"Allí estaba mi hermana, pintada por ella misma"
La escritora mexicana Cristina Rivera Garza buscó en los papeles de su hermana, asesinada a los 20 años, las pistas para escribir "El invencible verano de Liliana", libro que reconstruye los pedazos de su corazón roto.
Por Amelia Carvallo A.
"El 16 de julio de 1990, Liliana Rivera Garza, mi única hermana, fue víctima de un femicidio. Meses después, una juez de la Ciudad de México tuvo suficientes evidencias para levantar una orden de aprehensión contra Ángel González Ramos, el ex-novio de mi hermana. Desde entonces y hasta hoy, el presunto femicida permanece prófugo", resume la reciente ganadora del Premio José Donoso, autora de "El invencible verano de Liliana". Suyos son "Nadie me verá llorar, "La muerte me da", "Verde Shangai"y la "Cresta de Ilión", además de ensayos, traducciones y estudios historiográficos. Hoy Liliana Rivera hace clases en Houston, EE.UU.
- ¿Qué sentiste al abrir las cajas de Liliana?
- Cuesta trabajo recuperarse de un golpe así, especialmente cuando todo alrededor, especialmente la narrativa del crimen pasional, culpa a la víctima y exonera al depredador. Y cuesta trabajo, especialmente, porque en esos años no existía un lenguaje lo suficientemente preciso para reconocer y prepararse y luchar contra la violencia de género. Sabía que las cajas estaban ahí y tenía una idea de qué contenían, pero no lo sabía de cierto. Me decidí a abrirlas porque buscaba una agenda o algún documento que me ayudara a localizar a los amigos de mi hermana durante sus años universitarios. Me encontré, con gran sorpresa, un archivo abundante e iconoclasta con el que Liliana documentó su paso sobre la tierra. Estaban ahí cartas, notas, postales, recados, libretas, planos, todo escrito con su letra cuidadísima y sus ideas. Al pesar y la rabia pronto se le unió la alegría: ahí estaba mi hermana, de cuerpo entero, pintada por ella misma. Era su voz, firme y dicharachera, de buen humor, profunda. Eran sus trazos, muchos en la tinta color morado que le encantaba. En ese momento supe que ahí se encontraba la clave para un libro que había querido escribir tantos años atrás, sin nunca conseguirlo.
- ¿Cómo ha sido tu experiencia de dar con el lenguaje que nombra a la violencia en contra de las mujeres?
- Es muy difícil contar la historia de un feminicidio en el lenguaje dominante, que es profundamente patriarcal. Hay que hurgar. Hay que subvertir. Hay que hacerle decir a ese lenguaje cosas e historias que no quiere soltar. Y hay que poner atención a lo que las movilizaciones de mujeres y los múltiples feminismos han logrado: producir un vocabulario capaz de dar cuenta de la sarta de micro y macroviolencias que tanto afectan la vida de las mujeres. Cuando digo que sentí un latigazo de electricidad la primera vez que oí "Un violador en tu camino", la performance de Las Tesis, no estoy exagerando. Hay que sanar al lenguaje patriarcal; hay que darle la vuelta para que cuente otras historias, las historias de su propia violencia.
SIN MORETONES VISIBLES
Uno de los libros que alimentó esta travesía fue el de la periodista Rachel Snyder, "Sin moretones a la vista", al que Cristina Rivera Garza llegó por una reseña. "En cuanto lo devoré, me di cuenta que ese libro contenía respuestas para preguntas que no me había atrevido a hacer en todos estos años. Entender cabalmente que, por ejemplo, a un acto de violencia letal como lo es el feminicidio lo preceden siempre una serie de violencias en ascenso. Eso me ayudó a explicarme el arco de acción del feminicida de mi hermana. La culpa que la sociedad avienta sobre los deudos, y la vergüenza con que las familias huyen hasta de sí mismas, me ayudó a colocar mi propia experiencia en un marco mucho más amplio. Yo había trabajado sobre duelos en contextos de guerra, como ha sido el caso de México en los últimos años, pero los mecanismos de estos duelos relacionados a pérdidas ocasionadas por la violencia feminicida me aclararon procesos íntimos y sociales a la par", explica.
- ¿Qué has podido reflexionar sobre lo que llamamos "amor romántico" y los estereotipos que alimenta?
- Tal vez la característica más perversa y más dañina de los feminicidios es que con mucha frecuencia se cuentan en el lenguaje poderoso y popular del amor romántico. Las canciones populares, las tarjetas de Hallmark, las series de televisión: todo se confabula para hacer creer que el acoso o el control son actos que demuestran "amor". Admitir que alguien que dice amarte puede quitarte la vida involucra una operación cognitiva de un peso descomunal. Bajo la guisa del amor, en nombre del amor, se perpetran los crímenes más soeces, también los más obvios.
- ¿Cómo has podido tú escabullirte?
- Nadie puede escabullirse , pero acompañarse de otras es clave. Tengo la impresión de que mi hermana creyó hasta casi el fin de sus días que podría enfrentarlo sola. Si hay algo que nos deja muy en claro la violencia machista de los últimos tiempos es que, para enfrentarlo, es necesario armar una red de solidaridades efectivas y constantes. Hay que nombrar, junto con otras, a las cosas por sus nombres. Hay que desenterrar todas las historias de violencia para que digan, además de la violencia en sí, la promesa de tantas vidas arrebatadas.
- ¿Qué escribiste después de "El invencible verano de Liliana"?
- Tengo varias cosas en la puerta. La segunda parte de este libro, una especie de acompañamiento para familias que se enfrentan a situaciones parecidas. En 2021 publiqué "Autobiografía del algodón", un libro que explora la experiencia migrante de mis abuelos; estaba a punto de escribir el libro de la papa, de cómo la papa influyó en la historia familiar más reciente, cuando el libro de Liliana irrumpió con un fuerza a la que no me pude oponer. Tal vez ahora ya tengo el ánimo para continuar con éste otro. Por lo pronto, acaba de salir en México una re-edición de mi primer libro de cuentos, "Andamos perras andamos diablas", que escribí cuando mi hermana todavía estaba viva.