Brecha de género en el trabajo
En las últimas décadas ha sido notoria la participación de la mujer en el mercado laboral y ha ido en constante aumento, ganando espacios en todos los ámbitos, desde altas responsabilidades en los gobiernos, en el Poder Judicial, el Congreso, las empresas, hasta las labores más cotidianas.
En 1990 la fuerza laboral femenina en Chile alcanzaba un 31% y hoy promedia alrededor del 48%. Sin embargo, a pesar del crecimiento económico sostenido de las últimas décadas y los factores condicionantes que podrían posibilitar su incremento, es todavía una de las participaciones más bajas entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde), donde llega al 60%.
No obstante el aumento de participación, a igualdad de condiciones con el hombre hay una brecha laboral que perjudica a la mujer, cuestión que se ha analizado con profusión, pero no se ha logrado resolver. La realidad es elocuente: las mujeres acceden a trabajos más precarios y peor pagados.
Según el Enfoque Estadístico de Género e Ingresos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), las mujeres en Chile percibieron menores ingresos laborales mensuales que los hombres en todos los años comprendidos entre 2010 y 2016. Las diferencias más altas se registraron en 2011, cuando la brecha de género se ubicó en -34,5% en el ingreso medio, mientras que en 2016 fue -31,7%. Asimismo, en la contracción del mercado laboral por la pandemia de covid-19, las mujeres han sido más perjudicadas con la pérdida de empleos.
Las causas detrás de esto revelan un problema social, ya que aún en algunos sectores las mujeres son percibidas como menos capaces para la realización de trabajos como para aspirar a cargos de mayor responsabilidad. También es necesario mencionar que se sigue considerando el embarazo como un factor que juega en contra de las trabajadoras. Dicha visión no sólo es errónea, sino que también discriminatoria, ya que las empresas suelen castigar a las trabajadoras a nivel de contrataciones como de salarios.
La maternidad y sus exigencias, romper estereotipos, y ciertos privilegios masculinos en determinadas áreas, especialmente laborales, son situaciones concretas que imposibilitan una plena realización. Ante ello, se plantea la necesidad de invertir en educación, formación inicial y diversificar las opciones de estudio y oferta laboral; por ejemplo en ciencia, matemáticas, ámbitos donde hoy existe baja participación femenina, o parecen vedadas y no por falta de preparación.
El 19 de junio de 2009 se publicó en el Diario Oficial la ley N° 20.348 que enfrentó el tema de la brecha salarial, y que incorporó el principio de igualdad de remuneraciones entre hombres y mujeres. La iniciativa modificó el Código del Trabajo para señalar que "el empleador deberá dar cumplimiento al principio de igualdad de remuneraciones entre hombres y mujeres que presten un mismo trabajo, no siendo consideradas arbitrarias las diferencias objetivas en las remuneraciones que se funden, entre otras razones, en las capacidades, calificaciones, idoneidad, responsabilidad o productividad". La ley de igualdad salarial fue una medida inédita, que estableció la obligación de todos los empleadores de pagar el mismo salario por igual trabajo, sin discriminaciones. Pero la realidad a veces dice otra cosa.
Considerando que el ingreso de la mujer al mundo del trabajo implica un enorme mejoramiento para las familias y la sociedad en general, es urgente fomentar ese salto, lo que implica superar el rol de cuidadora de la familia y dejar que sus capacidades sean un aporte mayor a la sociedad. La Organización de Naciones Unidas (ONU), ha señalado en sus informes que en Chile existe discriminación de género, incluyendo el de las remuneraciones, pese a que la legislación lo prohibe. El sector empresarial debe avanzar acorde a las nuevas políticas mundiales y generar el cambio cultural necesario para un mundo laboral igualitario y sin brechas de género.
Las diferencias más altas se registraron en 2011, cuando la brecha de género se ubicó en -34,5% en el ingreso medio, mientras que en 2016 fue -31,7%. Asimismo, en la contracción del mercado laboral por la pandemia de covid-19, las mujeres han sido más perjudicadas con la pérdida de empleos.