Fallecimiento de Carlos Schmidlin entristece la escena jazzística local
Recordado por su gran calidad humana y artística, pares de su generación, como también músicos más jóvenes, reconocen la trascendencia de Schmidlin en la escena sincopada penquista. Un pianista que, dicen, pudo haber nacido en Nueva Orleans.
Una partida sentida, que se escucha con pena en las voces de quienes conocieron y compartieron tiempos, músicas y notas del jazz tradicional con Carlos Schmidlin Gacitúa, quien falleció ayer a los 81 años, en horas de la mañana, luego de lidiar con un cáncer que arrastraba desde 2019.
"Carlitos", como le decían sus amigos y cercanos, descansó dejando una estela de buenos recuerdos y grandes anécdotas en el historial de los sonidos sincopados vecinos del dixieland, en melodías gestadas en Concepción desde mediados de los años 50.
"No puedo estar de otra forma que apenado por la tristeza lógica que se siente cuando parte un amigo". Las palabras de Ramón Cifuentes (76) se escuchan sinceras y con esa pausa que entregan la experiencias, muchas de las cuales compartió con su amigo, pianista autodidacta y músico respetuoso de las tradiciones sonoras.
Son las que unieron a Schmidlin con el grupo formado al alero del Club de Jazz de la UdeC, hacia 1957, como también las que motivarían su ingreso a Cap Swingers (agrupación emergida en Huachipato en 1961), como también la formación de la Dixieland Jazz Band hace 63 años.
Según cuenta Cifuentes, trompetista histórico de la Dixieland, Schmidlin llegó al piano por las vueltas del destino, cuando tuvo uno en su casa, adquirido por el padre, y destinado a las clases de su hermana. "Carlos debió tener unos 15 años, y empezó a tocar solo por curiosidad. Así aprendió algunos acordes. Le gustó y siguió con el piano", señala Cifuentes, trayendo al presente los recuerdos de su colega de filas.
En esos años, en el Colegio Alemán, conoce a Juan Schorwer, reconocido melómano, con quien entabla amistad, y descubre el jazz, en la gran ebullición que significaron los 50. "También se hizo amigo de Jaime Santamaría, lo que lo ligará después al Club de Jazz de la UdeC", cuenta Cifuentes sobre la iniciativa motivada por el rector David Stitchkin en 1958.
Aquel punto, lo que sería El Ombligo, espacio ubicado debajo del Foro universitario, transitarían nombres claves de la escena jazzística de la época, como Sergio Rojas, "Perengo" Salazar, Jaime Cafarena, Eugenio Urrutia; todos estudiantes en la UdeC.
"En ese tiempo lo conocí (1961), yo con 16 años. Tuve una gran impresión al escucharlo en el piano, porque también me gustaba el jazz. Fue ahí cuando tuve mi primera invitación para tocar con el grupo del Club de Jazz, formado también por los hermanos Romero", recuerda el trompetista con nostalgia y esa alegría propia, que traen los buenos recuerdos de quien pasaría a ser parte de los Cap Swingers.
GRAN PERSONA
Una de las principales características de Carlos Schmidlin, además de ser músico de oídas -sabía unos 70 temas sin lectura- es su generosidad al momento de dar consejos musicales.
Son los que sintió el propio Ramón Cifuentes. "Me faltan adjetivos para describirlo, como amigo de tantos años una tremenda persona y muy generoso con su música. Últimamente incorporamos gente nueva (a la Dixieland Jazz Band) que les gustaba tocar ese estilo, y Carlitos siempre le dio espacio a las nuevas generaciones", relata su amigo en torno a la agrupación integrada por entre siete y ocho músicos, y que conserva como originales a Francisco Martínez y el propio Cifuentes.
- Y al Schmidlin músico ¿cómo lo va a recordar?
- Con una memoria de elefante, porque tocaba al oído. Nunca pidió que le dieran los acordes, se aprendió todo de memoria, y más de 70 temas, imagínate. Tremenda capacidad para memorizar los acordes en el piano, con un estilo apegado a Nueva Orleans.
Una percepción similar tiene Ignacio González, saxofonista que conoció al pianista hace unos 30 años. "Siempre fue muy amable y abierto en la música, entusiasta. Sin duda un aporte a nuestra cultura del jazz, y alguien a quien extrañaremos", resumió.
15 años tenía el músico y empresario penquista cuando descubrió el sonido del piano en su casa, y del cual no se separaría más.