distinto a las columnas. Escribí las que faltaban para esta estructura nueva".
A Cynthia Rimsky siempre le interesaron las cosas más pequeñas, las más intrascendentes. Y mirar desde allí el mundo, no desde el poder. La gente tiene su propia sabiduría, su experiencia. Tienes que escucharla", invita.
-¿Qué diferencias hay entre el campo en Argentina y el campo chileno?
-Acá está completamente destruido como campo. Hay grandísimas extensiones de empresas que plantan soja o transgénicos, o tienen grandes extensiones de ganado no de pastura, que lo alimentan con cosas horribles, no se mueven las vacas. Es muy distinto, no es como en Chile, que tú siempre ves una casita de alguien, acá nunca ves una casa en la carretera.
-En tu libro hay combos, fiaca, boleta; argentinismos y chilenismos combinados. ¿Cuál es tu favorito?
-Me encanta una palabra que aprendí cuando llegué acá a Argentina: "Divino". En Chile nunca nadie te decía divino, siempre es crítico, echar para abajo. Me parecía algo increíble.
-¿Qué te ha enseñado la vida fuera de la ciudad?
-De que cada cosa tiene su tiempo y se demora. Siempre se echa a perder el pozo del agua, cortan la luz, hay que ir a buscar la leña o las hormigas se meten bajo la casa. La naturaleza se mete en todo, como que todo cuesta más y haces menos cosas en el día. Todo tiene su procedimiento, cuidar la pala, lavarla tras de usarla, todo eso.
Más gente que escribe
-Haces una crítica a cómo hoy se desarrolla la literatura.
-Acabo de leer que a la Feria del Libro (de Buenos Aires) fueron un millón doscientos mil y tantas personas, sin embargo, los únicos que vendieron fueron romance, infantil, juvenil, aventura; ninguna editorial alternativa está mencionada en los resúmenes. Actualmente es más la gente que escribe que la que lee, entonces los escritores y las escritoras están viviendo de los talleres y mucho menos de sus libros. Estás viviendo de gente que la incentivas y que les va a pasar lo mismo.
-¿Cómo viste aplicado eso en la feria?
-Tú veías las mesas chilenas o los diálogos latinoamericanos, eran un éxito si llegaban cincuenta o sesenta personas, y a los de youtubers iban quinientas personas. Las editoriales prefieren quienes tienen redes. Los escritores o escritoras han perdido el lugar social de admiración, entonces se pide producir al mismo tiempo que al ritmo de una fábrica. Para vivir uno debe producir una serie enorme de textos para mantenerse en la línea, porque si no estás en el tapete las editoriales después no te publican. Eso fue claro en la pandemia, y desde ahí no bajó la cosa.
-¿Crees tú que sin la pandemia hubiera surgido este libro?
-Hubo menos ruido y tengo la sensación que este un libro de mucha escucha. En la pandemia se atenuó mucho el ruido de todo tipo, y eso me permitió a mí escuchar cosas que cotidianamente no escuchaba. También bajó el ruido visual, había menos personas, quizá cuántos conejos o liebres me perdí de ver.
-¿Qué te pareció la participación chilena en la Feria?
-Me abstuve de participar, solo participé en los diálogos latinoamericanos que se organizaban acá en la Argentina, estuve solo en una mesa chilena. No voy a la feria, me parece que no son dimensiones que están en relación con el cuerpo de uno, y, por otro lado, no me interesó ninguno de los temas planteados por la organización de Chile en la Feria del Libro.
-¿Qué echaste de menos en ese programa?
-Hubo dos grandes ausentes: la tradición literaria y todos los temas eran sobre política contingente. En la literatura tenemos que defender un espacio de potencia de la literatura, que puede cambiar miradas y proponer otras lecturas, no tiene por qué estar relacionada con otras cosas.
-¿Por qué los locos cayeron en desgracia en los pueblos chicos?
-En los barrios siempre había un loco, cuando era chica era una figura que a una le daba susto y al mismo tiempo era atractivo. De repente hoy día todas las personalidades disonantes que no están en la lógica del mercado, del triunfo o fracaso, son personas que van saliéndose de la fila. Antes había una estructura social que contenía a esas personas, como el borracho del pueblo o el buenazo del pueblo y ahora van quedando a la buena de dios.