Freno a propagación de la desinformación
Sólo algunos días después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) clasificara al covid-19 como una pandemia, el Proyecto de Estudios Empíricos de Conflictos de la Universidad de Princeton, Estados Unidos, inició un profundo trabajo de recopilación de datos en torno a la forma en que opera la desinformación, específicamente en torno a la propagación del coronavirus.
Se trata de un trabajo de alta relevancia, pues permite analizar con claridad la gran dimensión de la problemática asociada a las denominadas "noticias falsas", que tanto daño provocan en la Región, el país y el mundo, pues impactan directamente en negativas conductas, como el abandono de las precauciones sanitarias o la menor adhesión al proceso de inmunización contra el coronavirus.
El principal objetivo del estudio realizado por la universidad estadounidense fue apoyar los esfuerzos para limitar la propagación de narrativas distorsionadas en torno a la pandemia, para lo cual decidieron categorizar de manera sistemática y hacer públicos los datos que contribuyan a una comprensión mucho más precisa del fenómeno conocido como desinformación.
Con ese fin, han explorado internet y las redes sociales en todo el mundo para identificar, registrar y rastrear discursos tergiversados en territorios como América Latina. Así, para diciembre del año pasado ya habían contabilizado un total de 5.613 historias distintas de desinformación de más de 80 países y en 35 idiomas.
Sin importar el punto del mundo donde rastrean este tipo de contenidos, se encontraron con muchas afirmaciones de curas o remedios falsos, extravagantes relatos de supuestas conspiraciones gubernamentales e informes de recuentos de casos exagerados destinados a infundir miedo.
Esto se asocia a que una parte de las historias han estado motivadas por razones políticas, lo cual se ha observado con especial intensidad en América Latina. De hecho, el más reciente informe de los investigadores señala que gran parte de la desinformación en esta parte del mundo se centró en las respuestas de los gobiernos a la pandemia, con el objetivo de socavar la imagen de personeros públicos, organismos políticos e instituciones. A los fines ideológicos, se suma también la búsqueda de algún tipo de ganancia financiera.
También se encontraron muchas publicaciones que promovían curas falsas y medidas preventivas inadecuadas, muchas de las cuales se difundieron en otras partes del mundo. Estas últimas historias, que comprendieron el 20 por ciento de las narrativas que se registraron en nuestro continente, generalmente afirmaban que sustancias cotidianas, como agua caliente, limón, aspirina, jengibre, ajo, miel o vitamina C, curarían la infección por coronavirus. En total, se recopilaron un total de 699 historias diferentes de desinformación en América Latina. El 80 por ciento de las historias fueron difundidas por personas en redes sociales como Facebook y Twitter, mientras que el 17 por ciento fue transmitido por algunas plataformas de comunicación y figuras políticas.
Un aspecto importante que debe considerarse es que la dinámica en que operan quienes alientan la desinformación suele adaptar ciertas narrativas falsas vinculadas con la pandemia a los contextos locales, de manera de intentar darle un mayor sentido de realidad a lo que se difunde.
Se debe recordar que actores claves de la desinformación son los propios usuarios de las redes sociales, que cumplen dos roles claves: primero, son las audiencias que consumen este contenido sin un mayor cuestionamiento y también, en una buena parte de los casos, se convierten en los distribuidores de ese material. Es decir, contribuyen a amplificar este fenómeno, ayudados también por algoritmos de las redes sociales, que hacen que a medida que más usuarios interactúen con ese contenido, lo transformen en más "recomendable" para otros usuarios.
Se debe reconocer, eso sí, que recientemente las empresas de redes sociales han iniciado procesos de cambio en esos algoritmos, así como en los procesos de moderación de contenidos, que buscan afrontar esta verdadera "epidemia" de noticias falsas.
La situación se torna especialmente grave cuando estos procesos ocurren en medio de una emergencia de tal magnitud como la que enfrentamos en la actualidad y donde también, lamentablemente, crecen hasta de manera compulsiva este tipo de mensajes.
Frente a esta escenario, la labor de verificación de datos cobra una especial relevancia. Y afortunadamente, poco a poco van creciendo las organizaciones que son capaces de detectar las historias falsas, analizar su origen e intentar contrarrestar su impacto.
Esa labor hace que sea más fácil para los periodistas y el público en general de todo el mundo identificar y refutar las afirmaciones falsas, por lo que un desafío central es cómo las sociedades pueden contribuir al fortalecimiento de este tipo de organizaciones, cuya contribución se hace crecientemente necesaria en virtud del avance de este complejo fenómeno.
Sin importar el punto del mundo donde se rastrean contenidos intencionadamente falsos vinculados a la pandemia del covid-19, investigadores se encontraron con muchas afirmaciones de curas o remedios falsos, extravagantes relatos de supuestas conspiraciones gubernamentales e informes de recuentos de casos exagerados destinados a infundir miedo.