"Chile tiene un problema muy grave y es la falta de un proyecto país"
El líder de la Iglesia Católica en la zona asegura que la gran lección que deja la pandemia es la mayor conciencia de nuestra vulnerabilidad "y de que nos necesitamos mutuamente". Además, describe cómo ha enfrentado la Iglesia Católica la obligación de mantener la distancia física sin dejar de lado sus obras sociales y analiza los problemas de la actividad política.
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Una fiesta de San Sebastián sin la tradicional multitud que congrega, pero transmitida íntegramente vía online es la que por estos días prepara el arzobispo de Concepción, Fernando Chomali Garib, en Yumbel, desde donde además esta semana ha participado diariamente en la denominada "Novena", previa a la conmemoración religiosa.
No es la primera festividad católica masiva que ha debido ser suspendida por la pandemia. La primera fue del 20 de marzo del año pasado -conocida como el "20 Chico"-, además de la Semana Santa y la procesión de la Inmaculada Concepción.
Todas ellas, en cambio, han sido difundidas por diversas plataformas a través de internet. "Me siento muy orgulloso de la comunidad católica local, que ha comprendido la urgencia de promover el valor de la vida. Eso hoy implica distancia física, que -por cierto- es distinta a la espiritual y social", afirma el líder de la Arquidiócesis de la Santísima Concepción, quien en esta entrevista profundiza además en el impacto que ha tenido la emergencia sanitaria en la labor de la Iglesia Católica y también entrega su visión del complejo momento que enfrenta el país.
En redes sociales
-Usted es de los líderes de la Iglesia Católica más activos en redes sociales y ha incursionado hasta en TikTok. ¿Cómo ha sido la experiencia de tener que desarrollar la labor pastoral básicamente a través de estas redes?
-Lo que pasa es que soy una persona realista. No tengo una actitud de pesimismo estéril, pero tampoco un optimismo ingenuo. Esto es lo que tenemos y a partir de ello tenemos que seguir con nuestra misión. Debemos cumplir con las normas sanitarias, porque la situación de la pandemia es grave y eso lo comprendimos desde el primer momento. Contamos con el acceso a las redes, por lo cual hemos hecho un esfuerzo inmenso en las parroquias, capillas y yo mismo he estado conectado con las personas a través de las redes. Y la experiencia ha sido positiva. El realismo nos hace decir: esto es lo que tenemos y a partir de esto seguiremos con nuestra misión. Además, pese a la distancia física paradójicamente hemos estado más activos que nunca en la Pastoral Social y hemos tenido durante todo este año comedores, ollas comunes, una sede para mujeres migrantes con hijos, hemos abierto nuestros hogares para personas en situación de calle. Creo que es importante para las personas sentir que están colaborando para aliviar un drama como el que estamos viviendo.
-¿Y cómo ha impactado la pandemia en otras obras sociales reconocidas, como la Lavandería 21, que da empleo a personas con Síndrome de Down?
-Los jóvenes han estado en sus casas, porque sería terrible que hubiese un contagio de una persona con síndrome de Down, pero hemos hecho un gran esfuerzo por continuar con la obra y hemos recibido donaciones. La ley de donaciones del covid nos ha ayudado, así como la ley de donaciones para personas con discapacidad. Pero también debo ser muy sincero: yo estoy pensando de aquí a 20 o 30 años y esta es una coyuntura que durará uno o dos. Por eso dijimos: no caigamos en la desesperación, hagamos lo humanamente posible por mantener esto, porque si esto se cerraba, retomarlo habría sido muy difícil. Los trabajadores que no tienen Síndrome de Down tienen conciencia de eso y han hecho un gran esfuerzo por seguir adelante. Sería dramático que 30 jóvenes perdieran su trabajo -sería un fracaso nuestro- pensando que esto va a terminar de aquí a un año más.
-¿Y cuál es la situación de los adultos mayores que son parte de las obras sociales? Ellos son el grupo más amenazado por la emergencia sanitaria.
-Los adultos mayores viven una precariedad impresionante. Tenemos cuatro hogares que acogen a 100 de ellos y han tenido que vivir la experiencia de la soledad, además de la pobreza. Creo que allí hay una deuda en Chile muy grande, porque muchas de las personas que están en esos hogares ingresaron a trabajar a un lugar jóvenes, optimistas, llenos de ilusión y terminaron viejos, enfermos, solos y pobres. Eso amerita un análisis profundo respecto del trabajo, que para muchos es una mera mercancía, así como de las pensiones y la inequidad. Sin contar la cantidad de ancianos que están en lugares que ni siquiera sospechamos y que sabemos de ellos cuando hay una emergencia o un escándalo, pero que están en situaciones muy deplorables.
MENSAJES A LA SOCIEDAD
Uno de los sellos distintivos del arzobispo de Concepción -quien en abril de este año cumple 10 años en ese cargo- es su prolífica labor reflexiva, que expresa en cartas pastorales, mensajes y columnas de opinión, donde no elude los temas de mayor contingencia en materia política, económica y social. Recientemente, emitió una carta dirigida a la Unión Social de Empresarios y Ejecutivos Cristianos (USEC) y en octubre convocó a una reunión a líderes políticos y económicos de la Región, a quienes llamó a realizar sus mejores esfuerzos para ayudar a enfrentar de mejor forma los efectos de la pandemia.
-¿Cómo califica el comportamiento de las denominadas "elites" en esta etapa de pandemia a nivel nacional?
-Chile adolece de un problema de base que es muy grave y es que no tiene un proyecto país y una visión de lo que significa el ser humano y la comunidad. Es decir, a nosotros nos han enseñado que la vida es una competencia, que cada uno se las arregla como puede y que el sistema se va a encargar de nivelar. Eso no funciona y hoy ha quedado más claro que nunca. Y esta pregunta, sobre qué significa ser hombre, debe ser el sustento de toda acción. Pero la acción en Chile está muy vinculada al lucro y al éxito personal y nos olvidamos que somos una comunidad. Esa es la gran lección de la pandemia, que nos ha hecho tomar conciencia de que somos tremendamente vulnerables y de que nos necesitamos mutuamente. Lo otro que nos enseñaron mucho a valorar la vida en cuanto nos entretenía. Y creo que había mucha gente entretenida, pero no eran felices. Y hoy cuando ya no pudimos salir, hacer esto o esto otro, sucede que nos sentimos con un vacío espantoso. Creo que a Chile le falta hondura espiritual y sobre todo una mayor conciencia de que somos una comunidad.
-¿Cómo se vincula aquello con el comportamiento de la ciudadanía frente a la pandemia?
-Pienso que nuestra educación nos hace creer que solo la ciencia va a terminar con los graves problemas del mundo. La gente puso mucho más confianza en eso que en el cambio de la propia persona. Porque si nosotros tuviésemos internalizado que es el cambio personal el que va a producir los cambios sociales, hubiésemos tenido otro comportamiento frente al coronavirus. Hubo mucha gente que, estando informada, no le hizo caso, porque privilegió su entretenimiento. Y la gente que realmente tenía que salir se vio perjudicada. Pienso que la falta de valores asociados al espíritu han llevado a este individualismo.
-¿Cuánto de esto lo atribuye al modelo económico y de sociedad, hoy cuestionado desde varios sectores?
-Un sistema social que gira en torno a la competencia desde que tú postulas a un jardín infantil y la categoría para mirarte es la de ganador o perdedor, representa a una sociedad que no tiene futuro. Y ahora, con la ley de aborto, la competencia va a comenzar en el útero materno, porque una persona que tenga un hijo con Síndrome de Down va a poder decidir si lo quiere tener o no. Una sociedad que gira en torno a la producción y al éxito, evidentemente que no deja espacio a las personas más vulnerables y cree que toda la vida gira en torno a uno. Creo que hoy el gran mensaje es que nos necesitamos mutuamente y que nuestra vulnerabilidad tiene que llevarnos a ser más humildes. Porque, para ser bien honestos, todas estas fiestas que hemos visto, son una manifestación de soberbia. Es decir: a mí no me importan los demás, yo quiero pasarlo bien y siento que estoy incluso por sobre la ley.
-¿Y qué enseñanza ha dejado la pandemia respecto del rol actual de la Iglesia en la sociedad?
-Hemos valorado mucho más la capilaridad que tiene la Iglesia. Creo que no hay institución que conozca más lo que le pasa al vecino que la Iglesia Católica y nos dimos cuenta que una sociedad estado-céntrica no es capaz de llegar a esas personas, como tampoco lo es una sociedad mercado-céntrica. Y ahí está la comunidad: los vecinos, la capilla, las organizaciones sociales. Esto ha significado un renacer de la vida cotidiana de las personas que se conocen.
PROCESO CONSTITUYENTE
-A propósito de la necesidad de cambios, ¿ve oportunidades en el proceso constituyente que prontamente se inicia?
-Primero, creo que el plebiscito y las posteriores elecciones primarias dejaron lecciones importantes. La primera es que el pueblo de Chile no está contento con sus líderes políticos y eso amerita una reflexión muy profunda, porque un país no funciona sin partidos, que son el soporte de la democracia. Por lo tanto, existe un problema muy serio. Las primarias dejaron la lección de la indiferencia frente a lo que acontece en los partidos políticos, es decir, la vida cotidiana de las personas va por un lado muy distinto al de los partidos. En mi opinión, cuando tenemos un país que se está cayendo a pedazos, donde ha habido 17 mil muertos con una pandemia que sigue viva, muchas personas han perdido sus trabajos, no hay ninguna propuesta política suficientemente contundente frente a ello. La narrativa política que tiene que ver con el bien común es pobre y las personas se han dado cuenta de eso.
-¿Y qué puede mejorarse con una nueva Constitución?
-El proceso constituyente puede ser positivo, porque la Constitución del año 80, si bien fue reformada varias veces, estaba llena de prejuicios. Y no hay nada peor que el prejuicio: entre una persona con prejuicios y una ignorante, es mejor la ignorante, porque ésta puede aprender, a diferencia de la que tiene prejuicios, que los va a tener durante toda la vida. Así que la nueva Constitución puede ser una buena oportunidad para tener un marco de referencia respecto de los derechos y deberes, el poder y sobre todo cómo nos vamos a comprender como sociedad. Lo que sí, sería un engaño hacer creer que con la nueva Constitución se van a solucionar los problemas que la mayoría de las personas tiene hoy.
-En una reciente columna usted planteaba que había que alejarse tanto de los populismos inmediatistas como del liberalismo extremo. ¿Cuánto riesgo hay de caer en esas tendencias hoy en el país?
-Pienso que en Chile lo primero que tendría que pasar es terminar con esta relación casi simbiótica entre el mundo político y el mundo empresarial y la elite en general, que es una simbiosis que además se da específicamente en Santiago. El mundo político requiere de mayor libertad frente al mundo económico y por eso que una buena ley de financiamiento es tremendamente importante. Y lo otro es que no hay una escuela de líderes en el ámbito político y, por consiguiente, hay muchas improvisaciones, por así decirlo, y también uno ve un ambiente poco grato en general.
-¿Adscribe a que existe un riesgo de caer en alternativas políticas populistas?
-Es un riesgo y eso el Papa lo dijo con mucha claridad en su encíclica Fratelli tutti. Eso demuestra la fragilidad de nuestra democracia, porque durante 50 años ha habido un excesivo interés por el desarrollo económico, pero no por el desarrollo integral del hombre y la mujer en su dimensión corporal, espiritual y social. En cambio, nos educan para ser individualistas y no nos pasa absolutamente nada con el hecho que haya personas que todavía mueren en las calles o que tengan que esperar en listas de espera por meses o años para tener una cirugía, con diferencias abismantes en todos los ámbitos de la vida social.
-A propósito de sensibilidad social, hay gente que critica la presencia de un grupo de personas en situación de calle en el frontis de la Catedral. Aseguran que da una "mala imagen" a un punto icónico de la capital regional. ¿Qué responde?
-Nosotros a esas personas las conocemos, son personas muy heridas por la vida. Les hemos ofrecido albergues, no quieren irse, les hemos ofrecido una casa, pero tampoco quieren. Y evidentemente que nosotros jamás vamos a usar la fuerza para sacarlos de ahí. Creo que es el reflejo de lo que está pasando en la sociedad y estamos viendo el mejor modo para que puedan tener otro lugar dónde ir. Su presencia debiese cuestionarnos a todos en el sentido de que hay personas que viven en esa situación, que son experiencias muy dramáticas. Por nuestra parte, hemos hecho todo lo que evangélicamente podemos hacer, pero no vamos a recurrir a la fuerza, porque eso sería agregarle más violencia a la situación.
-¿Cuál es el mensaje que usted busca entregar en torno al momento que vivimos a propósito de la pandemia?
-Quisiera citar a Vicente Huidobro, que en su poema Altazor II dice que "estamos cocidos a la misma estrella". Creo que hoy es un momento extremadamente propicio para reconocer que no estamos solos, que nos debemos uno al otro y que todo lo que hagamos va a repercutir positiva o negativamente en los demás. Por lo tanto, la invitación es a actuar pensando en la gente que queremos y eso implica distancia física y un esfuerzo que vale la pena. Personalmente, sufro mucho al ver la indolencia de tantas personas frente a dramas humanos que -de tomarlos en serio- llenarían muchas vidas. Pienso que el aburrimiento como experiencia humana también está presente en estas sociedades que no tienen hondura espiritual y creo que el llamado evangélico de preocuparse de los demás puede dar un gran sentido a la vida.
"Preocuparse de los demás puede dar gran sentido a la vida"
Chomali es, por lejos, uno de los líderes de la Iglesia Católica más activos en redes sociales y durante la pandemia ha incursionado incluso en TikTok.