Desde sus orígenes como enclave mapuche hasta convertirse en un fuerte español como defensa de travesías navieras por el río Biobío durante la conquista, como sitio de resistencia y batallas durante la colonia, como lugar de combates y amores durante la independencia, como paraje de paseo y mirador del paisaje con senderos y esculturas durante el siglo 19, como límite de la ciudad o umbral "entre la vida y la muerte", según dice el dicho "se fue pa'´ Chepe", forma parte de nuestro imaginario colectivo.
Todo ello acontecía en el mismo lugar que debe su nombre al Cacique mapuche Chepe, dueño de esas tierras antes que pasaran a ser parte de nuestro territorio nacional, y luego parte de las extensas tierras de la familia Del Río Zañartu, posteriormente adquiridas y donadas a la ciudad de Concepción para su uso y goce. Durante el periodo de la revolución industrial, tiempo en que el carbón era la principal fuente de energía, se desarrolló una red de ferrocarriles y túneles, por lo que el Chepe fue intervenido junto a una de las obras de ingeniería más relevantes ejecutadas en acero como el actual Puente Ferroviario sobre el río Biobío conectando los yacimientos de Coronel, Lota y Curanilahue con Concepción y su estación de Ferrocarriles y así al mundo.
En este cerro isla, conocido como cerro Chepe, se yergue aún una cruz de 20 metros que formará parte de su vínculo con el Panteón, actual Cementerio General de Concepción, y vestigios del Mirador Otto que pertenecía al conjunto del parque botánico posteriormente devastado por terremotos, el abandono y la erosión, dando paso a asentamientos y tomas en sus bordes que fueron desfigurando sus ecotonos tan propios de nuestra geografía, quedando hoy prácticamente enclaustrado. Estanques de agua de Essbio coronan su cima, que si bien se trata de un noble recurso, pareciera ser un habitante ajeno a su emplazamiento.
En ese sentido, ya casi nada queda del humedal que se emplazaba a los pies del Chepe, sobrevive parte de ese cuerpo de agua de intenso color verde atrincherado entre líneas férreas, el paso nivel hacia Avenida 21 de Mayo y oculto bajo grandes sauces. Subsisten especies de flora y fauna entre neumáticos y desechos acumulada, que más bien pareciera un patio trasero a pocas cuadras de nuestra Plaza de la Independencia.
Por estos días el Chepe vuelve a ser centro del debate ante el desarrollo del nuevo proyecto de ferrocarriles que requiere un segundo túnel atravesando su interior para conectar a su vez una moderna infraestructura ferroviaria sobre el río con los puertos de Lota con Lirquén, fortaleciendo nuestro alicaído desarrollo regional y, de paso, impulsar con urgencia al tren como un sistema de transporte público, y que permita recorrer nuestro territorio como espectadores de un paisaje de infinita belleza y diversidad cultural.
Este montículo de tierra al borderio ha estado presente como protagonista y testigo de nuestro desarrollo y evolución como ciudad y sociedad, como parte de nuestra historia estamos llamados a recuperar su lugar en nuestros sueños locales.
Por estos días, hemos sido convocados a un gran acuerdo, a repensar nuestro destino y la forma de hacer las cosas, a corregir errores y a mantener nuestros atributos y logros. Por ello, aprender del pasado, reconocer nuestros orígenes para proyectarnos hacia el futuro es fundamental. Necesitamos recuperar la capacidad de escucharnos, valorar nuestra diversidad, abrirnos a colaborar para construir comunidad, así transformar estos lugares llenos de nuestra historia e identidad en lugares cotidianos que nos permitan en el futuro mirarnos a nosotros mismos en retrospectiva de la misma forma que lo hacemos hoy con nuestros antepasados.