Movilidad en el Gran Concepción
Una queja constante acerca del transporte en nuestras ciudades es que se "piensa" muy poco y que las soluciones que se entregan muchas veces son "de parche". Esta percepción no es del todo errada; por ejemplo, el último Plan de Transporte del Gran Concepción, que lista los proyectos a ser priorizados, tiene ya más de veinte años. Actualmente nuestra intercomuna está en un proceso que permitirá priorizar los proyectos de transporte que se impulsarán en las próximas décadas. Un aspecto clave para este plan, es generar una visión de largo plazo del Gran Concepción al 2050, que permita ordenar y priorizar estos proyectos, en base a una mirada consensuada de lo que queremos para nuestra ciudad en el futuro.
Entender la movilidad refiere a cómo ocupamos el espacio, cómo nos movemos en él y realizamos actividades. En ese sentido un plan de movilidad debe ir más allá de pensar en los "tacos" y en movernos cada vez más rápido y más lejos; paradigmas y prioridades que no han logrado construir una mejor ciudad. Por ello, un aspecto fundamental para construir esta visión 2050 es su contexto nacional y global, en particular, referido a la crisis sanitaria y económica producto del covid-19, que ha mostrado las profundas desigualdades socioespaciales que enfrentan las personas que viven en territorio. Así mismo, la actual pandemia ha mostrado cuán importante es priorizar el transporte público y los movimientos en bicicleta y a pie, dado que es imposible que sólo dependamos del automóvil para movilizarnos. Aún más urgente es la necesidad de considerar la actual crisis climática como el centro de nuestra visión del 2050, puesto que el transporte es uno de los factores más importantes en la intervención humana negativa e irreversible a nuestro ecosistema.
En ese sentido, antes de discutir en proyectos específicos, es necesario definir principios claves. Un primer aspecto lo debe constituir la priorización de modos de transporte sustentable y la equidad en el uso del espacio público; para ello, el automóvil debe dejar de tener la primera prioridad en la inversión, enfatizando el transporte público, la bicicleta y la caminata. Cabe notar, por ejemplo, que estos dos últimos modos de transporte nunca han tenido proyectos explícitos en estos planes.
Otro principio fundamental debe ser la equidad, de tal manera que nuestra ciudad del 2050 genere mejores oportunidades a sectores de ingresos bajos a tener una mayor accesibilidad a oportunidades, dejando de omitir la movilidad de mujeres, jóvenes, menores de edad, personas en situación de discapacidad, y adultos mayores, como tradicionalmente ha ocurrido.
Por ejemplo, existe una gran brecha entre la Región Metropolitana de Santiago y la nuestra, tanto en la provisión de equipamiento y calidad del transporte público, así como en la infraestructura de ciclovías. Lo anterior tiene una bajada práctica: aunque la Ley Espejo permite -en teoría- generar una buena cantidad de recursos para las regiones, las pocas atribuciones políticas de las autoridades regionales impiden que se focalicen en mejorar la calidad de la movilidad en sus territorios. Lo anterior muestra cómo la visión debe ser plasmada en un esfuerzo real de planificación, gobernanza y política de transporte.
La urgencia que estamos experimentando muestra que este es un momento crucial para construir una movilidad futura más digna, equitativa y sustentable. Hablar de dignidad significa que no podemos privilegiar solo el uso del automóvil cuando en Chile la mitad de los hogares no tiene uno. Esta responsabilidad viene acompañada de la oportunidad irrepetible para los tomadores de decisiones, el sector público, privado, la academia y la sociedad civil, de plasmar una mejor ciudad para las futuras generaciones.