Sandra Santander y su regreso a la Casa del Arte
La exposición inaugurada el viernes fue la excusa para que la escultora penquista regresara al lugar, donde por más de 10 años fue curadora. Ahora lo hace desde otra vereda.
Para Sandra Santander, "Canción para mi bosque muerto", exposición de su autoría inaugurada el viernes, es como un segundo regreso a la Casa del Arte UdeC.
Lo anterior porque, como artista, debemos remontarnos hasta el 2000, año en que en este mismo espacio montó la exposición "En algún lugar", y coincidencias del destino, también con escultura en madera. Tal como la que actualmente luce en la Sala 5, conformada por 22 esculturas.
Enmarcada en el contexto de la Escuela de Verano UdeC 2023, "Voces, imaginarios y territorios", la artista con una trayectoria de más de 30 años, se mostró muy satisfecha de volver a la casa mater.
"Más de 20 años después, retomo esa línea de trabajo con esta muestra, que de alguna manera es la continuación de aquella ('En algún lugar'). Fue un largo paréntesis de introspección y aprendizajes", resume quien se desempeñó como curadora del espacio donde hoy vuelve como artista, entre 2007 hasta marzo del año pasado.
Esa otra vereda, añade, relacionada con procesos de selección; le sirvió para desarrollar el juicio crítico y trabajar con una colección que, define, como extraordinaria.
"Ahora vuelvo como expositora a la Pinacoteca que tiene la mejor sala de la ciudad como lo es la sala CAP, indudablemente es un honor estar ahí", apunta reiterando que esa etapa de su vida profesional le dio una gran experiencia.
Uno los aspectos llamativos es el título de la presente muestra de la escultora titulada en la UdeC, "Canción para mi bosque muerto".
"Hace referencia a la muerte, que generalmente se entiende como el fin de algo, pero la muerte también puede ser un comienzo, un cambio de ciclo. En esta exposición juego un poco con eso, la muerte está muy presente en el luto del paisaje, pero también están manifestados signos de vida, de transformación. Ambos conceptos se complementan en una dualidad como el yin y el yang, como la vida y la muerte, las fuerzas opuestas que se complementan", señala quien suma más de 12 exposiciones individuales.
- Es un nombre fuerte, como que pone una pausa al espectador/ visitante. ¿Cuál es el todo que propones a través de las 22 esculturas que siento logran un relato?
- En efecto, en esta exposición hay 22 volúmenes escultóricos y cada uno está, tanto en lo formal como en lo conceptual, muy conectado con el otro, con la idea de conformar un solo discurso. Es una gran escultura que se fragmenta y se disgrega por el espacio expositivo para posibilitar el recorrido, en una inmersión en un determinado lugar en donde el espectador puede reconocerse como parte de ese paisaje y tener una experiencia que vaya más allá de la mera observación.
Mirada de la artista
Sandra Santander cuenta que ésta era una apuesta que tenía pensada hace ya un buen tiempo.
"Mi trabajo en la Pinacoteca, el horario laboral, me impedía dedicar el tiempo completo a trabajar en las obras y eso me significó reflexionar mucho sobre el tema de la exposición. Yo no exponía hace más de 10 años un proyecto nuevo y el proceso implicó renovar el discurso, porque ha cambiado el mundo y mi manera de ver el arte", expresa, quien expone su mirada en piezas creativas (las más pequeñas) de 50 x 50 cms. y las más grandes de 2.10 mts.
- Eso nos lleva al punto de vista de la propuesta, como estar componiendo una canción que fragmenta el paisaje que propones.
- Lo de canción es un eufemismo para expresar un sentir frente a una naturaleza lastimada, a ese entorno tan predominante en esta región, de tanto verde, de pastos generosos, de árboles poderosos y entrañables y que, sin embargo, presenta una fragilidad inquietante. Entonces compongo desde la escultura una puesta en escena que interpela al espectador desde la tridimensionalidad.
- Aparece la naturaleza y la memoria en tu obra. ¿Como las concibes o expresas?
- Sin duda, tengo en la memoria un catastro de experiencias con la naturaleza que descubrí siendo niña, cuando jugaba en el campo de mi abuela bajo un bosque de cerezos y encinos, hasta que un día mi abuela se vino a la ciudad y ya no hubo más juegos en el bosque. Esas experiencias fueron muy determinantes en mi conexión con la naturaleza. Cada tanto siento la necesidad de volver allí, de caminar por algún bosque en el sur de nuestro país, Alto Bío Bío, Lonquimay, Icalma o Neltume (...) Y voy observando y recolectando ramas, leños, gestos, olores y colores que voy atesorando casi de manera inconsciente.
- ¿Cuáles fueron los tiempos en que desarrollaste las esculturas?
- Es el trabajo de ocho a nueve años. Ha sido un proceso lento, pero sostenido en el tiempo. Durante mi paso en la Pinacoteca trabajaba a ratos, desde la pandemia y ahora retirada del trabajo formal, ya hago taller con mayor dedicación horaria, lo que precipitó que concluyera este ciclo y esta exposición.