Hace unas semanas se anunció públicamente que el covid-19 posiblemente pause el próximo Rock en Conce (REC), iniciativa que, de cuando en cuando, suele ponerse en duda por su impacto en la economía local. Hoy más que antes, no podemos claudicar en esto, al contrario, esta pausa debe ser para pensar como lo potenciamos y encadenamos con otros emprendimientos que contribuyan a la identidad y desarrollo de la ciudad.
¿Qué tienen en común, Airbnb, Uber, Apple, Instagram, Netflix, Google, Amazon, Starbucks, Pixar y Tesla Motors? ¿Que hoy valen cientos y miles de millones? ¿Que fueron creadas por otrora veinteañeros? Sí, pero también es cierto que todas ellas fueron ideadas y creadas, en solo tres ciudades, California, San Francisco y Seattle.
¿Qué tienen estas ciudades que atrajeron y atraen a veinteañeros creativos, innovadores y disruptivos? Buenas universidades, por cierto, pero convengamos que algunos ni siquiera terminaron sus carreras. Sin embargo, junto a ello, estas ciudades son profundamente demócratas, liberales y de las más tolerantes, abiertas y heterogéneas de Estados Unidos, con barrios diversos e identitarios, de espacios públicos vibrantes, estimulantes y atractivos, donde todos pueden ser quienes son y estar orgulloso de aquello. De derechas e izquierdas, carnívoros y veganos, heterosexuales, gays y lesbianas, nadie siente la necesidad de reprimirse.
Un estudio de Next Generation Consulting identificó que tres cuartas partes de los recién licenciados norteamericanos deciden primero dónde vivir, que ciudad les resulta atractiva y luego buscan trabajo en ese mercado. Para la Oficina del Censo de EE.UU, más de uno entre dos jóvenes mudados de ciudad lo hizo buscando entornos urbanos más atractivos.
A este mundo de innovación, jóvenes y servicios postindustriales, a algunas ciudades les costará más entrar, especialmente aquellas de origen industrial, no solo por acumular un saber hacer manufacturero-primario, sino también porque dicho origen tendería a concentrar personalidades prolijas, meticulosas y disciplinadas, resultando sociedades conservadoras y cerradas, poco atractivas a personas curiosas y disruptivas.
¿Lo anterior es ley? No. Un ejemplo, Pittsburgh, otrora urbe metalúrgica, que en los ochenta cerró toda su fuerza industrial y en cinco años perdió 120 mil puestos de trabajo y 200 mil residentes, creó un plan de desarrollo público-privado para promover la innovación en servicios terciarios y atraer el talento joven. Hoy es reconocida por su calidad de vida urbana y espacios públicos, pero también por sus empresas de software, biotecnologías, economía verde y robótica, con un desempleo por debajo de la media país.
Entonces el REC se debe enmarcar en esa parte de nuestros esfuerzos por hacer del Gran Concepción una urbe atractiva para los jóvenes, cuestión nada baladí y, por tanto, no debe verse como un gasto ni evaluarse en mérito de su retorno inmediato, es una inversión de largo plazo, a potenciar e imbricar con otras iniciativas económicas, culturales y urbanas, y darle fin sería un franco retroceso en la búsqueda de abrir nuestra sociedad, diversificar su economía y proyectar a Concepción al siglo XXI.