El recuerdo del 18 de octubre de 2019
Una fecha tan compleja de analizar como el 18 de octubre de 2019 merece una reflexión mayor, especialmente considerando las consecuencias que dejó el denominado "estallido" y la creciente división que se observa en el país a partir, precisamente, de la interpretación de lo vivido.
Pero más allá de los matices, es innegable que el fenómeno experimentado hace dos años tuvo una expresión violenta que es necesario considerar, especialmente para tratar de evitar que situaciones tan lamentables como la destrucción, los saqueos y las "funas" sean consideradas normales o "necesarias", como lo suelen plantear algunos que justifican todos los medios para conseguir algún fin que se supone altruista y de "bien común".
En este contexto, no puede olvidarse que fueron los simultáneos ataques al Metro, en Santiago y atentados incendiarios en pleno centro, en el caso de Concepción, los que marcaron las jornadas del 18 y 19 de aquel mes de octubre. Y tampoco puede soslayarse que aquello derivó en una profunda sensación de vulnerabilidad observada especialmente por parte de aquellos que vivían o trabajaban en el centro penquista y observaban cómo la mayoría de las tardes la zona se convertía en un escenario de enfrentamientos de grupos de manifestantes con Carabineros. A aquello hay que sumar el lamentable resultado adicional de que hasta nuestros días se sigan investigando denuncias de vulneraciones a los Derechos Humanos por parte de agentes del Estado y especialmente de la policía uniformada.
Aquello se suma al fuerte impacto que el "estallido" tuvo en la actividad económica local, y especialmente el comercio, ya que junto con ajustar sus horarios de funcionamiento -en muchos casos reduciéndolo sólo a un par de horas del día- se debió también reforzar los accesos con sólidas protecciones para evitar los temidos saqueos, una práctica que en el momento más álgido de las protestas se convirtió en una acción hasta validada por muchos de los que participaban en los actos como una medida de "justicia". Afortunadamente, aquello fue cambiando conforme pasaban los días y una mayoría que se expresó sin violencia comenzó a rechazar el actuar de aquellos que -escondidos en la masa- sólo buscaban una oportunidad para delinquir y sacar réditos materiales de la movilización.
Pero junto con ello, el que se cumplan dos años desde aquel 18 de octubre es la oportunidad también de reconocer que hubo una cantidad importante y mayoritaria de manifestaciones pacíficas, con decenas de miles de personas que expresaban su deseo de que hubiera cambios institucionales profundos en el país.
Todo lo anterior se encauzó en el "Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución", firmado el 15 de noviembre del mismo año, el que buscó responder de manera pacífica y democrática a las protestas generadas a nivel nacional.
Fue a través de esa instancia que un amplio espectro de representantes de partidos políticos acordaron "una salida institucional cuyo objetivo es buscar la paz y la justicia social, a través de un proceso inobjetablemente democrático", según rezaba el documento.
Posteriormente aquello permitió realizar un plebiscito (el 26 de abril de 2020), donde la ciudadanía optó por amplia mayoría por la redacción de una nueva Constitución y se definió que la Convención Constitucional -es decir, elegida íntegramente en una votación especial y sin participación de parlamentarios en ejercicio- sea el ente encargado de esa labor.
Recordar este aspecto es también importante, ya que fue la salida política e institucional a un clima de violencia y enfrentamientos que puso en vilo la estabilidad democrática del país, pero también la respuesta a quienes creían que un cambio de esta naturaleza ayudaría a sentar las bases de un mejor país.
Es innegable que el fenómeno experimentado hace dos años tuvo una expresión violenta que es necesario considerar, especialmente para tratar de evitar que situaciones tan lamentables como la destrucción, los saqueos y las "funas" sean consideradas normales o "necesarias", como lo suelen plantear algunos que justifican todos los medios para conseguir algún fin que se supone altruista y de "bien común".