Un libro que hurga en el lado oscuro de la maternidad
En esta primera novela de Bernardita Bravo hechos anómalos acontecen en el ficticio pueblo de Potreritos. ¿Cómo una madre da y quita la vida?En esas aguas negras se hunde la trama de "No reinas".
Por Amelia Carvallo Alman
En los eriales que circundan al pueblo que creó Bernardita Bravo Pelizzola en su novela "No reinas" se han visto niños y niñas criados por animales, seres abandonados, asilvestradas lejos de las reglas humanas. A lo largo de la novela la protagonista se conoce como M.A., siglas de Madre Asesina como la nombran los expedientes del sistema judicial o Emeá como la conocen en la jungla carcelaria a la que va a parar. "No reinas" es una parábola sobre el cuidado y el dominio y sobre los controles que cercan nuestra convivencia: "En un mundo donde nadie protege a nadie, en donde solo se ciernen sospechas y desconfianzas ante los demás, nadie conoce realmente a su vecino (...)Las mujeres se enfrentan en soledad a sus destinos, violentadas por un mundo machista y cruel. Y en donde quienes pagarán las peores cuentas serán los niños", dice la reseña de la primera novela de Bernardita Bravo.
La trama de "No reinas" va sumando hechos anómalos que acontecen en el ficticio pueblo de Potreritos donde hay apariciones y una madre ahoga a su hijo mientras lo baña, un hecho que luego le retumba en el corazón. "Imaginó que un cuerpo la levantaba suavemente del suelo, como si no pesara, y la arrojaba por la ventana. No alcanzaba a escapar: el mismo cuerpo, antes de que el suyo tocara tierra, la traía de vuelta al baño y la dejaba en la misma posición, de rodillas junto a la tina. Eso es lo que recuerda: una imaginación", anota Bravo.
La autora, que estudió Estética y Literatura en la Universidad Católica, trabaja hace años en fomento lector para una red de bibliotecas municipales y es madre de una niña y un niño. Cuenta que la historia en la que se basó "No reinas" es real y que se enteró de ella dentro de su circuito más familiar.
"La anécdota propiamente tal es a partir de una historia que conocí, una historia real cercana a mi casa, que obviamente en la novela está muy adaptada y ficcionada".
Bravo dice que deliberadamente no se metió a estudiar el sistema judicial ni las cárceles para mujeres porque no quería descripciones, sino meterse en los personajes. Además, optó por alejarse del relato periodístico, aunque describe cómo la prensa llega al pueblo: "Llegaron los periodistas y los vecinos se aglomeraron de golpe afuera del lugar de los hechos: la casa. Los periodistas ya habían ido antes a Potreritos por las 'apariciones' que cada tanto ponían al pueblo en la portada del diario regional o en la pantalla de algún matinal. Pero esto excedía cualquier rareza, esto era espeluznante. Por ahora era una noticia en desarrollo y el titular decía: 'Mujer ahoga a su hijo en la tina'. No se necesita más para desencadenar una bomba. El vecindario estalló, los comentarios de desconocidos en la versión digital de algunos diarios, también".
Sobre los ambientes que describe, el laboral del motel por ejemplo, dice Bernardita Bravo que siempre le ha interesado observar cómo funciona el cuerpo en los contextos en los que se trabaja. Para ella es todo un desafío habitar realidades que no tienen nada que ver con la suya.
La protagonista de la novela trabaja en un motel. Allí se encarga de hacer las camas de manera perfecta: es una experta en pliegues y vestigios del sexo. Así describe Bravo en su libro la fachada del lugar: "El motel del que robó la toalla queda a la entrada del pueblo. Se anuncia en la carretera con un cartel rojo que dice en letras cursivas: El Escándalo, y justo abajo, con letra más chica: 'Vívalo acá, no en su casa'. Trabajaba allí de lunes a sábado".
-¿Cuándo y cómo empezaste a escribir "No reinas"?
-Justo al día siguiente de presentar mi libro "Estampida" (volumen de cuentos que ganó el Premio Municipal de Literatura de Santiago) a fines del año 2018. Lo primero que escribí fue el capítulo que abre la historia y que es muy parecido al que hoy aparece al comienzo. A mí me gusta situarme en lugares que interpelen, y que de alguna manera nos hacen hurgar adentro nuestro en emociones que no son tan cómodas, cuestiones que son difíciles de encarar, algunos temas que son tabú. Y este tema en particular, de mujeres que matan a sus hijos, es tabú. Pero, sorprendentemente pasa de manera más habitual de lo que creemos. Lo que rige mi pasión por la escritura es la posibilidad de adentrarme en ese tipo de profundidades. Me apasiona y entretiene. No lo hago con un afán provocativo, realmente me intrigan esas pulsiones. A pesar de lo denso que puede ser el tema, lo paso bien escribiendo.
-Sobre el tema del cuidado, ¿qué reflexionaste?
-Me interesó transmitir lo insondable que habita en cada ser humano. Siempre creemos que tenemos todo muy claro, muy bien etiquetado. Creo que siempre hay algo que se nos escapa y que es muy difícil penetrar en la intimidad de cada ser humano. Unido a eso está el tema de la infancia y lo pongo en diálogo con que en la infancia estamos menos domesticados por decirlo de alguna manera.
-El adulto se vuelve inseguro...
-Hay un misterio en el niño que luego se va convirtiendo en adulto y se empieza a develar, pero siempre hay algo que se nos escapa y estamos tratando de entender. Finalmente sabemos y entendemos muy poco. Poner este acontecimiento, que es bien brutal e incomprensible, me interesaba narrarlo como ejemplo de algo que no puede ser, que es inconcebible. Al buscar las razones, finalmente, quizás no hay un porqué, todo es inexplicable. Me gusta el tema de la infancia. Más allá de la crianza, me encanta observar el mundo de los niños. Tengo una hija y un hijo que son fuente de inspiración permanente. El reino de la infancia y trabajar en educación me inspira.