"Lo más probable es que terminemos en un régimen presidencial atenuado"
El médico de Palena cuenta cómo ve las votaciones al interior del órgano y remarca que sin transar para lograr consensos, no habrá transformaciones sociales en el texto. También explica cómo concibe el nuevo poder que se propone para las regiones.
Esta semana llegó un momento en el que Gaspar Domínguez reconoció que la intensidad de las discusiones, el nervio de las votaciones y la intensa carga de trabajo, pueden terminar afectando la salud y la vida familiar de los convencionales.
No lo dijo como una queja, sino que, como es médico, sabe que este cóctel de ansiedad, debate y confrontación de ideas en algún momento puede pasarle la cuenta al cuerpo.
Domínguez (Independientes No Neutrales) tiene 33 años, es el vicepresidente de la Convención Constitucional y se traslada todos los días en bicicleta al centro de Santiago para guiar junto a María Elisa Quinteros, la presidenta, al grupo de convencionales que el martes iniciará las votaciones en el pleno, una de las etapas finales del proceso que tiene por objetivo proponer al país un nuevo texto constitucional.
El ritmo de la Convención adquirió esta semana un frenesí que no había tenido. Las comisiones del órgano avanzaron con las votaciones en general y en particular de las iniciativas de norma constitucional. Algunas atrajeron más la atención que otras, mientras que otra discusión se apoderó también de la agenda: ¿necesitan más tiempo o podrán discutir y votar las más de 1.300 propuestas que lograron avanzar hasta esta etapa?
-Como el tiempo apremia, el lunes usted hizo un llamado a apoyar las iniciativas que puedan "flotar" y abstenerse de las que no. ¿Funcionó el llamado?
-A mi juicio, en algunas comisiones sí se vieron las coordinaciones y los consensos que permitieron efectivamente concentrarse en las iniciativas que de alguna manera tengan mayor probabilidad de conseguir los votos necesarios para ser aprobadas. El llamado, por cierto, en ningún caso es a priorizar una norma sobre otra, porque todas las normas tienen el mismo estatus y el mismo derecho de ser discutidas, sino más bien a que los propios autores de las normas busquen los consensos amplios a fin de poder consensuar y que tengan más posibilidades de ser aprobadas.
-¿Ocurrió en alguna?
-Sí, por ejemplo en la Comisión de Derechos Fundamentales, la semana pasada había que hacer más de 100 votaciones, y los autores consensuaron y finalmente terminaron realizándose 27 votaciones.
-En cuál no se logró el objetivo.
-Creo que hay una tendencia de pragmatismo orientada a pensar en clave de dos tercios, que es un poco el objetivo que nosotros queríamos proponer.
-¿Qué le dicen sus amigos, la gente en la calle, sobre la imagen que proyecta la Convención?
-Pienso que en general la tensión se ha posicionado sobre iniciativas de norma que por alguna razón pueden generar mayor interés público, pero que no necesariamente son las iniciativas que tengan mayor apoyo, ni tampoco las que tengan mayor probabilidad de prosperar. Eso ha generado una disociación de la realidad en cuanto la percepción que pueden tener las personas que se informan por medios de comunicación tradicionales; y puede ser que las votaciones que se están llevando a cabo son en base a normas que en realidad no ocupan el principal espacio de la agenda de la Convención.
-Carlos Peña escribió hace poco que "en muchas iniciativas que se han presentado hay tonterías o ideas mal fundamentadas y casi siempre una confusión conceptual que en un estudiante universitario resultaría inaceptable".
-Si el objetivo hubiera sido que el texto constitucional fuera escrito por grandes expertos, no hubiéramos hecho una elección democrática, sino más bien un concurso público, y hubiéramos llamado a los más grandes expertos de todas las universidades. Pero ese no era el objetivo. El objetivo era más bien elegir personas que representaran distintos sentires y distintos colectivos de la sociedad. En ese sentido, es legítimo y razonable esperar que desde el punto de vista técnico no sean los mejores. Lo importante es la idea política que se pone y que a través de los convencionales esta discusión pueda ser llevada a términos jurídicos correctos.
-Aprobaron recién un artículo en la Comisión de Derechos Fundamentales que usted celebró en Twitter. ¿De qué se trata?
-Esa fue la primera iniciativa popular de norma aprobada en la Convención Constitucional. Es una iniciativa que busca el derecho a la identidad y que fue construida por un grupo de personas de disidencias sexuales. Básicamente, lo que busca es que las personas tengan el derecho a poder identificarse no necesariamente conforme a su cuerpo biológico, por ejemplo, y de alguna manera esto ayuda a avanzar en la reivindicación de demandas que vienen desde el mundo de la disidencia sexual. Hay que precisar que estas normas fueron votadas en la Comisión y pueden sufrir algunas modificaciones, y probablemente se van a modificar para poder adaptarse a otras iniciativas similares y lograr amplios consensos.
-¿Qué pasa si no hay consenso y termina desechándose?
-Las iniciativas que no logran los consensos serán iniciativas que no terminarán en el texto constitucional. Si queremos que estas iniciativas estén representadas en el texto, es necesario llegar a los consensos.
-¿Qué sentiría si este artículo en particular no prospera?
-Si en el resultado de la deliberación o la discusión se define que este artículo no tiene que estar en la Constitución, no quedará más que aceptar. Así es la democracia.
-¿Qué le parece la forma en que están transmitiendo su preocupación los convencionales que están más por el status quo en la discusión de normas que abordan, por ejemplo, los derechos de agua, la minería, la propiedad?
-Existen diferencias legítimas entre distintas posiciones políticas y por cierto que muchas veces también es esperable que cuando convencionales vean o sientan que la discusión está avanzando hacia un lugar distinto al que ellos vean que es el mejor, es legítimo que haya algún grado de preocupación. A mí la democracia no me genera preocupación y creo, y tengo la convicción, de que estos discursos abiertos, públicos transparentes, con participación, nos van a llevar a un lugar mucho mejor que el que estamos ahora.
-¿Existe algún compromiso de cooperación en la Convención, un sentido de comunidad, un grupo que esté de acuerdo para avanzar en las normas y no estancarse en discusiones estériles?
-Tengo la percepción de que ese ánimo se ha ido construyendo y ha ido tomando fuerza cada vez más, porque el pragmatismo nos obliga a hacerlo. Vimos, por ejemplo, que en la etapa del reglamento hubo muchas votaciones de artículos que se ganaron apenas por pocos votos más que la mayoría absoluta, pero ahora para esta etapa eso no basta. Por eso nos vemos de alguna manera incentivados a tener que transar para poder aceptar posturas que logren consensos más amplios. No solo es una opción, es una necesidad.
-Parece justamente una obligación.
-Finalmente el pragmatismo se instala y tenemos, para efectos de lograr las transformaciones, que lograr consensos. Si no logramos ningún consenso y cada uno se queda en su trinchera, el resultado será que las transformaciones sociales no podrán realizarse a través del proyecto de Constitución, porque no se lograrán escribir los artículos transformadores.
-¿Qué ocurre, por ejemplo, cuando hay distractores como los insultos de Tere Marinovic esta semana, y el tiempo se va en algo que terminará en una Comisión de Ética?
-¿Cuál sería la otra opción? Tiene que haber el derecho al debido proceso, lo hemos estado discutiendo. Cuando hay situaciones que no nos parecen, hay que hacer que las instituciones u organismos respectivos deliberen y definan. En particular el caso que usted me menciona de la convencional, a mi juicio ella ocupó un lenguaje que no correspondía, en un contexto que no correspondía. Es algo que no va en la dirección de lo que queremos fomentar, que es construir un espacio donde el diálogo sea respetuoso, donde el nivel de la argumentación, las palabras y del debate estén a la altura. En ese sentido, me parece del todo reprochable lo que ocurrió, pero no es un motivo para distraernos de lo importante: la discusión de normas constitucionales para lograr los consensos y las transformaciones.
-Uno de los pilares de su candidatura fue la descentralización. ¿Hacia dónde van las regiones según las votaciones de norma de esta semana en la Convención?
-Las discusiones que se han dado en principio en la Comisión de Formas de Estado y Descentralización han propuesto que los gobiernos regionales tengan mayor autonomía fiscal, mayor autonomía administrativa y mayor autonomía política. Sobre algunos detalles, se está discutiendo por ejemplo la posibilidad de que los actuales Consejos Regionales, compuestos por consejeros regionales, tengan más integrantes que ahora, podrían ser 15, 20, y que pasen de llamarse Consejos Regionales a Asambleas Regionales; que sean básicamente instituciones que tengan más atribuciones que ahora. ¿Hasta dónde van allegar, cuál va a ser el punto, la forma?, por cierto van a ser materias de discusión y el martes 15 de febrero tendremos la discusión en general de esta materia en el plenario. Así podremos ya saber si alguna de estas normas es aprobada y aceptada para el texto constitucional.
-¿Después aún queda una etapa de indicaciones?
-No, las indicaciones son en las comisiones, no se dan en el plenario. Lo que se aprueba en el pleno por quórum de dos tercios queda aprobado. Después se pueden revivir algunas indicaciones que hayan sido incorporadas en las comisiones, pero en general lo que se apruebe en el plenario será finalmente muy similar a lo que termine en la Constitución, aunque puede cambiar un poco mediante el proceso de armonización.
-¿Cómo ve este giro hacia las regiones?
-Tenemos que avanzar hacia el detalle, pero la discusión va bien orientada a aumentar la autonomía de las regiones, que es lo que todas piden, y a que las decisiones no se tomen en Santiago.
-¿Qué ocurrirá si el nuevo poder legislativo regional choca, por ejemplo, con el Poder Judicial local que ya hay en una región?
-La respuesta es depende. Por ejemplo, si tenemos un sistema federal como el de Estados Unidos, donde le Poder Judicial también está dividido por regiones, es posible que ocurran conflictos como el que usted menciona. Las propuestas que se han mencionado aquí son para que Chile siga siendo un país unitario, donde el sistema judicial siga siendo un sistema nacional de Justicia y que en algunas materias específicas, que tienen que ver por ejemplo con la legislación tributaria, haya diferencias regionales. Eventualmente, si es que se aprueba, habrá alguna posibilidad de autonomía legislativa.
-La Corte Suprema llegó a hablar de intimidación cuando se abordó la inamovilidad de los jueces. ¿En qué va esa discusión?
-La Suprema manifestó una posición y como el Poder Judicial es jerárquico, de alguna manera se debe entender como la posición del Poder Judicial completo. Su posición es legítima, la discusión es autónoma, la resolución se va a tomar dentro de la Convención y la última palabra la tendrá la ciudadanía. En ese sentido, es legítimo escuchar la opinión de ellos como expertos en la materia, pero será una opinión sometida a consideración y la definición la tomarán los convencionales.
-¿Hacia dónde va el régimen presidencial, que también fue tema esta semana?
-Se votó que el régimen va a ser presidencial. La opción de régimen parlamentario es muy poco probable, quedó descartado.
-¿No puede volver a entrar por ninguna parte?
-Todo puede entrar de nuevo, porque son discusiones circulares. Puede ser que vaya al plenario, se vote, se rechace, vuelva y la Comisión vote algo distinto a través de una indicación, pero lo más probable, por cómo se ven orientadas las conversaciones políticas dentro del órgano, es que vamos a terminar en un régimen presidencial atenuado o algo similar.
-¿Pierde poder el Congreso?
-En realidad, tengo la impresión de que en todas las fórmulas que estamos ofreciendo el Congreso tiene más poder que el que tiene ahora. Actualmente el que tiene más poder es el Presidente. Vivimos en un régimen hiperpresidencialista, donde el Presidente tiene la definición por ejemplo de autonomía de gasto, es el único que puede decir en qué se gasta la plata; el Presidente determina las urgencias del Poder Legislativo, qué se vota primero y qué se vota después. En las opciones que hay ahora, en la que se llama presidencialismo atenuado, el Presidente pierde algunas atribuciones y tendría que compartir con el Congreso, por ejemplo, en algunos aspectos las iniciativas de gasto, y además las urgencias de leyes. Las propuestas que hay sobre la mesa modifican la estructura del Poder Legislativo, que, a mi juicio, en relación al Presidente, está adquiriendo más poder; y las regiones a través de los gobiernos regionales también están adquiriendo más poder.
-Esta semana le han preguntado mucho qué significa llegar a acuerdos. ¿Ha llegado a alguna conclusión?
-La principal conclusión es que no estamos acostumbrados a tener conversaciones en política que permitan llegar a acuerdos y consensos, y tiene que ver con que en Chile tenemos una forma de participación política muy poco desarrollada. De alguna manera estamos abriendo un espacio en el que no estábamos acostumbrados a incursionar, el espacio de la deliberación política.
-Es como cuando usted llegó a la localidad de Ayacara y era el único homosexual y lo contó, y al principio los pacientes no se querían atender con usted. ¿Nos falta crecer políticamente?
-Este proceso constituyente está poniendo muchos temas sobre la mesa que antes no estaban. Por ejemplo, las iniciativas populares constituyentes han permitido saborear un mecanismo de democracia semidirecta que antes no teníamos. La transmisión de todo en vivo, todo público, hay muchas cosas nuevas que estamos poniendo aquí: la irrupción de los independientes, las plazas de elección popular ocupadas por homosexuales, los escaños reservados. Hay cosas que ya han pasado que vienen a transformar la estructura de la política como la conocíamos.
-¿Qué le falta a la Convención, qué echa de menos, qué fortalecería?
-Creo que lo que nos falta son instancias en que podamos encontrarnos como personas y no solo como constituyentes. Esas instancias favorecerían la posibilidad de poder conocernos más y probablemente facilitaría las condiciones de diálogo.
-¿Hay espacio?
-Es complejo, porque el tiempo es escaso, pero vamos a tener que encontrar la forma de poder incorporar estas estrategias blandas de interacción.
-Usted habló de cansancio.
-Para mí esto es como estar en un turno de urgencia, pero que no se acaba y va a durar seis meses. Estoy al pie del cañón, esperando que avance y termine bien.
-¿Cómo ha visto a sus más de 150 compañeros?
-Por cierto que existe cansancio, pero es opacado por la esperanza y las ganas de construir un país mejor
-¿Qué hará el 5 de julio?
-Tengo que presentarme en el Hospital de Palena, volver a mi trabajo, y con la ley que se aprobó, que permite que los trabajadores de la Salud tengan unos días de vacaciones extra, después de dos años de trabajar como médico en pandemia voy a tomarme esa semana de vacaciones.