Desde 1550, año en que Concepción fue fundada, ha mutado de capital a centro militar en el período colonial chileno, hasta su actualidad como metrópoli. No es menor que sea conocida como ciudad universitaria, albergando importantes infraestructuras que se han visto sometidas a la recurrencia sísmica. Es el caso del 27 de febrero de 2010, donde la zona central y sur del país fue sacudida por un mega terremoto de magnitud 8.8 con posterior tsunami en varias costas. Tampoco es casualidad que este terremoto esté en el ranking de los mayores en el mundo: Chile está ubicado en un contexto sismo-tectónico complejo con una elevada recurrencia sísmica, quizás de las más grandes del planeta.
Concepción es una de las ciudades con mayor industrialización en el país y una de las tres más pobladas junto con Valparaíso. Sus edificaciones y mobiliario público han evolucionado, pasando de albañilería a edificios en altura y grandes y modernas construcciones. En este proceso son pocas las estructuras patrimoniales que siguen en pie, sobre todo por los grandes sismos.
De acuerdo a datos de la Segpres en 2011, el terremoto de 2010 generó pérdidas del orden de los US $3.943 millones, duplicando las del terremoto de Valdivia (1960) y quintuplicando las del terremoto de Valparaíso (1985). Sin embargo, las viviendas representaron el 13% de las pérdidas totales en comparación al 63% del terremoto de 1960.
Al respecto, el Minvu indica que 370 mil viviendas fueron afectadas por el terremoto del 27F, de las cuales el 20% corresponde a construcciones de programas de vivienda social. Si bien la vivienda privada también fue afectada, como los edificios Don Tristán (Maipú) y Alto Río (Concepción), se trató de casos excepcionales que combinaron diseños y tipificaciones de suelo inadecuados con malas prácticas constructivas. El resto de edificaciones sufrieron daños menores y se puede decir que la infraestructura tuvo un desempeño sísmico positivo.
Afirmar que estamos preparados para soportar terremotos de determinada intensidad no es prudente, sin embargo, las normas chilenas de construcción de viviendas y edificios han incorporado aprendizajes, introduciendo nuevos procedimientos y técnicas de análisis.
Los avances tecnológicos, desde el punto de vista estructural, han sido notorios en las dos últimas décadas. En Concepción cada vez más construcciones incorporan sistemas de protección sísmica y nuevos diseños con materiales como acero y madera que permiten industrializar procesos, minimizando errores constructivos y de fabricación, alcanzando estándares de calidad equiparables a países desarrollados.
El desafío está en las viviendas sociales, que requieren una evolución estructural y arquitectónica que permita elevar la calidad de vida. Además, la instrumentación sísmica necesita aumentar en número y efectividad. Conocer e identificar daños en edades tempranas debido a escenarios multiamenaza permitirá tomar medidas frente al riesgo. Al igual que en la informática, la rapidez y cantidad de información que se obtenga del entorno permitirá robustecer las acciones de mantención.
Aunque nunca es suficiente mientras vidas de seres humanos se vean afectadas ante desastres naturales, hay una tendencia favorable en la mitigación de la vulnerabilidad sísmica chilena a través de la mejora continua, la correcta asignación de recursos en la formación del capital humano y la evolución de los entornos donde nos movemos para alcanzar y mantener buenos niveles de resiliencia.