A fines de este año comienza a regir la ley de plásticos de un solo uso, la que prohibirá la utilización de productos como cubiertos, bombillas, revolvedores, entre otros, en locales de comida, los que deberán ofrecer al público elementos que puedan ser reciclables.

Esta modalidad, junto con ser un gran aporte a la economía circular -la que implica reutilizar, reparar, arreglar, renovar y reciclar materiales y productos las veces que sea posible-, también comprende una disminución importante en los costos de inversión de las empresas.

Giovannino Baselli, gerente comercial de Bacuplast, explica que la reutilización de cualquier materia prima siempre será más económica que el uso de materiales vírgenes o nobles. "Es un beneficio utilizar esta resina o elementos reutilizables para llevar a cabo el desarrollo de un proyecto. Tiene a veces un costo de procesos e ingeniería más caro, puesto que no son temas que puedas resolver yendo y comprando donde el proveedor o en la petroquímica, sino que se hace en un centro de acopio, pero es una gestión muy factible y hoy existen muchas redes como para que en cualquier segmento o industria puedan hacerlo".

Para el gerente de Bacuplast, hoy en día el aspecto más significativo es el diseño del producto, ya que de esto dependerá la cantidad de residuos que se produzcan. "Hoy en día se recicla gran parte de los plásticos de un solo uso, entonces lo que es más importante es la fase del diseño del producto, el ecodiseño, que garantice la reutilización. Que garanticen la no generación de basura, que eso es como la última derivada de lo que se está apuntando ahora. Un buen diseño no genera basura. Dicho de otra manera, la basura es un error de diseño", afirma Giovannino Baselli.

Bacuplast trabaja en el desarrollo de productos pensados en no generar basura. "Son reciclables, son reutilizables, cumplen con todos los estándares para que cualquier persona pueda fácilmente identificar qué tipo de plástico es, cómo se recicla, dónde se recicla, con toda la información de manera amigable y que además son fabricados con resinas que son dadas de baja de un producto que llegó a un centro de acopio, que se molió y que nosotros le estamos dando una segunda vida".

Baselli agrega que "planteamos o replanteamos un producto desde la perspectiva que se incorpore en su materia prima materiales reciclados, que una vez que cumpla con su vida útil sea fácilmente reciclado o reutilizado en otra función y cuando la persona quiera desecharlo sepa fácilmente cómo hacerlo", finaliza.

El covid-19 ha significado una serie de complicaciones para muchos trabajadores, donde gran parte de las complejidades tienen relación con la salud mental.

Cansancio acumulado, incertidumbre respecto al estado de las cuarentenas, frustración y desgaste son parte de los síntomas. De hecho, según el informe "Un año del covid-19", elaborado por la consultora internacional Ipsos para el Foro Económico Mundial, reveló que Chile es el segundo país del mundo donde más ha empeorado la salud mental desde el inicio de la pandemia.

Sobre esta realidad, Trinidad Covarrubias, consultora de bienestar de Willis Towers Watson, señala que "el cuidado de la salud mental no es algo muy instaurado en nuestra cultura todavía. Existe aún un prejuicio o estigmatización a la expresión a las emociones, a pedir ayuda o realizar una consulta al psicólogo. De esta forma, muchas personas viven su estrés u otras condiciones de salud mental en silencio, lo que repercute finalmente en problemas más severos y en otras conductas compensatorias que causan más daños a la salud, como el consumo de alcohol, tabaco, drogas, suicidios, etc.".

Entre las principales causas que han llevado a un grave deterioro de la salud mental de los chilenos, Covarrubias sostiene que "muchas personas se sienten más solas que nunca, hay quienes sienten miedo a diario por seguir yendo a trabajar en medio de los riesgos de contagio, otros muchos han perdido su trabajo. Escuchamos tristes historias sobre familias y amigos que no pueden visitar a sus seres queridos en los asilos de ancianos o en los hospitales, impedimentos para casarse, personas que han caído en el alcohol u otras drogas como un mecanismo de afrontamiento, o sobre las secuelas que sufre un conocido tras el contagio. Todas estas historias suponen una carga emocional importante para todos nosotros".

En esa misma línea, agrega que "cuando sumamos a esto la alta demanda de trabajo de los empleados, con límites poco claros de su horario laboral en teletrabajo, lidiando con la diversidad de roles profesionales, familiares, domésticos, financieros y personales, e intentando mantener la productividad que tenían en tiempos pre-pandémicos, resulta un alto costo a la salud: un aumento en la probabilidad de agotamiento entre los empleados que han mantenido este estado por más de un año".

Y así lo reconocen los empleadores en Chile. La encuesta de Diagnóstico de Bienestar realizada por Willis Towers Watson en marzo de este año a más de 580 trabajadores en Latinoamérica, da a conocer que el 82% de los colaboradores, específicamente en Chile, identifica el estrés como uno de los principales desafíos de su fuerza laboral, seguido por otras condiciones de salud mental como la ansiedad y la depresión en un 72%.

"Si las exigencias laborales no se complementan con otras iniciativas que velen por el equilibrio emocional del empleado, y que efectivamente satisfagan las necesidades de los diversos grupos, aumenta el riesgo de agotamiento, lo que favorece la pérdida de compromiso de los trabajadores. El agotamiento de los empleados es un desafío global al ser uno de los mayores factores de riesgo para la retención de talentos y para mantener una sana cultura organizacional de los colaboradores que se quedan", asegura Covarrubias.

Según el Primer Estudio Nacional de Valoración Económica del Trabajo Doméstico y de Cuidado No Remunerado en Chile, "¿Cuánto aportamos al PIB?", el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado equivale al 22% del Producto Interno Bruto Ampliado del país, lo que supera la contribución de todas las otras ramas de la actividad económica. El estudio fue hecho por Comunidad Mujer.

"Efectivamente, el trabajo no remunerado es un aspecto clave de la vida en familia y en comunidad. No podemos concebir nuestro día a día sin pensar en las distintas obligaciones familiares que adquirimos dependiendo de la edad que tenemos, además de nuestras actividades remuneradas en el caso de la población laboral adulta y activa", señala Karin Bravo Fray, directora de Postgrados de la Universidad San Sebastián Concepción.

El trabajo no remunerado históricamente se asocia al género femenino, complementado con el concepto arraigado del "hombre proveedor". "Las mujeres participábamos muy escasamente en el mercado laboral formal, abocándonos a las tareas del hogar y cuidado de los niños. Si bien desde comienzos del siglo XX se permitió el acceso a 'carreras femeninas' en nuestro país, como Pedagogías, Medicina, Obstetricia, Enfermería y Leyes, por su vocación y énfasis vocacional, la participación femenina en el mercado laboral sigue siendo baja en nuestro país", plantea la profesional.

Puntualiza que el año 2020, "la tasa de participación laboral era de un 53% en el caso de las mujeres y un 74% en los varones. Adicional a estas labores formales en el mercado laboral, las mujeres suelen ser las responsables también de las labores domésticas", sostiene Karin Bravo.

Existen estimaciones de valorización del trabajo no remunerado, asignando por ejemplo un "valor hora" a la cantidad de tiempo destinada a las labores domésticas y de cuidado de los hijos. "En economía se suele hablar del concepto de costo de oportunidad, esto es, si yo no pudiera realizar estas labores, cuánto debería desembolsar mensualmente… lo que también serviría como estimación tomando como gran supuesto que todos los hogares pudieran cubrir ese costo", dice.

Sin embargo, "este valor difiere según la preparación profesional de la mujer, que mientras más credenciales profesionales tiene, lo más probable es que esté más dispuesta a pagar por esas labores a un tercero, pues no ingresar al mercado del trabajo le genera un costo de oportunidad mayor por lo que deja de ganar como ingresos", explica.

"Lamentablemente en los sectores más vulnerables, donde las mujeres no tienen estudios superiores, el costo por el cuidado de los niños es compensado por prácticamente todos los ingresos que ella pudiese generar. Por tanto, no existen incentivos a que ingrese al mercado laboral", añade.

La valorización pasaría entonces por un análisis costo-beneficio micro, "esto es, familiar, que ayuda a que cada familia tome la decisión de participar o no en el mercado laboral, y quién participará de acuerdo con la caracterización de sus integrantes. Sin embargo, pensar en recibir algún tipo de ayuda estatal por estas labores, se ve aún lejano como política pública de transferencia directa", expresa la académica.

Karin Bravo asevera que los gobiernos pasados han intentado compensar de alguna manera este trabajo no remunerado, enfocándose en las mujeres, por ejemplo, a través del bono por hijo (a partir del año 2009). "Pensando en la actualidad, las políticas públicas pueden considerar alternativas distintas a transferencias, como pueden ser, por ejemplo, opciones de guarderías universales, o legislar sobre jornadas de trabajo con menos horas laborales, teletrabajo y horarios más flexibles. El acceso al sistema escolar también es una herramienta de apoyo para muchos hogares, pues entrega cobertura horaria en el cuidado de los niños", sostiene la profesional.

Participación de ambos roles

"El trabajo doméstico que incorpora las labores del hogar, más las labores de cuidado y de crianza, es un tipo de trabajo clasificado como productivo no remunerado que en la etapa pandémica ha visibilizado las lógicas de género que sostienen la división social/sexual del trabajo, donde las mujeres concentran, ocupan y producen este tipo de actividades", señala Alina Muñoz Rojas, académica de Ingeniería Comercial de la Universidad San Sebastián.

"Si bien hoy es cada vez más probable ver a hombres -sobre todo jóvenes, con alto capital cultural y nivel socioeconómico- que se incorporan a las labores del hogar, éstas fundamentalmente se circunscriben a las labores de crianza y cuidado de niñas y niños (realización de tareas, juegos, etc.), no existiendo una mayor participación de las labores del hogar como limpiar baños, planchar la ropa o estar al pendiente de lo que falte en la despensa", acota.

Como forma de contrarrestar esta dinámica (y con ello comenzar a gestar una transformación cultural) es necesario incorporar, en los diversos quehaceres del mundo familiar, a todos los miembros del hogar, adultos y también a los niños. "La corresponsabilidad no es un criterio que tenga que ver con géneros o edades, sino con la capacidad de responder frente a las responsabilidades que nos impone nuestro entorno", establece.