Emociones de profesores durante la pandemia
Preocupantes resultados son los que arrojó una encuesta realizada por el Centro de Investigación y Mejoramiento de la Educación (CIME), de la Facultad de Psicología de la Universidad del Desarrollo, que recolectó datos acerca de la experiencia de los profesores en torno a la educación remota durante la pandemia, a través de un sondeo online.
La investigación -basada en las respuestas de 842 profesores, en su mayoría de entre los 30 y 49 años- reveló que existe una alta frecuencia de emociones negativas experimentadas por los profesores. En efecto, ante la consulta sobre las emociones más comunes durante la educación remota en pandemia, el 77% de los docentes reportó sentir estrés, 49,8% frustración, 41% angustia y 31,4% impotencia.
Se trata, sin duda, de consecuencias vinculadas a un sistema que debió implementarse de manera absolutamente imprevista, lo que impidió una mejor planificación de su instalación. Revela que los profesores -debido a los necesarios resguardos sanitarios- han perdido un importante espacio de interacción y formación, imposible de reemplazar a través de la virtualidad.
Según explicó la Dra. Daniela Bruna, docente Investigadora del CIME, "estas emociones se asocian a malestar, por lo que vale pena preguntarse, especialmente a nivel de los líderes del sistema educacional, cómo podrían estar impactando estas emociones en los estudiantes y qué medidas se deberían tomar para apoyar a los profesores en el manejo de estas emociones, que podrían tener una influencia negativa en su salud mental".
Con respecto a la presencia de sintomatología en este ámbito, los profesores reportan sentir principalmente ansiedad (59%), insomnio (55,1%), irritabilidad (29,8%). La Dra. Verónica Villarroel, directora del CIME, planteó que "sin duda la presencia de estas emociones puede tener efectos nocivos, especialmente cuando se cronifican, generando aversión y desmotivación hacia el proceso educativo. Es relevante que, tanto docentes como estudiantes, perciban la clase como un espacio de encuentro, que los contiene emocionalmente y entrega seguridad".
Lo anterior es reflejo que con la transformación digital "forzada" aparecieron importantes desafíos como dotar a los docentes de competencias digitales, buscar formas de trabajo coherentes con el confinamiento, lidiar con apoderados agotados que deben apoyar en mayor medida a los estudiantes, quienes a su vez también se sienten cansados y hasta antes de esta crisis recibían el mensaje de que la exposición a pantallas era nociva.
Adicionalmente, esta crisis sanitaria puso el foco en las desigualdades del sistema: las condiciones de conectividad, espacio físico y aprendizaje nos son las mismas para todos los niños y adolescentes y esto incide en la calidad de sus aprendizajes aumentando las brechas existentes en nuestro país.
El estudio también entregó luces acerca de qué hacer para disminuir el malestar en los profesores. En concreto -según plantearon los investigadores- es importante que los docentes duerman bien, realicen actividad física y se conecten con emociones positivas relacionadas con la enseñanza, la interacción con sus estudiantes y sus colegas, su compromiso y sentido de pertenencia a la institución.
El sistema escolar, tanto público como privado, tiene la responsabilidad de proveer estos espacios de contención y protección a sus docentes, como también, cuidar la sobrecarga, priorizando los objetivos y tiempos de aprendizaje a lo fundamental, de manera de prevenir la aparición y cronificación de estas emociones negativas que repercuten en su salud mental y en el proceso educativo.
Con todo, estos antecedentes son un insumo más a tener en cuenta al desarrollar el debate actual en torno a la conveniencia del retorno a las clases presenciales. Una temática de amplia complejidad sobre la cual se requiere poner todos los elementos en juego sobre la mesa, para tomar las mejores decisiones vinculadas a la salud física y mental de los integrantes del sistema educativo nacional.
Los autores de un estudio plantean que el sistema escolar, tanto público como privado, tiene la responsabilidad de proveer estos espacios de contención y protección a sus docentes, como también, cuidar la sobrecarga, priorizando los objetivos y tiempos de aprendizaje a lo fundamental.