Estrés y grasa abdominal, una relación poco saludable
No se trata de tener el cuerpo perfecto ni de estética: la acumulación de tejido adiposo en el vientre puede significar muchas cosas. Entre ellas, un estado de salud un tanto alterado.
El exceso en el consumo de cerveza y/o carbohidratos, en especial, pan, unidos al exceso de nutrición son sindicados popularmente como los causantes de la grasa abdominal. Sin embargo, hay otras causas. Y, aunque suene sorprendente, una de ellas puede ser el estrés.
"El estrés es considerado como una respuesta homeostática, es decir, de autorregulación que se genera para satisfacer demandas energéticas frente a una amenaza ambiental", explica María Estuardo Guerra Valle, licenciada en Nutrición de la Universidad de San Carlos de Guatemala y académica de la Universidad San Sebastián.
"Actualmente el estilo de vida es mucho más demandante, producto de la gran carga laboral, familiar y social, contribuyendo en niveles más altos de estrés, lo que ha propiciado un cambio en los patrones de conducta alimentaria y, a su vez, en un incremento de las tasas de exceso de peso, ya sea sobrepeso u obesidad", dice la académica, enfatizando que asimismo el sobrepeso y obesidad propician el incremento de las enfermedades crónicas no transmisibles, tales como hipertensión arterial, eventos cardiovasculares, diabetes mellitus tipo II o dislipidemia.
Ahora bien, no siempre esa grasa se distribuye de manera homogénea en el cuerpo. "La grasa abdominal, o grasa visceral, es un tejido de soporte importante para los órganos internos: en este contexto, la circunferencia de cintura por arriba de 101.6 centímetros en hombres, y de 88.9 centímetros en mujeres, es considerada un indicador de la acumulación de grasa en el área", precisa la profesional, quien es magíster en Ciencias e Ingeniería en Alimentos.
LAS RAZONES
La regulación del balance de energía y reservas de grasa está dada por interacciones entre factores biológicos, de comportamiento, sociales y ambientales. "El tejido adiposo, o tejido graso, libera compuestos con actividad biológica, denominados "adipoquinas", que corresponden a proteínas que participan en la regulación del metabolismo y que cumplen un rol protagónico en procesos orgánicos como, por ejemplo, la resistencia a la insulina, la inflamación, tensión arterial, la coagulación, entre otros", narra María Estuardo Guerra.
Ahora, los estresores agudos y crónicos usan algunos sistemas relevantes para el control metabólico. "Estos últimos promueven la activación de mecanismos obesogénicos, favoreciendo la acumulación de grasa abdominal", aclara la académica. "Investigaciones señalan que etapas agudas de estrés o de eventos impredecibles resultan en una pérdida de peso y disminución de la ingesta de alimentos, mientras que el estrés crónico social, o eventos predecibles, desencadenan aumento en la ingesta de alimentos y ganancia de peso", expone.
Sin embargo, la nutricionista advierte que el aumento del volumen de la zona abdominal no es exclusivo de la acumulación de grasa: enfermedades como las hepáticas, o el síndrome de intestino irritable, también lo pueden ocasionar.
NO SOLO ESTÉTICA
Diversos estudios han determinado que las personas con mayor cantidad de grasa abdominal son más propensas a desarrollar cardiopatías y cáncer que quienes tienen la grasa distribuida en otras zonas del organismo. "El exceso de grasa en esta parte del cuerpo tiene una estrecha relación con la resistencia a la insulina y la diabetes. Su aumento está relacionado con el consumo de comidas ricas en carbohidratos y grasas, así como de una ingesta elevada de bebidas alcohólicas", establece.
Entonces, será una obligación para mejorar la salud, y no solo para "verse bien", el disminuir esta acumulación. "La forma óptima de reducción de la grasa corporal, en especial en el área de la pancita, será mediante la actividad física, ya sea con enfoque aeróbico o de resistencia. Los ejercicios aeróbicos reducen el tejido adiposo, mientras que los de resistencia ayudan a incrementar el tejido magro; esto siempre acompañado de una alimentación balanceada y variada, que cubra los requerimientos nutricionales con un consumo de proteína adecuada, complementado con la reducción de grasas saturadas y azúcares refinados", especifica la profesional.