La náusea psíquica en que vivimos, según Patti Smith
La rockera norteamericana de 73 años agarró su pluma para recordar la vida que ya no tenemos. En "El año del mono" (Lumen) recuerda a sus amigos mediante notas que hizo en cafeterías que ya no abren.
Amelia Carvallo
Precedida por un enjambre de elogios de la crítica, Patti Smith aterriza en las librerías con "El año del Mono", su más reciente libro, donde convoca otra vez a sus amigos: los vivos, los que están en coma y los muertos. Con todos esos lazos va tejiendo una especie de capucha para su corazón rockero de 73 años.
Smith avanza en un tiempo que define así: "Hemos entrado en una nueva década, que de momento se ha desarrollado con retos crecientes y una náusea sistémica, aunque no necesariamente inducida por la enfermedad o el movimiento. Se trata más bien de una náusea psíquica, que nos vemos obligados a paliar por cualquier medio que tengamos a nuestro alcance".
Música, poeta y fotógrafa, la imagen de la portada de "El año del Mono" la capta larga y flaca, descalza y sentada en la arena de una playa, con los jeans arremangados y un pasamontaña oscuro. El relato asume el presente de una mujer que saltó a la música desde la poesía, una testigo privilegiada de la contracultura setentera, viuda desde hace 25 años y madre de Jackson y Jesse.
Este es el tercer atisbo a lo biográfico, que empezó el año 2010 con "Éramos unos niños". Allí centró el relato en sus años neoyorkinos junto al fotógrafo Robert Mapplethorpe y siguió el año 2015 con "M Train" donde recordó el pasado tomando café negro y visitando las tumbas de sus poetas y músicos favoritos.
"Un recorrido onírico", "su obra más íntima", "salvajemente entretenido", son algunos de los cumplidos que le adosan al libro de la memoriosa madrina del punk.
PEREGRINACIONES
Todo se desovilla a partir de la Nochevieja de 2015, cuando Smith acaba de cumplir 69 años y termina de dar dos conciertos en San Francisco. Comienza el 2016 en Santa Cruz, en el Dream Hotel, donde mira al mar y hace fotos con su Polaroid mientras conjura fantasmas.
A lo largo de las páginas la acompañamos en cada una de las peregrinaciones, tanto físicas como mentales. Cierra el volumen un epílogo escrito el pasado 2020, ya con la pandemia desatada en toda Europa y ella, insomne a las cuatro de la madrugada, imagina las cafeterías italianas vacías. "Y es aquí donde me despido, con la estrategia catastrófica que compite con la prudencia", sentencia.
Los sueños en los que se sumerge Patti Smith también están presentes en el libro. Son "sueños despiertos" mientras camina o ve "Mr. Robot" o "Extreme homes", por ejemplo. Y también sueños dentro de sueños, de los que sale por puertas laterales que son remembranzas: "Las nubes tenían un tono rosado y caían como gotas del cielo. Llevaba unas sandalias y daba patadas entre montículos de hojas rojas que rodeaban un altar en una colina baja. Había un pequeño cementerio con hileras de deidades con forma de mono, algunas adornadas con capas rojas y gorros de lana. Unos cuervos inmensos picoteaban entre las hojas secas. '¡No significa nada!', gritaba alguien una y otra vez, y eso es todo lo que pude recordar", anota en su libreta cuando despierta sobresaltada.
El chileno Roberto Bolaño, uno de sus escritores favoritos, también está presente a lo largo de las páginas, con "2666". William Burroughs se le presenta en sueños y le advierte peligros. El magnetismo de Maria Callas la seduce y acaricia los mantos y vestidos de la diva griega.
Personajes extravagantes entran y salen de la trama, así como las comidas que pide: un bol de kale y boniatos, sopa de pescado y galletas saladas, tarta de arándanos, una tostada con canela.
De vuelta en su casa en Nueva York, el frío de febrero en el hemisferio norte la asalta: "El día de San Valentín fue el más frío de los registrados en la historia de Nueva York. Un engorroso manto de escarcha lo cubría todo, las ramas desnudas crujían en una sinfonía de corazones congelados".
COSTUMBRES
Criatura de costumbres, Smith siempre viaja con lo mismo en su maleta. Mezcla ficción con realidad, sueños y vida en sus desplazamientos por Varsovia, Lucerna y Zurich. Lisboa, la ciudad empedrada, la recibe para abrirle la biblioteca de Fernando Pessoa, otra de sus voces tutelares. "Lisboa es una ciudad excelente para perderse. Las mañanas en las cafeterías garabateando otro cuaderno más, cada página en blanco ofrece una vía de escape, la pluma que me obedece, fluida y constante", escribe. Las estaciones se suceden y el calor anuncia la primavera y la muerte de su amigo Sandy, tras meses sin despertar del coma.
Andrógina y sin mucha vanidad, compra ropa en un mercado de las pulgas en Atlantic Avenue: "Desenterré un delicado vestido de seda, era ancho pero aun así liviano, como si lo hubiera tejido una fábrica de disciplinadas arañas. Dejé mi cazadora encima de una caja y me puse el sedoso vestido encima de la camiseta y el peto. Seguí rebuscando y encontré un abrigo, también ligero y algo ajado. Era de los que me gustan, sin una sola costura, acribillado de agujeritos en los bajos y en las mangas".
También hay buen humor y una cuota de esperanza en su pluma. También es tierna cuando recuerda a sus amores y amigos. A pesar de los tiempos difíciles en que vivimos dice que "algo maravilloso está a punto de suceder".
Curiosa y andariega, atenta a su vecindario, hurga en viejas fotos y discos, alimenta a su gato y enfrenta las tormentas y goteras de su casa. En octubre parte a dar una charla en Seattle sobre la importancia de las bibliotecas y al salir, se topa con un mendigo que escribe en una pared de ladrillo con tiza rosada : "Belinda Carlisle importa". Se le acerca y le pregunta por qué. Él la mira largo rato y le responde en voz baja: "Tiene ritmo".
Casi al final, dedica unas palabras al año de la Rata, este acontecido 2020 que dice esperaba fuera el año de la visión perfecta pero que nos tiene con una especie de asco mental: "Tal vez esas expectativas fuesen ingenuas, pero aseguro que las sentía de todo corazón, igual que siento la angustia de la injusticia, un borrón oscuro que no se irá jamás. ¿Dónde está la luminosidad? ¿Dónde está la justicia prudente?, nos preguntamos, labrando nuestra tierra con un arado mental, sobrecargados con la tarea de mantenernos en equilibrio en estos tiempos tan desequilibrados".