Familias regalan su amor a pequeños vulnerados
El Sename inició una campaña para captar a interesados en participar del programa de Familias de Acogida, donde personas sin parentesco con los pequeños los reciben temporalmente en sus hogares mientras se resuelve su situación. Expertos destacan las ventajas del modelo, por sobre la residencia.
Por Alma Canales Silva / alma.canales@diarioelsur.cl
Cuando era pequeña, en su casa siempre había personas que no tenían dónde quedarse y que su mamá acogía, ya fueran familiares de otras ciudades o parientes de algún conocido. Por eso, para Paola Varela fue algo casi natural sumarse al programa de Familia de Acogida Especializada (FAE) del Servicio Nacional de Menores, Sename.
Se inscribió en 2017 y desde entonces ha cuidado de dos bebés. La primera llegó con siete meses y la segunda, con 1 año y dos meses.
Ella forma parte de la iniciativa de Sename que ofrece atención de carácter transitorio a niños y niñas cuyos progenitores o familiares no pueden ejercer adecuadamente su rol protector. Se trata de menores que han sufrido alguna vulneración grave, que va desde abandono hasta violencia intrafamiliar o abuso sexual.
Los menores quedan al cuidado de estas personas mientras se resuelve su situación personal, que puede derivar en la adopción o en la reubicación con algún pariente. Todo eso se hace a través de los tribunales de familia, que son los que deciden finalmente si el pequeño va a residencia o con una familia temporal.
De acuerdo a los datos entregados por el Sename, actualmente hay 59 niños, niñas y adolescentes (NNA) en el programa, de los cuales 14 están con familias externas, es decir, que no tienen una relación parental con el menor, y 45 en familia extensa, donde sí existe alguna vinculación sanguínea.
Tanto el Sename como expertos en la materia creen que esta alternativa es mejor que la residencia, pues el contexto familiar contribuye a que el niño, niña o adolescente se desarrolle de forma más plena.
Por eso, en el Sename iniciaron hace poco una campaña para captar familias que quieran asumir el cuidado de algún pequeño vulnerado. Actualmente hay 40, pero la idea es ampliarlas, para que así haya más alternativas para quienes han sido vulnerados en sus derechos.
Eso sí, aclaran que este programa es distinto al de adopción y que no hay una vinculación directa entre ambos procesos.
Dos apoyos
Paola Vera siempre tuvo en mente acoger a algún pequeño en su casa, ubicada en San Pedro de la Paz. Fue voluntaria en un hogar de lactantes, donde hacían campañas para las festividades. Desde entonces estuvo latente en su corazón la idea de que su familia fuera cuidadora. Por eso, cuando dieron una charla en su trabajo en 2017 sobre el tema, fue de las primeras en inscribirse.
A las semanas, la contactaron para ver si quería seguir en el proceso. Dijo que sí. Evaluaron a su familia, que la integran su marido y sus dos gemelas de 24 años. El proceso fue largo, de varios meses, pero finalmente en enero de 2018 les comunicaron que eran aptos para cuidar temporalmente de algún niño o adolescente vulnerado.
Ella mencionó que prefería bebés, pues tiene una mayor afinidad con ellos. Así fue como en abril llegó su primera pequeña, que provenía de la residencia Tupahue, de Hualpén. Tenía siete meses de edad y un diagnóstico de posible daño neurológico.
Lo primero que hicieron fue llevarla al médico, donde se confirmó el diagnóstico. La derivaron a la Teletón, donde inició una terapia que ayudó considerablemente a la bebé. "La llevábamos dos veces por semana. La pequeña estuvo 10 meses con nosotros. Cuando la recibimos nos dijeron que era posible que tuviera problemas de movilidad, pero cuando se fue lo hizo corriendo", relata.
En mayo del año pasado acogió a una segunda niña. Llegó en plena pandemia, cuando tenía un año y dos meses. Ahora está en el proceso de conexión con sus nuevos cuidadores, que son unos parientes que viven en otra región. Diariamente han efectuado videollamadas, para que la pequeña se acostumbre, y la próxima semana la visitarán.
Paola Vera reconoce que está un poco preocupada, pues la pandemia ha hecho que estén más aislados en la casa. "La niña ha estado con nosotros no más, hemos estado más pegadas. Me da miedo que el cambio sea complejo", expone.
Admite que la partida de la niña generará un dolor a toda la familia. No obstante, menciona que desde un inicio saben que el pequeño o pequeña que llegue estará un tiempo y eso los ayuda a llevar el duelo de mejor forma.
El Sename está consciente de aquello y por eso, afirman, hay un trabajo permanente con los cuidadores, con quienes se aborda, entre otras cosas, cómo manejar la partida.
Amor, no trabajo
Que el cuidado del niño sea temporal no implica que las tareas sean distintas a las de los padres con sus hijos.
Como la familia de Paola Vera ha atendido a dos bebés, han tenido que cambiar pañales, preparar mamaderas, enseñar a a hablar o caminar. Todos participan activamente. "Mi marido no cambia paños, pero es muy bueno preparando papas", cuenta.
También les toca llevarlos a los controles médicos. En este caso, es el Sename o la institución externa a cargo del programa quien hace la inscripción de los menores en el centro de salud público más cercano. Ocurre lo mismo en caso que el niño o niña sea más grande y requiera asistir al colegio.
Julieta Sáez, directora FAE Captación de la Provincia de Concepción, menciona que se privilegia la red pública porque se entiende que el niño, niña o adolescente estará sólo unos meses con esa familia.
Añade que, inicialmente, la intervención está pensada para un máximo de 18 meses. "En ese tiempo la situación ya debería estar resuelta, pero puede extenderse por más tiempo. La idea es que el niño salga cuando tiene su solución definitiva", detalla.
Remarca que tanto la llegada del menor a la familia de acogida como si se va con un familiar o es susceptible de adopción lo define el tribunal de familia correspondiente. Siempre hay una acción judicial detrás, confirma.
Para que esto sea lo más óptimo, la participación es voluntaria. Esto, aclara Julieta Sáez, implica que las familias que se inscriben no reciben pagos por realizar esta tarea. No obstante, sí se entregan insumos que alivianan la carga financiera que implica cuidar a un menor.
Paola Varela informa que en su caso, como ha atendido a dos bebés, Sename les dio una cuna, coche, silla para automóvil, ropa, leche, alimentos y pañales.
Esto, expone Julieta Sáez, se hace para que el tema económico no sea impedimento para participar. De hecho, agrega, tampoco hay un estándar de familia.
"Hemos tenido todo tipo de familias, familias uniparentales, con una mamá y su hija grande, en otras regiones incluso ha habido familias homoparentales. Lo importante es que puedan entregar protección al niño y que su vivienda tenga las condiciones de habitabilidad que se requieren. En definitiva, que estén las condiciones para que el niño se desarrolle", indica.
Paola Vera suma que hay un beneficio para los trabajadores que participan, que es similar al postnatal. Esto dura unos tres meses y apunta a que la integración entre el menor y la familia sea óptima. "Esto hay que gestionarlo con el empleador. Es un beneficio que muchos desconocen y que aveces se pierde", advierte.
Profundización
El programa lleva varios años en funcionamiento. En un primer momento se manejó a través de instituciones externas y en 2015 el Sename se incorporó para supervisar directamente algunos casos.
Este año, Biobío se sumó a un programa piloto para hacer captación y seguimiento de familias guardadoras. Julieta Sáez, directora FAE Captación de la Provincia de Concepción, cuenta que el programa que se está aplicando es para que un equipo especializado de la institución se dedique exclusivamente a la captación y capacitación de familias externas. En abril recibieron la instrucción y hace unas semanas partieron con las evaluaciones.
Comenta que los programas que ellos administran directamente trabajan con niños y sus hermanos hasta los seis años, pero los organismos colaboradores atienden de todas las edades, hasta los adolescentes.
El proceso de inscripción puede hacerse a través del sitio web de la institución. Luego las familias son contactadas y se les explica en qué consiste el programa y los pro y contra que tiene aceptar esta responsabilidad. Quienes deciden continuar se someten a una evaluación de una dupla psicosocial, la que puede tomar un mes y medio.
Cuando todo esto termina se les avisa si fueron aceptados. De ser así, quedan a la espera de que los llamen para hablarles de los menores que participarán del programa, para ver si ambos perfiles coinciden.
Mejor opción
"La institución cumple con las condiciones para hacerse cargo de los menores en residencia, pero esto no reemplaza al contexto familiar. Lo que se busca es evitar el daño por la institucionalización", afirma Julieta Sáez.
Esta visión es compartida por organismos como la Unicef y la academia, refuerza Verónica Gómez. La asistente social, magíster en Ciencias de la Familia con mención en Orientación y Mediación Familiar y académica de la Universidad Católica de la Santísima Concepción comenta que hay diversos documentos que muestran que los programas de residencia, sobre todo los CREAD, tienen deficiencias.
"Tenían mucho del modelo tutelar, por lo que promovían poco la autonomía de los niños, niñas y adolescentes. La rutina es un medio, no un fin. Sirve para el control y la exigencia, pero debe haber un equilibrio con el afecto y la comunicación. No todos tienen que hacer lo mismo al mismo tiempo", explica.
Según la experta en temas de infancia, "hay mucha evidencia de que con las familias de acogida están en un mejor ambiente, el proceso de acompañamiento es más especializado y se trabaja la perspectiva de familia".
Por eso, agrega Julieta Sáez, se ha reforzado el programa de las familias.
Paola Vera dice que el cuidado de estos menores requiere entrega, dedicación y paciencia: "Esto llega a revolucionar el sistema familiar, pero hay que adaptarse. Es algo que con mucho amor puede lograrse. Da mucha pena cuando ellos se van, pero uno no se muere de pena y logra levantarse".