La crisis climática es uno de los tres mayores problemas para la estabilidad del planeta y para la satisfacción de necesidades básicas de las generaciones futuras. Es una de las tres, dentro de los nueve límites planetarios monitoreados por el Centro de Resiliencia de la Universidad de Estocolmo. Para hacer frente a esta crisis, la ciencia ha hecho su parte, buscando descifrar proyecciones y modelando las consecuencias de no-hacer, de hacer-poco, o de realizar grandes transformaciones. En esa línea, previo a la pandemia y como antesala al estallido social del 18 de octubre de 2019, los viernes fueron tomados por la ciudadanía para clamar por el futuro y una acción climática decidida.
Junto a ello, promesas electorales han surgido a nivel nacional, así como también algunas acciones por parte de los Estados comprometidos. Muchas de esas promesas o ideas se enfocan en, para variar, confiar en el desarrollo tecnológico, con insistencia en dos ideas que tienen en común apuntar a consumos y prácticas individuales de quienes vivimos en ciudades: El tránsito a la electromovilidad, particularmente de vehículos particulares, y la instalación de paneles solares en viviendas. No basta. Ambas medidas, son un sorbo de distracción, y aunque pretenden disminuir las emisiones de carbono, son prácticas individuales de bajo impacto sistémico. Otra idea, aplicable en el ámbito rural, es plantar más árboles, rápidamente. Ésta, si bien no es una acción individualista, también se orienta a un negocio cuando cuatro de cada cinco árboles a plantar será parte de monocultivos. Estas medidas ciegan otras miradas y se toman la agenda, con presiones externas y un poco de miel, pero sin visión sistémica.
Retomando, ¿y cuáles son las otras dos fronteras planetarias sobrepasadas y angustiantes?: la pérdida de biodiversidad y la modificación radical de los ciclos del nitrógeno y el fósforo. Curiosamente, en ambos se esconde el secreto para también combatir la crisis climática mediante dos efectos relacionados: disminuir las emisiones de carbono y capturarlo. En la evolución del mundo que conocemos hoy, hubo alguna vez muchísimo más CO2, hasta que surge la fotosíntesis, como proceso que captura CO2 y agua, y que, con energía del sol, lo convierte en material vegetal (hojas, ramas, troncos, raíces), y oxígeno como residuo. La fotosíntesis de la biota marina y de los ecosistemas naturales terrestres, se acopla con la mantención de suelos ricos en nutrientes y de humedad.
Entonces… sorpresa! Si combatimos el cambio climático de forma coordinada con la lucha contra la pérdida de la biodiversidad no solo mitigamos dos de las tres peores crisis de nuestros tiempos, sino también la tercera, más ignorada, asociada a los ciclos del nitrógeno y el fósforo a nivel planetario. Más biodiversidad en todas partes es el secreto a voces, restaurando amplios paisajes naturales y diversos, y también en la ciudad, con grandes parques arbolados, que no solo capturen el carbono que produce la ciudad, sino que lo acumulen por mucho tiempo y al mismo tiempo faciliten la movilidad no motorizada, de forma segura, cómoda y saludable. No hay nada mejor.
*En cursiva, citas de la canción: "Té para Tres", de Soda Stereo.