Por Redacción

La incertidumbre se mantuvo hasta el momento mismo en que la pizarra electrónica de la Cámara de Diputados mostró los resultados de la votación en particular del proyecto del cuarto retiro del 10% de fondos previsionales, que por 94 votos a favor -apenas uno más que el que se necesitaba para que la iniciativa avance-, fue aprobado por la sala, ante la visible ofuscación del ministro Juan José Ossa, que salió rápidamente del hemiciclo.

VOTOS CRUZADOS

Entre las preferencias a favor de la iniciativa destacaron las de 17 parlamentarios oficialistas -Álvaro Carter, Jorge Durán, Erica Olivera y Paulina Núñez, entre otros-, ratificando así el traslado de votos, a pesar de la convocatoria hecha por La Moneda y por el abanderado del sector, Sebastián Sichel. Del mismo modo, varios diputados de oposición, incluyendo a parlamentarios del PS y la DC, se contaron entre los 39 rechazos.

Pese a las reuniones de última hora, llamados y apelaciones, además de las alertas de expertos, empresarios y ministros sobre posibles efectos inflacionarios de un nuevo giro, la iniciativa ahora avanzará hasta el Senado, que deberá dilucidar su futuro.

Allí se requerirá de 26 votos para su aprobación definitiva, aunque el pronóstico -esta vez- se augura más complejo: pese a que la oposición tiene 24 parlamentarios, varios de ellos, como Carolina Goic (DC), Ricardo Lagos Weber (PPD) y Carlos Montes (PS) han expresado sus reparos a un nuevo retiro.

REACCIONES

De allí que, la diputada Pamela Jiles (PH) apuntó a la senadora y candidata presidencial Yasna Provoste, como eslabón en la búsqueda de apoyos. "Le entrego la batuta que nos ha correspondido llevar de este cuarto retiro. Ella deberá ser la encargada de revertir la situación muy compleja en el Senado, de una clase política indolente, que no escucha el sufrimiento de nuestro pueblo", dijo.

El diputado Marcos Ilabaca (PS), presidente de la comisión de Constitución que aprobó el lunes la moción en particular, aseguró que se luchó contra "el gobierno y los grandes capitales", admitiendo que "nos habría encantado tener mucha más votación, pero hoy es un momento de alegría".

La Moneda, a través del ministro del Trabajo, Patricio Melero, reaccionó a la aprobación, reiterando sus críticas a la iniciativa que calificó como "una antirreforma de pensiones", asegurando que "va en la dirección contraria de lo que tenemos que hacer como país. Hoy tenemos un escenario económico muy distinto a los retiros anteriores y no se justifica un giro de esta naturaleza".

Sobre el nuevo trámite que abordará el proyecto, Melero añadió que "en el Senado he visto que hay transversalmente una mayor conciencia sobre los negativos efectos previsionales, sociales y económicos que generará un cuarto retiro. Espero que puedan revertir lo aprobado por la Cámara".

EL PROYECTO

En lo medular, la iniciativa establece que el cuarto retiro, al cual podrían acceder 8,9 millones de usuarios según un reporte de la Asociación de AFP, podrá solicitarse en un plazo de dos años desde su promulgación, a diferencia de los 365 días de plazo para los tres giros previos.

Además, los montos de retiro pueden ir desde un mínimo de 35 UF a un máximo de 150, esto es entre 1 y 4,4 millones de pesos, aproximadamente, los que se pagarían hasta en diez días desde que se soliciten; fijando nuevamente la retención de fondos -hasta por un 100%- para deudores de pensiones de alimentos que hayan hecho la solicitud.

La Asociación de AFP sostuvo además que -con un cuarto retiro- un 45% de los usuarios quedaría con saldo cero.

MERCADO REACCIONÓ EN LA ANTESALA

Previo a votación del cuarto retiro, y asociado a la incertidumbres del destino de la iniciativa, el mercado reaccionó con una inesperada alza del precio del dólar, llegando a máximos de $801, en lo que se convirtió en su precio más alto en casi un año. Además, según Ciedess en lo que va de septiembre, todos los fondos previsionales, incluyendo los más conservadores, han experimentado caídas de hasta un 2,38% (E), por motivos globales, el alza de la TPM y un nuevo retiro de fondos.

Muestras de celebración. sobre todo de las diputadas de Apruebo Dignidad; de división en las filas de la DC, para pesar de su candidata presidencial Yasna Provoste; y de crítica moderada por parte del Gobierno, fueron parte de las principales reacciones que dejó este martes la votación del proyecto de despenalización del aborto en las primeras 14 semanas de gestación.

En una estrecha votación, la Cámara de Diputados aprobó en general la iniciativa que busca cambiar el Código Civil en lo concerniente a las sanciones por la interrupción del embarazo y que había llegado a la sala con informe negativo de la comisión de Mujeres y Equidad de Género, que es la instancia a la que ahora deberá concurrir nuevamente el texto para discutir indicaciones propuestas por parte de algunos parlamentarios. Posteriormente, se iniciará su votación en particular.

Fueron 75 votos a favor, 68 en contra y dos abstenciones las que recibió el proyecto, respaldado por todos los votos de Apruebo Dignidad, como adelantó su abanderado Gabriel Boric, y además por siete diputados de la DC -que concurrió dividida a la instancia-, que según aseguró el jefe de bancada, Gabriel Ascencio, permitieron "salvar" la iniciativa.

"El gran esfuerzo que hemos hecho hoy día es respaldar a nuestra candidata presidencial, Yasna Provoste, y significa naturalmente hacer algunos temas casi de sacrificio", dijo Ascencio, atendiendo que hubo falangistas que votaron junto al oficialismo en contra: Miguel Calisto, Joanna Pérez y Jorge Sabag.

CRÍTICAS Y CELEBRACIÓN

La Moneda, a través de subsecretario de Segpres, Máximo Pavez, aseguró que hará "todo lo posible" para que el proyecto no avance al Senado, una vez que abandone la comisión de Mujeres y Equidad de Género.

"No hay ninguna justificación sanitaria para poder avanzar en este proyecto de ley, que lo que hace en el fondo es legalizar, no despenalizar, el aborto derechamente, sin eufemismo hasta las 14 semanas. Tenemos la convicción de que la vida del que está por nacer es un derecho constitucional, de que la vida del que está por nacer es patrimonio de la naturaleza humana y por ende nadie tiene derecho a interferir en esa vida", sostuvo la autoridad, en una opinión compartida transversalmente por casi todo el oficialismo.

Desde la oposición, la diputada Karol Cariola (PC), una de las patrocinantes de la iniciativa, recordó que "no estamos legislando si nos gusta o no nos gusta el aborto. Yo soy matrona y quisiera que ninguna mujer tenga que abortar, sin embargo, la realidad en nuestro país es que hay muchas mujeres que abortan por distintas razones", aseverando que lo que se busca es que no se siga criminalizando a quienes acuden a él.

En tanto, Maite Orsini (RD), celebró el paso dado, señalando que "no votábamos por terminar con los abortos o darles rienda suelta, eso es una caricatura absurda; lo que estábamos votando hoy es si las mujeres pueden abortar sin miedo a ser encarceladas por decidir por sus propios cuerpos".

La escena de un grupo de iquiqueños quemando las pertenencias de emigrantes (mientras otros cientos los celebraban, azuzándolos) es de los acontecimientos más relevantes de los últimos días. Frente a él palidece la disputa presidencial, o el 10 por ciento o, incluso, el debate sobre el aborto.

¿Por qué?

La razón es que ese acontecimiento mostró cuán delgada es la superficie de la civilidad y del respeto por el otro. Basta un conjunto de carpas que afean la ciudad, costumbres ajenas o acentos extraños sostenidos durante un tiempo, para rasgar esa delgada superficie y para que afloren una por una lo que pudiéramos llamar las capas de la barbarie.

Esas capas son de variada índole.

Ante todo, y en el nivel más superficial, se encuentra el temor -un temor irracional- a que el otro, el extraño, arrebate lo propio: el trabajo que se tiene, la familia que se quiere, los espacios que se ocupan. Esta es la capa más superficial: la idea que el emigrante causa daño y arrebata bienes materiales que en justicia pertenecerían a los nacionales antes que a ellos. Si usted preguntara a esos cientos de personas que se manifestaron contra la presencia de emigrantes por qué lo hacían, seguramente racionalizarían su molestia esgrimiendo un argumento de justicia. No es -dirían- el odio lo que los mueve, sino la protesta por una situación injusta, por una mala política migratoria, etcétera.

Pero sabemos, desde Freud, que las explicaciones que cada uno da acerca de su propia conducta suelen ser disfraces de sentimientos más profundos cuyo sentido se escapa incluso a quien los siente. Es lo que ocurre con ese argumento de justicia. El argumento es falaz porque nadie reacciona así frente a la competencia por el empleo o la ocupación de los espacios públicos. Sin embargo, en esta ocasión ellos sí lo hicieron ¿por qué? La razón parece obvia. Lo que desata el tipo de comportamientos que vimos en Iquique no es la injusticia que se padece, sino la mera presencia del otro en esos espacios. No es el hecho de perder el empleo o de no disfrutar del espacio público el problema (puesto que eso es algo que todos aceptan sin mayores aspavientos cuando ello ocurre a manos del vecino), sino la circunstancia de que ello ocurra como resultado de la presencia de otro, de un extraño, lo que desata esta reacción. Hay algo pues de simple xenofobia en todo esto y algo de inocultable racismo.

Y esa hostilidad hacia los extranjeros -que se transforma rápidamente en xenofobia- tiene todavía una capa más profunda.

Se trata de la idea que el otro, el extraño -para nuestros efectos, el venezolano, el haitiano- nos roba algo que no es propiamente material, sino algo simbólico que nos constituiría como comunidad. Cuando esa horda -no se la puede llamar de otra forma- gritaba ¡y llegaron los chilenos! mientras arrojaban las pertenencias de los emigrantes a la hoguera, estaban revelando el lado más oscuro y tribal del nacionalismo: la idea que los nacionales de un país poseen algo que los unifica y que el extranjero, con su sola presencia, amenaza. Freud, en sus estudios sobre Psicología de las masas, observó que en este tipo de grupos de enardecidos siempre aflora un anhelo libidinal, un deseo, erigido en torno a algo. Ese algo diferenciaría a la tribu nacional del extranjero. Sería aquello que el de la tribu posee y que el extranjero amenaza con su sola presencia. Sobra decir que esta dimensión tribal del nacionalismo -inconsciente e irracional- es la más peligrosa de todas puesto que basta un liderazgo audaz para que se constituya en combustible de una fuerza política.

Afortunadamente en Chile no ha asomado ese tipo de liderazgos que hacen de la xenofobia -la mayor parte de las veces disfrazada de nacionalismo- el cemento de la cohesión política. Es este un signo alentador de que, a pesar de todo, y no obstante esas hordas que causan vergüenza, todavía la delgada capa de civilidad no se rasga totalmente entre nosotros.

Carlos Peña

En lo ocurrido en Iquique (una horda maltratando inmigrantes) existe un fondo de irracionalidad inconsciente contra el que hay que luchar: la idea que el otro, el extraño, con su sola presencia nos roba algo que nos pertenece.