El tuberculoso que corrigió su futuro en un hospital
"Para que no me olvides" (Ediciones UV) trae de vuelta los poemas del autor de "La vida simplemente". Sus letras sobrevivieron en canciones de "Los Ángeles Negros" y el "Bloque depresivo".
Por Cristóbal Gaete
Óscar Castro fue profesor de castellano en el liceo Rancagua hasta su muerte. Esa ciudad lo nombró "hijo ilustre".
La poesía de Óscar Castro (1910-1947) ha sido recitada y cantada. Sus poemas llegaron a grandes públicos cuando ya había fallecido, a mitad del siglo XX, con tan solo 37 años de edad, apestado de tuberculosis en Santiago. Las obras que corrigió enfermo en el hospital, también fueron póstumas: "Llampo de Sangre", "La vida simplemente" y "La comarca del Jazmín", hitos del criollismo, un clásico del colegio.
"Para que no me olvides" (UV) es la flamante antología con los poemas de Óscar Castro. El libro brinda la posibilidad de leer sus versos muchas veces escondidos entre canciones populares.
De voz en voz, Óscar Castro sobrevivió al olvido. Relata uno de los editores del libro, Ernesto Pfeiffer, que "en la Unidad Popular 'Los Cuatro de Chile' grabaron dos discos con poemas de Óscar Castro, ahí repuntó. El 'Romance de barco y el Junco' lo cantaron 'Los Ángeles Negros'. Esa fue una canción que sonó mucho en las radios de su tiempo. Si no hubiese sido por esas musicalizaciones la poesía de Castro no habría penetrado en la cultura popular como lo hizo. De hecho, hace poco, el 'Bloque depresivo' sacó una versión para Lucy Briceño de 'Para que no me olvides'. Tiene una errata bonita: dice 'en cada libro que tus ojos miren' en vez de cada 'lirio'".
El libro cuenta con ilustraciones del pintor Carlos Pedraza. Son escenas de la naturaleza, motivo tan cercano a Castro, que se crió en la provincia, ganándose la vida como bibliotecario, periodista, profesor y empleado de banco. Entre varias otras iniciativas fundó la revista "Actitud".
El editor Ernesto Pfeiffer explica qué significa la tierra en la obra de Castro: "Rancagua (su ciudad natal) y alrededores tienen presencia en su obra. Él vivió la ruralidad, la carencia y la pobreza, y eso está consignado en sus cuentos y también en sus poemas. Se suma su experiencia en oficios diferentes que le contactaron con muchas personas. Castro se siente una persona más del pueblo, a diferencia de Pablo Neruda, que es la voz del pueblo".
"Tiene también una relación con Valparaíso", complementa el editor. "En el puerto fue la primera vez que se leyó su "Responso a García Lorca". Lo hizo Augusto D'Halmar (cuando Castro aún era un desconocido) y ese episodio está narrado en uno de los epílogos que incluimos".
El prólogo de "Para que no me olvides" fue escrito por Rafael Rubio. También hay textos de otras épocas, además del escrito del mencionado D'Halmar, como los de Gonzalo Drago y Raúl González Labbé. Estos dos últimos no eran sólo colegas del escritor, sino también amigos y compañeros en uno de los grupos literarios más importantes de las provincias chilenas: "Los inútiles".
En la presentación del libro Pfeiffer visitó la sexta región y se encontró con que "esa agrupación ('Los inútiles') todavía existe. Conocí a personas que están ahí e incluso Óscar Hahn participó en ella. Se han convertido en una leyenda. Todavía falta investigar más sobre ese grupo".
"Para que no me olvides" fue presentado en el liceo que lleva el nombre de Castro, y que tiene sus versos tallados en metal.
Ya en esa época inicial con Los inútiles "encontramos la relación de Óscar Castro con el tema de la voz, la radio. Sus poemas eran declamados. Eran pocos poetas chilenos que estaban en el repertorio de las recitadoras", señala el director editorial.
Aparte de poemas, "Para que no me olvides" incluye algunos cuentos y cartas escritas por Castro. "Quería mostrar su lado íntimo, porque hay una relación con la escritura allí", explica Pfeiffer. Las epístolas tienen como destinatarios a su esposa Isolda Pradel y a su amigo, Gonzalo Drago.
Influencia española
El poeta Rafael Rubio, en el prólogo, propone otra tesis para seguir leyendo al poeta rancagüino: "Si Óscar Castro se salva del olvido, no es por el virtuosismo formal ni por la perfección técnica, de la que tanto alardean algunos poetas; lo que lo salva en definitiva es su profunda y verdadera humanidad".
Rubio elige el mismo poema que D'Halmar, "Responso a García Lorca", para destacar esa sensibilidad. Ahí Castro escribe: "Muerto se quedó en la tierra,/ tronchado por cinco balas./ Este año no darán frutos/ los naranjos de Granada./ Este año no habrá claveles/ en las rejas sevillanas", denunciando la violenta y misteriosa muerte del icónico poeta español, importante influencia para "Camino en el alba" su primer libro.
La influencia española está también en el libro "Glosario gongorino", el primero póstumo, el único que Figueroa y Pfeiffer seleccionan de forma íntegra. "Es notable este ejercicio de 12 sonetos", señala el director editorial Pfeiffer, que también destaca otro libro publicado cerca de la muerte de Castro, "Rocío en el trébol": "Se nota otra veta que tiene escenas hilarantes como en el poema 'El capitán maldiciente', que musicalizó Eduardo Peralta".
Este compromiso sorprendió a Pfeiffer. Cuenta que "le escribe a los niños muertos de la Guerra Civil Española. Hay un Óscar Castro que no es neutro, que tiene una postura política sobre lo que está pasando en el mundo y en el país. Me interesa que eso se pueda valorar más. También el tema ecológico. Escribe el 'Poema de la tierra', que tiene un parecido a 'Todos juntos' de Los Jaivas y que crítica la urbanización. Esa conciencia la tenía ya en 1938, si viviera ahora estaría escribiendo sobre las zonas de sacrificio".