"Mis recuerdos tras salir de la ventilación eran sólo llorar y llorar"
El médico de 66 años, vicepresidente de la Sociedad Chilena de Pediatría de Concepción, se contagió de coronavirus el 4 de diciembre y estuvo 30 días en la UCI con ventilación mecánica. Tras superar la enfermedad, quedó con secuelas en la movilidad de sus extremidades. Zenteno relata en primera persona cómo vivió los días de hospitalización, los miedos que enfrentó cuando se acercaba la intubación, sus días sin hablar ni comunicarse y, luego, su temor a no poder volver a respirar por sí solo. Tras su vivencia, agradece el trabajo de sus colegas de la UCI y el poder ser un sobreviviente del coronavirus.
"Todo empezó después de un lindo fin de semana. De pronto me envolvió una extraña somnolencia, a la que le siguió cefalea y fiebre en los días siguientes. Quise creer que era una influenza, pero los exámenes arrojaron positivo en coronavirus. Yo estaba escondido en el campo para la pandemia, nos habíamos llevado a mis nietos porque mis hijos son médicos y tenían que trabajar, pero uno de los trabajadores de allá me contagió. Di positivo el 4 de diciembre.
Empecé a desaturar, mi hija -médico de UCI Covid- me solicitó un TAC pulmonar (Tomografía Axial Computarizada) que mostró una neumopatía y deciden hospitalizarme en el piso covid.
Sabía que, si pasaba los diez días podría superar esta temible enfermedad, pero no fue así. Al día siete empecé a desaturar y el médico broncopulmonar que me visitaba diariamente indicó oxígeno dos litros al día, que al día siguiente se convirtieron en tres. Me mantenía voluntariamente en prono (acostado boca abajo), rogando no complicarme, pero nada funcionaba.
LA INEVITABLE VENTILACIÓN
El día 11 de mi enfermedad, el broncopulmonar indicó un nuevo TAC de tórax y el compromiso pulmonar era aún mayor que los días previos y se decidió mi traslado a la UCI Covid. Allí partió mi calvario: primero con las punciones arteriales, ¡ay qué dolor! Luego, con la cánula de alto flujo (oxigenoterapia) la que me fue prácticamente insoportable por el aire cálido y la presión que entrega, en una sala con un calor que hacía acrecentar mi angustia, sospechando lo que se venía: la ventilación mecánica.
Y así fue. La médico jefe me indicó que la cánula no estaba funcionando y que debía conectarme, yo le respondí con una mezcla de angustia y temor, pero también de optimismo porque confiaba en ella. Me aseguró que todo saldrá bien, me pasa mi celular y me dice que haga la última llamada. ¿Última llamada? ¿La última llamada de mi vida? Aún con un ápice de serenidad, llamé a mi esposa para despedirme hasta sólo cuando el Dios Padre lo dispusiera.
Pregunto si me va a doler, me contestan que no sentiré nada...aun así brotan lágrimas de mis ojos. Conectado a ventilación mecánica y habiendo recibido altas dosis de bloqueadores neuromusculares, mi nivel de conciencia era nulo. En víspera de Navidad, tras 14 días de ventilación, se me intenta extubar, pero no lo toleré. Se venía el siguiente paso: la traqueostomía (abertura en el cuello para facilitar la respiración) y rápidamente mejoré mis parámetros, se inició la disminución de la sedación.
Mis recuerdos iniciales eran sólo llorar y llorar, la impotencia me abrumada, estaba muy asustado. Recibí la visita de mi esposa, pero no la conocí porque en medio de mis delirios pensaba que ambos estábamos muertos, teníamos fecha para el funeral y hasta había donado mis órganos. Quise hablar, pero me di cuenta que no podía hacerlo por la traqueostomía, quise abrazar a mi esposa, pero las amarras de mis muñecas me lo impedían.
Los días que siguieron, fueron de infinito sufrimiento, ya que a medida que recuperaba paulatinamente mi nivel de conciencia, no podía conciliar el sueño, ni hablar, mi visión era doble, no podía mover mis extremidades superiores, sólo mis dedos y sentía que me ahogaba llegando a pensar que me podía morir de un momento a otro.
Fueron días angustiantes, pero añoraba la visita de los kinesiólogos. ¡Qué maravilloso fue sentarme a la orilla de la cama! Y luego, la primera vez que di mis primeros pasos, aplaudidos como se hace con un niño que empieza a caminar.
LA RECUPERACIÓN
Pero me sentía muy solo, casi abandonado, los protocolos de la UCI Covid son tan estrictos, que impiden una relación médico-paciente y, aunque duela decirlo, son deshumanizantes. Sólo había tiempo para ver y anotar desde afuera los registros de los monitores.
Me pusieron una válvula fonatoria y pude hablar. Qué maravilla poder expresarme después de más de un mes sin hacerlo. El fonoaudiólogo reeduca mi voz y me enseña a deglutir, lo hago con temor porque no he recibido nada vía oral por semanas. Me consigue un helado de vainilla -mi favorito- y empiezo a comer.
Se inicia el retiro del ventilador. Confieso que me dio susto, creo que no sería capaz de abandonarlo, que me cansaría, me ahogaría. La enfermera me dio ánimo y le pedí que no quitara sus ojos de mí, de pronto estaba respirando solo, no podía creerlo. Cerré los ojos y di gracias a la enfermera.
Tras 40 días hospitalizado y tras ser declarado no contagioso, me trasladan a la UCI no covid, allí mi estadía fue más amigable, aunque no podía dormir. Me retiran la dolorosa sonda vesical, la sonda nasogástrica, la línea arterial, y el catéter yugular. Me dicen que me van a retirar la traqueostomía, me asusto. Después de tres días fui trasladado a sala básica y es difícil explicar mi alegría, se acercaba el alta. Esa alegría se vio opacada con la terrible noticia que mi familia había guardado hasta mi alta, mi madre había fallecido por covid mientras yo estaba en ventilación mecánica.
Al llegar a mi casa lloré, lloré de rabia por haberme enfermado, por haber vivido una pesadilla, por la partida de mi madre, por haber causado tanto dolor y preocupación en mi familia.
Al estar tanto tiempo en ventilación mecánica, se te atrofian los músculos y tenía mis manos de empanada porque te amarran en las extremidades. Ahora estoy con el 70% de mi movilidad: si tengo que abrir un frasco no puedo hacerlo, tampoco ponerme una chaqueta con normalidad. Tengo neuropraxía (debilidad muscular y alteraciones en la sensibilidad). Pero estoy agradecido por la mejor secuela que me dejó esta enfermedad, el poder seguir vivo".
70% de la movilidad de sus extremidades tiene actualmente el médico, como parte de las secuelas que dejó el virus.