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si supiera que hice este libro, hay una película: justamente lo que él detestaba. (En la casa) había adulación, admiración de los personajes notables como Neruda. A mi abuelo le gustaba harto estar rodeado de estos célebres, pero a la familia siempre le molestó, porque había cierto abandono: siempre en estas casas donde van los embajadores, quienes tienen renombre, falta ese vínculo afectivo que genera hablar de cualquier lesera: comer pan con mantequilla, estar con los cabros chicos. Ellos viven como si la casa fuera un centro de eventos. Si estás ahí y eres un niño, los terminas odiando. "¿Qué tanto este guatón?" dirían por Neruda (ríe).
-Una invitada 'notable', como decía tu abuelo, que no es bien recibida, fue Violeta Parra.
-Dicen que tuvieron alguna onda y creo que sí, le dedicó una composición que se llama "El joven Sergio": ahí vi una clave en lo "joven", porque ella tenía una cierta atracción por los hombres menores. Lo que sí es verdad es que mi tío la conoció cuando él tenía 21 años y ella 35, ya adulta, con hijos, mientras que él era un cabro chico (…). La Violeta era intensa, me contó María Inés Solimano (diseñadora textil contemporánea de Parra) y he leído bastante sobre ella. Violeta se imponía: llegaba, agarraba la guitarra y cantaba fuerte, no tenía una voz armoniosa, sino media punk, disruptiva, igual que sus canciones. Era una tipa fuerte, se hacía escuchar, (…) y (en la casa de los Larraín) dijo 'a los cuicos no les gusta como yo canto'. No era complaciente, pero siempre hubo un respeto en la familia porque entendían.
-Son cuicos que conocen el centro de Santiago.
-Nunca tuve conciencia de pertenecer a esta familia cuica de la que se habla, porque no me criaron así: mi mamá vivía bastante austera, nada que ver con mi abuelo. (…) Hoy no existe una clase alta ilustrada, que lee, es sensible. Los ricos hoy son ignorantes, mientras que mi familia frente a alguien como Violeta Parra sí la valoraban. Creo que más a ella que a Neruda, porque sabían darse cuenta de lo auténtico, había un interés por lo original… Mi abuelo después hizo el Museo de Arte Precolombino, que rescata el pasado prehispánico, sus manifestaciones visuales y artísticas: la Violeta representaba eso para ellos, la emergencia del origen con los cantos de lo humano y lo divino. Violeta traía algo del origen cuando en las radios tocaban música gringa. Ella no es Los Huasos Quincheros.
-Entre los ires y venires de Larraín con Parra, ella se mató en la carpa que originalmente era de él. ¿Sabes qué sintió tu tío al saberse dueño de la mortaja?
-Nunca habló de eso, pero sé que le afectó. Además, después se suicidó otro de sus amigos, Couve, y mi tío trató de suicidarse cuando tenía 17, 18 años. Creo que ellos compartían una cierta desesperación, porque tenían altas expectativas de las cosas, por eso las críticas a mi abuelo también. Por mi parte, creo que los seres humanos somos más o menos no más, estamos llenos de contradicciones, dejamos un montón de cagadas y bueno, así es la vida. Sergio y la Violeta eran muy estrictos, soportaban muy mal las mediocridades del mundo.