"El Gobierno ha sido bien consistente con la idea de que la migración es un problema"
El sociólogo explica cómo el Estado chileno debería abordar la crisis de manera realista y sin cerrar fronteras.
Las voces se han dividido para evaluar la gestión del Gobierno ante la crisis migratoria y humanitaria que tuvo su epicentro en las últimas semanas en Colchane. La expulsión de un grupo de extranjeros vestidos con mamelucos blancos y acompañados cada uno con un policía fue aplaudida y criticada a la vez. El Ejecutivo mantuvo su plan para militarizar la frontera y detener el flujo irregular de venezolanos, principalmente, que escapan de su país a pie, cargando a sus hijos y soñando con un futuro mejor.
El sociólogo Luis Eduardo Thayer es académico de la Universidad Católica Silva Henríquez y en su carrera se ha especializado en migraciones. Opina que no es practicable un cierre total de fronteras y se debe propender a dar facilidades de integración a los inmigrantes.
-Partamos desde lo básico, ¿qué entendemos por migración?
-Lo que hace que una persona sea migrante es que un Estado te defina como un sujeto que por definición no pertenece a ese Estado. Y que inicias un camino hacia lo que podemos llamar la pertenencia. No forman parte de la sociedad a la que llegan, son sujetos ajenos. Uno podría definirlo demográficamente como la movilidad entre Estados. Hay que hacer una distinción importante en la naturaleza de la movilidad. Una es por motivación económica, en términos genéricos, por mejores condiciones de vida, empleo. Pero hay otra que es la forzada, por expulsión, por exilio, por motivaciones políticas, persecución o crisis ambientales. Hay que hacer esa distinción, que es problemática, porque hoy día esa línea está borrosa.
-Y cuando son masivas, ¿hay alguna distinción en el concepto?
-Lo que estamos viviendo hoy, desde hace varios años, es que estas migraciones masivas tienen mucho que ver con crisis en los lugares de origen. Si uno ve las migraciones más masivas de la segunda mitad del siglo XX, eran debido a que, por ejemplo, después de la Segunda Guerra, en Europa los países de destino necesitaban reconstruir sus sociedades generando programas de atracción de trabajadores. Ahí las migraciones se explicaban por motivaciones de los Estados o las sociedades de destino. Hoy, a partir de la crisis en Siria, y con lo estamos viendo en Venezuela, está ocurriendo también que la migración es por condiciones estructurales que hacen que huyan de sus países. Hoy estamos en una situación donde la migración está muy asociada a la crisis, entendida la crisis no como una cuestión coyuntural, sino como más permanente.
-¿Y cómo responden los Estados?
-Hoy ha cambiado. Esto de que la migración es un problema para las sociedades es de los 70 en adelante, cuando los países comenzaron a regular. En el pasado la migración era considerada como un factor de desarrollo. Estamos viendo cómo ha ido avanzando una respuesta por parte de los Estados que está más orientada a primero generar un relato de la migración como un problema, luego a adoptar políticas más restrictivas y que en el fondo no buscan detener completamente el flujo, pero sí buscan ser selectivas en quién ingresa, en qué condiciones lo hace, en dónde se inserta y buscan de alguna manera, a través de la regulación de la frontera, de la restricción fronteriza, esta selectividad funcional a lo que las sociedades esperan de la migración.
-¿Qué hace que los países reacciones tan distinto ante la misma situación? Colombia, por ejemplo, hizo todo lo contrario de Chile.
-En los Estados que más bien tienden a cerrar lo hacen desde una mirada que busca en muchos casos instrumentalizar a la población. Creo que es una respuesta con menos realismo, porque el que quiera cerrar su frontera completamente no va a lograrlo. Aquí en América Latina eso es irreal, porque es un territorio donde no hay geográficamente la posibilidad de cerrar. Por eso digo que es poco realista la idea del cierre. Alemania buscó por ejemplo hacerse cargo del problema de la migración. (Angela) Merkel dijo "voy a recibir a un número importante, les voy a dar visa". En el fondo, hubo una respuesta que asume una realidad. No negó el problema, sino que trató de resolverlo de manera realista. Lo mismo hizo Colombia. Hay realismo en esos países, con conciencia de que no sea va a detener el flujo por mucho que se pretenda cerrar la frontera; y, por otro lado, hay un compromiso expreso y una búsqueda de posicionarse en ese sentido en la defensa o respeto de los derechos de las personas.
-Da la impresión de que no aprendimos mucho de lo que sucedió con la crisis siria en Europa.
-Yo creo que no hubo aprendizaje, porque se está dando una respuesta coyuntural. En el caso de Chile, no se está dando una respuesta en el largo plazo. De hecho, si uno ve lo que se hizo con la expulsión de las 168 personas, no es una respuesta que se pueda multiplicar o extender al infinito o que pueda aplicarse a las 35 mil personas que han ingresado clandestinamente en los últimos tres años. Se está dando una respuesta muy comunicacional, con la puesta en escena de la expulsión, pero poco sostenible en el tiempo. Como que no apunta a resolver el problema si no a reaccionar a una presión mediática que se da en un momento determinado. En el caso de Colombia, la respuesta es contraria. Allá existe conciencia del límite fronterizo con Venezuela y de que eso no se va a terminar y de que esos dos millones de personas que han ingresado en los últimos años no son expulsables. No hay capacidad material en ningún Estado para hacer eso.
-¿Ha sido errática la política migratoria de este Gobierno?
-Lo de Cúcuta lo pondría dentro del registro de lo errático que ha sido el Gobierno en materia de política internacional. En cambio, en materia de política migratoria, la idea de la restricción siempre ha estado presente. La visa de responsabilidad democrática se presenta como una visa para invitar, pero en el fondo es un mecanismo, como son todas las visas consulares, de selectividad y de restricción. En la práctica, que tú le digas a las personas en Venezuela que ya no pueden venir con una categoría transitoria que piden en la frontera, por 90 días, y que luego puedan permanecer, sino que ahora tienen que hacer la solicitud en el consulado desde Caracas, les dificulta el tránsito a las personas y en la práctica se demostró así. En materia de política migratoria el Gobierno ha sido bien consistente con esta idea de que la migración es un problema, con esta figura del mal migrante. En los últimos dos años casi el 80% de los extranjeros expulsados han sido personas condenadas por delitos que cambiaron sus condenas por la expulsión. Y se mezcló a propósito con personas que venían con un proyecto migratorio, que no venían a delinquir, sino que venían huyendo de sus países, con la idea de integrarse al país.
-¿De qué modo debería enfrentar con realismo la migración el Estado chileno, partiendo de la premisa de que no es posible un apertura ni un cierre total?
-Tienes que generar mecanismos para, en un contexto de fuerte presión migratoria, garantizar el ingreso. Que se haya multiplicado el ingreso clandestino es un problema que se ha generado por el cierre de la frontera. Tienes que tener un ingreso ordenado, que las personas puedan entrar al país con carnet con un número y que tengan la posibilidad de renovar o no ese carnet según las condiciones de asentamiento que vayan demostrando. Pero no puedes exigirle a una persona el día uno que esté integrada. No hay que bajar las barreras ni olvidarse de la frontera. No puedes estar un año viviendo en Chile siendo extranjero sin poder demostrar alguna forma de asentamiento, sin tener a los hijos matriculados en algún colegio, o haber tenido un empleo, por ejemplo. Si tú no les das la posibilidad a esa gente, si le cierras la puerta, es falta de realismo. Lo que hay que hacer es hacerse cargo del flujo y evidentemente que va a llegar un momento donde tienes que hablar con otros países, sobre todo en esta coyuntura. Hay que legitimar que personas que vienen de otro país puedan integrarse a la sociedad.